Cómo ver el Museo del Prado con otros ojos

En el Museo del Prado, desde el pasado martes está Ingres. Pero desde siempre han estado Peter Brueghel, El Bosco, Diego Velázquez o Francisco de Goya, entre otros muchos. Enrique Santos Bueso (Cáceres) es oftalmólogo y amante de la pintura. Una idea en su cabeza desde finales de los años 90 ha cristalizado este 2015 en forma de libro. Editado por laboratorios Thea, ha desgranado con la ayuda de dos colegas de profesión y a lo largo de 80 páginas varias patologías oculares presentes en algunos de los cuadros de El Prado. “Lo que he intentado ha sido intentar diagnosticar la enfermedad que yo creo que hay en los personajes de estos cuadros”, dice el médico.

La futura marquesa de Marguini, retratada de niña en el cuadro de Francisco de Goya Los Duques de Osuna y sus hijos, posee epicanto, asimetría ocular y un posible estrabismo en su ojo derecho. San Jerónimo según Marinus van Reymerswaele usa gafas. Hay ciegos presentes en El vino de la fiesta de san Martín, de Brueghel. Y así hasta 34 obras, donde cada uno de los pasajes del libro está acompañado de la historia del cuadro, con la explicación pertinente para cada patología. “Es un recorrido por el Museo del Prado con la disculpa de la patología ocular”, dice Enrique.

El oftalmólogo cacereño lleva más de 15 años en Madrid. Actualmente trabaja en la Unidad de Glaucoma y Neurooftalmología del Hospital Clínico San Carlos y, aunque el libro no vaya a ser distribuido –en principio– en tiendas, está intentando que El Prado acceda a venderlo en el propio museo. Se han editado 3.000 ejemplares, que están destinados en su totalidad a la comunidad científica. La función es puramente divulgativa. Según Enrique, “ahora mismo, la gente no tiene acceso al libro. Por eso queremos que se venda en el museo”.

La entidad presidida por Miguel Zugaza ha facilitado todas las imágenes de Oftalmología en el Museo del Prado, como lleva por título la obra. “Han puesto un precio simbólico para que usemos las fotos, que no sé cuál es ahora mismo. Pero es menor que si se tratase de otro caso. El Museo ha facilitado muchísimo la edición del libro”, cuenta Enrique.

“A priori tenía más de 100 cuadros, pero el profesor Julián García Sánchez y la doctora María José Vinuesa me han ayudado a elegir los lienzos y a hacer el recorrido lo más dinámico posible”, dice Enrique. El libro, además de contar con la pintura en cuestión y explicar su historia, también incluye una foto del detalle de cada patología ocular de cada obra y, en la esquina superior derecha, un plano en el que se marca su situación en el Museo.

La Mona Lisa no tiene cejas ni pestañas

Enrique se ha encargado de recopilar algunos de los trabajos científicos que ya ha publicado en una revista de oftalmología. Podría decirse que se trata de pura y dura deformación profesional lo que contiene Oftalmología en el Museo del Prado. Aunque al principio fueran 100, podían haber sido muchos más cuadros y el libro haber contado con el doble o el triple de páginas. Pero lo indispensable era encontrar obras en las que “existiese alguna patología ocular, algún detalle relacionado con la oftalmología”, dice el médico.

También “la presencia de gafas, fármacos o alguna imagen de Santa Lucía, que es la patrona de los oftalmólogos” han sido factores claves para hacer la selección. “Hay un par de referencias a Santa Lucía: una que habla de Santo Domingo y otra que es el Retablo de la Virgen, del Maestro de Torralba”. La copia de La Gioconda encontrada en el taller de Leonardo Da Vinci tampoco se salva. “Todo lo que aparecen en el libro son diagnósticos de aproximación. Hay que tener en cuenta que para poder hacer un diagnóstico real hay que explorar al paciente y de estos ”pacientes“ solo tenemos una imagen”, dice Enrique.

El oftalmólogo ha diagnosticado varias patologías oculares a la Mona Lisa. Al menos, a la copia de ella. “La original del Louvre de París, como ha sufrido tantas remodelaciones y se encuentra en un estado muy delicado tiene muchos defectos por las restauraciones tan agresivas que ha sufrido”, cuenta Enrique. Pero tampoco tiene cejas ni pestañas. ¿Retrató el ayudante de da Vinci estos problemas previa comunicación a la Mona Lisa? “Los pintores hacían los retratos lo más fielmente posibles”, dice Enrique.

Quizá sea necesario un itinerario marcado de antemano antes de entrar a El Prado. Es por eso que Enrique habla de cómo surgió la idea de la obra: “Al final solo se ve lo más importante. Este libro está pensando como una pequeña guía para recorrer el museo en una hora y media aproximadamente, con la excusa de la patología ocular”. Comienza en la puerta de Goya y acaba ahí. “Es un ir y venir en zig-zag”, concluye el médico.