“Mi Cristo no se parece a los demás”. Dalí tenía razón, su Cristo es revolucionario. Y la cola que había a la puerta del museo del artista surrealista en Figueres este jueves tres horas después de su apertura lo confirma. Decenas de personas han acudido a la nueva exposición Dalí. El Cristo de Portlligat para contemplar el óleo sobre lienzo que vuelve a España temporalmente tras 70 años en la galería Kelvingrove de Glasgow (Escocia).
La pieza se encuentra en la última sala del recorrido de un museo que parecía estar esperándola. El lugar, que aún conserva algunos elementos de cuando fue un teatro local antes de quemarse durante la Guerra Civil, se trata de un mausoleo que dejó construido Salvador Dalí para los ciudadanos de Figueres ây para élâ antes de morir. Vivió allí, en la torre Galatea, los últimos años de su vida. Como un faraón egipcio, Dalí se encuentra enterrado junto a muchos de los tesoros que componen su obra, con la diferencia de que sobre él hay una gran cúpula de cristal en vez de una pirámide.
La exposición, que pone el broche final a la visita y contrasta con piezas surrealistas como el sofá en forma de labios, las caras descompuestas o las Venus desmontadas, está montada siguiendo de forma meticulosa la propuesta que hizo el artista para la Bienal Hispanoamericana de Arte de 1952. En ella indicaba desde cómo debía estar iluminada la sala hasta el material del que tenía que estar hecho el fondo, “terciopelo rojo oscuro”.
“Precisamente porque he pasado por el cubismo y el surrealismo, mi Cristo no se parece a los demás, sin dejar de ser clásico. Creo que es al mismo tiempo el menos expresionista de todos cuantos han sido pintados actualmente. Es un Cristo bello, como el Dios que es”, explicó Dalí sobre la pieza. En la pintura, que está inspirada por un dibujo de San Juan de la Cruz y pintada en el taller de Portlligat, se puede observar un Cristo visto desde arriba, al que no se le ve el rostro, sin corona de espinas ni clavos, observando el mundo a sus pies. Lo que mira el Cristo de Dalí es una escena habitual en la bahía: pescadores trabajando en la orilla del puerto. Portlligat no es tan solo su residencia durante 50 años al lado de Gala y su taller más estable, también le aporta una manera concreta de vivir y de entender el mundo.
“Quiero que mi próximo Cristo sea el cuadro que contenga más belleza y más alegría de cuanto se haya pintado hasta hoy. ¡Quiero pintar un Cristo que sea absolutamente lo contrario del Cristo materialista y salvajemente antimístico de Grünewald!”, señaló el artista, que pintó la obra en un momento de transformación y también de culminación de su deseo de convertirse en clásico y en el “salvador” de la pintura moderna, según explican desde el museo. Una etapa que el artista denomina “mística nuclear”.
En la antesala se encuentra otra obra movida de sitio temporalmente, La cesta de pan, que comparte con el cuadro principal, según explicó el propio Dalí, “la maestría técnica, la composición formal, un realismo fotográfico, el claroscuro que da relieve a la crucifixión y una luz que aporta dramatismo a la figura e intensifica su percepción mística”.
También forma parte de la exposición material inédito que permite conocer el contexto creativo: cinco fotos, seis piezas de elementos preparatorios, un cuaderno con estudios y esbozos de entre 1948 y 1958 que se muestran en formato original con el soporte de un monitor y dos audiovisuales.
Salvador Dalí es un artista que fue aparcado por parte de una generación. Su colaboración con el franquismo durante los últimos años de su vida fue demoledora. Este jueves, un museo lleno de familias, parejas e incluso grupos del Imserso de diferentes nacionalidades, se emocionaban con su Cristo en el centro de Figueres. Solo estará hasta el 30 de abril.