Las olvidadas pinturas de la Alemania comunista reivindican su lugar más allá de lo político

Aldo Mas

Alemania —

Tras la caída del muro de Berlín, los artista del este alemán fueron despreciados, marginados, olvidados y, también, insultados. “No hay ni un solo artista en la RDA”, llegaba a decir el pintor Georg Baselitz, una prestigiosa voz del arte germano originaria del este alemán, lo que otrora fue la Alemania comunista. Baselitz pronunciaba esa sentencia en una entrevista a una revista especializada en 1990, cuando ya había hecho carrera internacional. Solo matizaba su conclusión apuntando que, si en la RDA hubo artistas, estos eran unos “cabrones” [sic].

Aquellas palabras desencadenaron lo que se ha llamado en Alemania el 'Bilderstreit' o “la pelea de pinturas”. En ella, la Alemania del oeste se enfrentaba a la Alemania del este por una cuestión: ¿Era arte lo que que durante décadas crearon los artistas de la RDA? La pelea argumental comenzaba apenas un año después de la caída del muro de Berlín, de la que este año se cumplen justo tres décadas. Terminó hace poco, muy poco.

La primera prueba de que esa discusión cultural acabó en beneficio de los pintores de la RDA es la muestra que hace unos días abría sus puertas en la ciudad sajona de Leipzig (este germano). Point of No Return (Punto Sin Retorno) se llama la exposición que acoge estos días el Museo de las Artes de Leipzig. A través de unos 300 lienzos, se exhiben varias generaciones de destacados artistas activos en tiempos de la RDA y después de la revolución pacífica con la que cayó el comunismo. El trabajo de un total de 106 pintores se exhibe en este centro.

En muchos sentidos, sus obras y sus nombres quedan rehabilitados a través de la muestra. Se les reconoce, en contra del veredicto de Baselitz, como auténticos artistas. Es la primera vez que una exposición presenta así a los creadores de la RDA tras la Bilderstreit. “Los artistas del este alemán hasta ahora no estaban valorados por el mercado del arte ni por las instituciones museísticas del oeste alemán”, dice a eldiario.es Paul Kaiser, director del Instituto de Dresde para los Estudios Culturales y uno de los comisarios de la exposición.

Gracias a esta muestra, a “los artistas del este alemán se les valora y se les considera artistas y no meros vehículos de proclamas políticas”, comenta Kaiser. La pintora Doris Ziegler es uno de los mejores ejemplos de artistas reconocidos tras 30 años de olvido. En Point of No Return sus obras ocupan ellas solas una habitación. Son pinturas que nunca antes se habían visto.

“En 1988, ella comenzó un ciclo de obras en las que observaba cómo empezó y cómo tuvo lugar la revolución pacífica de 1989, y también lo ocurrido después hasta 1994”, explica Kaiser. Él reconoce que solo ahora, casi 30 años después de la Reunificación, empieza a haber un interés por esta pintora natural de Weimar afincada en Leipzig. “Ahora, gracias a la exposición, preguntan por ella los coleccionistas y los responsables museos. Es increíble que hagan falta 30 años para descubrir que hay una artista como ella”, sostiene Kaiser.

Las obras más destacadas de Zeigler tienen el foco puesto en los años de la transición a la democracia del este alemán. Muchos de los lienzos mostrados en Leipzig abordan aquella época, especialmente traumática para los creadores de la RDA. Conviene recordar, como hacer Kaiser, que con la Reunificación “en los museos se mostraba arte de alemanes del oeste, o artistas internacionales, pero no los artistas del este alemán”.

Incluso ahora una muestra como Point of No Return puede verse, dentro de Alemania, como un viaje a lo desconocido. “Para los Alemanes del oeste y los nacidos después de la Reunificación esto debe ser principalmente y con toda probabilidad una excursión a una territorio minado amenazante, ajeno y extraño”, apuntaba el escritor Peter Richter en el periódico Süddeutsche Zeitung a cuenta de la exposición de los pintores del este. Para Richter, natural de Dresde, la capital de Sajonia, las personas que en su día “socializaron en la RDA” pueden reencontrarse en Leipzig con cuadros que “en otro tiempo significaron algo”.

