La década de los 60 se convirtió en el germen de lo que hoy llamamos contracultura juvenil. Intentaron denunciar las injusticias y matanzas de contiendas como la Guerra de Vietnam, pero las protestas no quedaron ahí. Se trató de una rebelión contra el orden establecido, ya fueran policías, padres, maestros o gobernantes, algo que tomó forma a través de largas melenas, marihuana, LSD y música. Mucha música.
Para intentar captar el espíritu visual y auditivo de aquel momento nace la exposición Psicodelia en la cultura visual de la era beat 1962-1972, disponible en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el próximo 20 de enero. Esta propone un recorrido por la época a través de carteles psicodélicos, portadas de discos de vinilo, revistas y folletos. Todos diferentes, pero con algo en común: los colores chillones, la estética recargada y el rock.
“Todo comenzó con los Beatles en el 62. Despertaron a los jóvenes y le hicieron ver algo que no sabían que tenían dentro: la rebelión”, explica a eldiario.es Zdenek Primus, coleccionista checo, historiador del arte y comisario de la exposición. La intención de esta, como su responsable afirma, no es elaborar “una teoría socio-filosófica de esta escena”, sino “invocar el espíritu de la época que habitaba en parte de una generación que, por su aspecto, preferencias musicales y actitud política denunciaba los fallos y la amoralidad de la sociedad”.
El recorrido arranca con la beatlemanía y termina en el año 72 porque, según Primus “los años 60 se prolongaron un poquito hasta que empezó otro tipo de rock más complicado y diferente. Lo que había surgido en el campo de la música beat evolucionó hacia el virtuosismo”. La inspiración, entonces, se comenzó a buscar en otras figuras como la leyenda del jazz Miles Davis.
Primus reconoce que “su muestra está lejos de ser perfecta”, pero aun así no se queda corta. Es un repertorio de artistas de la talla de Bob Dylan, Pink Floyd, Janes Joplin y The Doors, grupo que cuenta con una sala especial bañada con luz ultravioleta y música a todo volumen. Además, la iluminación cambia de color: oscila entre el rojo, el verde y el púrpura, provocando que los pósteres colgados varíen su dibujo. Un efecto psicotrópico muy revelador de lo que significaba la era Flower Power.
San Francisco, cuna de la contracultura
Según Primus, todo comenzó cuando visitó a un amigo en Colorado que resultó ser coleccionista de carteles psicodélicos de San Francisco, una de las principales cunas del movimiento hippie durante los años 60. “Me gustó y pensé que podría unirme recopilando diferentes carteles psicodélicos de Europa y de la antigua Checoslovaquia”, afirma el historiador.
Sin embargo, se encontró con un problema: en su país natal no quedaba casi ningún póster. “Estos solo se pegaban por la ciudad para el concierto, no se coleccionaban ni se vendían, por lo que para conseguirlo había que arrancarlo de la pared antes de que fuera reemplazado por otro”, lamenta Primus. A pesar de todo, consiguió una amplia muestra.
El caso de España es todavía más complicado. El historiador asegura que ha preguntado a varios españoles por ejemplos de carteles psicodélicos en el país, pero que “desgraciadamente” no ha encontrado más cosas. Sí que pueden verse ejemplos de grupos como Los Brincos o Los Bravos, los cuales fueron un fenómeno internacional gracias a temas como Black is black y sus apariciones en películas como Los chicos con las chicas. ¿La razón de esta escasez? Probablemente, la dictadura franquista que por entonces azotaba al país y se caracterizaba, entre otras cosas, por su hermetismo al exterior.
Mientras, en otros lugares, los 60 sirvieron para intentar liberarse de las ataduras del siglo XX. “Esto se aprecia sobre todo en los textos. Unos eran muy poéticos, pero otros eran una gran avalancha, como si estuvieran retando a la gente a que se rebelara contra lo que les estaba destruyendo”, considera Primus, quien señala a Frank Zappa y sus Mothers of Invention como uno de los grupos más distinguidos. No solo por las letras, también por la estética.
“Cuando se comenzaron a hacer estos carteles, a los diseñadores les decían que no se podía leer lo que estaba en su interior. Pero eso era justo lo que buscaban. Los jóvenes empezaron a reconocer este estilo como propio, y cada vez que veían un póster ya sabían que iba dirigido a ellos”, mantiene el comisario de la exposición.
Gran parte de la contracultura de entonces era antibelicista, pero, según el historiador, esta no era la única razón de su existencia: “Estaba claro luchaban contra la guerra, en nuestro caso contra la Guerra Fría y en EEUU contra la Guerra de Vietnam, pero la rebeldía es sobre todo contra las autoridades”, matiza antes de dejar claro lo que entonces era un símbolo de valentía: llevar el pelo largo.
En la época también estuvo presente otro elemento: las drogas. “Sin ellas no habría sido posible conseguir esta psicodelia. Los grandes maestros las tomaban y las seguirán tomando”, sostiene Primus en referencia al pintor ruso Vasili Kandinski.
De hecho, la exposición ha generado cierta polémica precisamente por exhibir a grupos relacionados con psicotrópicos. Como cuenta el propio historiador, esta misma muestra fue presentada hace 13 años en Praga bajo el título The Pope Smoked Dope (El Papa fumaba hierba), en referencia al álbum del músico David Peel. “La República Checa es un país muy conservador, y a la presentación llegó alguien del Vaticano para desmentir eso de que el Papa consumía drogas”, recuerda Primus entre risas. También contó con otra visita adicional: un colectivo antidroga. “Querían desmontar la exposición porque creían que era sobre alucinógenos”, añade.
Ahora, en cambio, las portadas de discos suelen dar la espalda al caos colorido que reinaba en la era beat. Lo que domina es lo minimalista, los tonos pasteles y las letras con fuente Helvética. “Todo acaba un día, y lo que viene después suele ser siempre en contra de lo que le precedía. Con eso no se podía seguir hasta el infinito. Lo que llegó luego fue una reacción contra las drogas, contra lo recargado y contra la rebeldía”, opina Primus.
Pero la contracultura no es exclusiva de los 60 ni de un género concreto. Actualmente también se pueden encontrar movimientos opuestos a valores culturales tradicionales. O, al menos, esa es la base teórica de música como el trap. ¿Veremos en el futuro una exposición que, en lugar de la psicodelia rockera, rescate esta corriente? Primus lo tiene claro: “No es posible, porque tendría que ser un movimiento de masas y el trap es una cosa minimalista que la mayoría ni conoce. Aquí hablamos de muchos países unidos en torno a esa música y esa estética”.