El arte del trampantojo, definido a través de pinturas hiperreales desde el siglo XV es el protagonista de la exposición que inaugura el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza este miércoles 16 de marzo.
Engañar al ojo ateniéndose a las leyes de la óptica y la perspectiva ha tenido larga presencia en el arte, con especial florecimiento en el Renacimiento y el Barroco, decayendo en el Romanticismo, sin llegar nunca a desaparecer.
La exposición Hiperreal. El arte del trampantojo, organizada con la colaboración de la Comunidad de Madrid, trae al museo madrileño un centenar de obras de todo el mundo, ordenando las piezas por materias y escenarios, independientemente de su fecha de ejecución.
Guillermo Solana, director artístico del museo, durante la presentación en rueda de prensa este martes, ha recordado que el trampantojo tiene una reputación de “arte para bobos”, sobre todo en el siglo XIX: “Era como un género para gente ingenua”, ha dicho, aunque en realidad se trata de un género “más filosófico, porque es metapictórico”.
Las diferentes áreas temáticas de la exposición son: Puesta en escena, dedicado al bodegón; Figuras, encuadres y límites, sobre el engaño a través del marco pintado; Huecos para curiosos, representaciones de hornacinas, vanos o armarios con objetos diversos que sorprenden por su ilusionismo; Muros fingidos: tablones y paredes, convertidos en escenarios para exhibir objetos que muestran la pericia del pintor; Desorden perfecto, dedicado a los rincones de artista y a los quod libet (una figura integrada en un fondo), subgéneros del trampantojo; Llamada a los sentidos, con composiciones cuyo tema principal son las esculturas y las flores; Renovación americana y su estela, dedicado a los renovadores del género en Estados Unidos y a su influencia, y Trampantojo moderno, con piezas que destacan por mostrar la habilidad y la imaginación de sus autores para sorprender, con especial atención a los siglos XX y XXI.
A esta organización, Solana la ha denominado “caosmos”: “una mezcla de caos y orden” ya que “hay una cierta impresión inicial de caos, pero no hay que dejarse engañar tan fácilmente”.
La muestra termina con una obra del escultor Isidro Blasco, encargada ex profeso para cerrar el recorrido.