Artistas por fin reconocidos

Desde un punto de vista artístico, esas obras, salidas en muchos casos de las propias colecciones de los pintores, empiezan ahora a ganar otro significado. “La exposición muestra imágenes que no tienen nada que ver con el proyecto comunista, sino con la autonomía estética de los pintores y el arte que fue posible en la RDA y después. Son pinturas de arte alemán, pero del este alemán”, defiende Kaiser.

Buena parte de los artistas representados en Leipzig forman parte de la disidencia artística que, a su manera, se enfrentó al régimen comunista. “El Estado, el aparato de seguridad del Estado y la represión; esos eran los enemigos de estos artistas, en esto estaban unidos”, plantea Kaiser. La obra del pintor Jürgen Schäfer en la que una estatua indefinida descansa sobre un hombre arrodillado parece decir mucho sobre la relación entre el estado y la ciudadanía durante la RDA.

Según Kaiser, la labor de los artistas expuestos en Leipzig fue fundamental para la transición a la democracia. Sin embargo, este trabajo no ha estado reconocido en el relato de la Reunificación. “Existen muchas formas de disidencia. Hay una forma de disidencia como la oposición política que empezó ser activa y visible en la RDA muy tarde. En Polonia y en Hungría, por otro lado, la actividad de esta oposición era más notoria desde mucho antes. En la RDA no ocurrió así. Este tipo de oposición existió sobre todo al final. Pero hubo una oposición cultural al régimen. Y esto los mostramos en la exposición”, expone Kaiser.

Con esta óptica hay que ver, por ejemplo, el retrato del anarquista que firmara entre 1989 y 1990 Hubertus Giebe. Este pintor se inscribe en la tradición crítica que abrazó la “Perestroika”. “En la RDA se recibió muy bien la 'Perestroika' de [Mijaíl, ndlr.] Gorbachov. Entonces empezaron a producirse en la escena del arte obras y espacios para crear pensando, no en la destrucción del socialismo, sino en su liberalización, en su democratización. Se buscó la revolución desde dentro de las estructuras del Estado”, apunta Kaiser.

Víctimas de la transición a la democracia

Giebe y Johannes Heisig son dos claros exponentes de esta disidencia dentro del comunismo de la RDA. En modo alguno se puede decir que hubo una transposición de sus ideas a la realidad política del este alemán, pero Giebe y Heisig tuvieron suerte. Pudieron seguir creando sin sufrir penurias. Ambos tuvieron trabajo, entre otros, como profesores en la Escuela Superior de Bellas Artes de Dresde. Por su parte, Zeigler también fue afortunada. Ella ha mantenido su carrera como pintora porque ha sido profesora, entre 1993 y 2014, en la Academia de Arte Gráfico y Editorial de Leipzig.

A menudo, los artistas del este alemán sufrieron “situaciones económicas amenazantes para sus vidas tras la revolución pacífica de 1989”, según Kaiser. “Antes de la transición tenían problemas políticos con el Estado, porque se decantaban por la libertad. Pero después de 1990 tenían un problema con la economía, porque el nuevo Estado y el nuevo mercado del arte marginó su obra”, abunda el comisario de la muestra.

Que estos artistas no han tenido recorridos existenciales fáciles es algo que se intuye en el tono de las obras expuestas estos días en el Museo de las Artes de Leipzig. Especialmente en los años ochenta, “la situación de la sociedad era de agonía, esto se reconoce claramente en los cuadros”, cuenta Kaiser.

Los personajes que representa Norbert Wagenbert en uno de sus lienzos, donde un hombre y una mujer luchan por salir de una superficie gris, resume en buena medida cómo muchos alemanes del este – especialmente los artistas – vivieron la caída del comunismo. Aquello fue una liberación dolorosa. “Muchos celebraron la caída del muro de Berlín y participaron en su caída. Trabajaron contra el Estado. Pero las nuevas condiciones sociales tampoco les gustaron, entre otras cosas porque ellos, en ese nuevo mundo, no habían sido aceptados como artistas”, concluye Kaiser.