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La autora del libro que anticipó el ascenso de Trump: “La división entre campo y ciudad se ha intensificado desde 2016”

La profesora y escritora Katherine Cramer.

María Ramírez

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Unos meses antes de la victoria de Donald Trump en 2016, Katherine Cramer, profesora de Políticas de la Universidad de Wisconsin-Madison, publicó el libro que luego serviría para explicar un resultado que sorprendió a gran parte del país. La política del resentimiento retrata el sentimiento de abandono e injusticia de la población rural de Wisconsin y cómo el entonces gobernador, el republicano Scott Walker, había explotado ese enfado que se manifestaba en rencor contra las ciudades más grandes y prósperas para recortar los derechos laborales de profesores y otros empleados públicos.

El libro no menciona ni una sola vez a Trump, pero sirvió para explicar la brecha de identidad y el desconocimiento mutuo entre comunidades en todo el país. En 2016, Wisconsin fue uno de los estados que le dio al republicano la victoria contra Hillary Clinton por 22.000 votos, o siete décimas, después de décadas de apoyo a candidatos demócratas a la Casa Blanca (Biden lo ganó por un margen parecido en 2020 y ahora las encuestas anticipan un resultado ajustado en las elecciones del 5 de noviembre).

El estudio innovador de Cramer de la opinión pública consistió en sesiones de “escucha” durante años en grupos de amigos que se reunían en bares de gasolinera, diners o iglesias. Lo hizo durante cinco años con 39 grupos repartidos en 27 comunidades de Wisconsin. Así documentó la desconfianza y el enfado más allá de las caricaturas que a menudo se hacían de los residentes, mayoritariamente blancos, de las zonas rurales.

Desde 2018, Cramer también ha replicado su método como profesora invitada en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y ha dirigido una comisión para reimaginar la economía de la Academia Americana de Artes y Ciencias. Sus recomendaciones incluyen dar más permisos para construir viviendas, facilitar las candidaturas políticas de vecinos en zonas rurales, dar educación financiera a los más pobres o acabar con desgravaciones para los más ricos. La comisión también propone una nueva métrica para estudiar el bienestar más allá del crecimiento y que incluya la salud, la seguridad económica y el nivel de oportunidades.

Cramer está escribiendo ahora otro libro sobre cómo el país ha respondido al cambio social y económico desde la década de 1960. La profesora de Wisconsin reconoce los límites de acción por el bloqueo político y la influencia nefasta de políticos más centrados en explotar la ira que en solucionarla, pero sigue creyendo en el poder de escuchar y el deseo común de una política más civilizada. 

Esta es nuestra conversación editada por extensión y claridad.

¿Qué ha cambiado desde 2016?

El cambio más importante es que la división entre el campo y la ciudad se ha intensificado. Yo hice mi investigación centrada en Wisconsin, pero la oportunidad de compartirla en otros lugares me ha dejado claro cuán común es este tipo de división en Estados Unidos y en todo el mundo. Con esta división me refiero al aumento de las personas en las áreas rurales que se sienten rezagadas económica y culturalmente, y a cómo los políticos han aprovechado eso, sobre todo los partidos de derecha y los populistas radicales de derecha. Esa división ha aumentado en Wisconsin, en Estados Unidos y en muchas democracias alrededor del mundo.  

Otra cosa que ha cambiado es nuestra conciencia de ello. A veces me pregunto si ponerle un nombre a lo que está pasando políticamente contribuye en cierto modo a que la gente de las zonas rurales se incline más hacia la derecha y la gente de las zonas urbanas se incline más hacia la izquierda.

¿La política del resentimiento que usted describe se está extendiendo fuera de áreas rurales a ciudades pequeñas o a otros segmentos de la población?

Sí, en cierto modo. Es bastante común en Estados Unidos que incluso gente en las ciudades se identifique como rural. La llamada división campo-ciudad se ha vuelto muy simbólica porque se ha convertido en nuestra división partidista. Y debido al sistema de dos partidos, la división es tan clara que la gente se evalúa y se identifica con botas de vaquero, rancheras o música country: no tienes que vivir en un área rural para adoptar esas cosas como significantes del tipo de persona que eres. Y así se ha extendido no sólo a otros lugares, sino a otras personas. También diría lo mismo en el lado urbano, con personas que también han adoptado más significantes urbanos para decir “soy una persona de ciudad”.

¿Hasta qué punto se trata más que nada de una división por educación?

Desde luego, esto es así en Estados Unidos. Cada vez más, nuestra división partidista se caracteriza por personas con un título universitario y personas sin un título universitario. Si tienes un título universitario, es más probable que votes por el Partido Demócrata. Y si no, es más probable que votes por el Partido Republicano, especialmente entre los blancos.

Como persona que trabaja en la educación superior, no pienso en la educación como una cuestión partidista. Con demasiada frecuencia, en muchas culturas, asumimos que las personas con mayor educación son más valiosas e incluso mejores personas, lo cual no es cierto. Hay arrogancia. Eso no es útil para una democracia: lo esencial en una democracia es que las personas se respeten unas a otras porque estamos tomando decisiones que afectan a las vidas de los demás. Sin embargo, también creo que en una democracia es bueno valorar el conocimiento y respetar las instituciones que lo cultivan. Si la educación misma se convierte en una cuestión política, eso no augura nada bueno para el futuro de la democracia. Esto me preocupa.

Cada vez más, nuestra división partidista se caracteriza por personas con un título universitario y personas sin un título universitario. Si tienes un título universitario, es más probable que votes por el Partido Demócrata. Y si no, es más probable que votes por el Partido Republicano, especialmente entre los blancos

Usted describe en el libro cómo era percibida de manera negativa en esos grupos porque venía de la universidad. 

Empecé mi trabajo de campo en 2007, pero incluso entonces la gente percibía que las personas que trabajaban en la educación superior eran elitistas y despreciaban a las personas que no tenían un título universitario. Hay algo de verdad en eso, desgraciadamente. Fue interesante cómo en sólo unos minutos conmigo se rompían barreras. Y la gente decía cosas como “eres la primera profesora con la que he hablado que es normal”.

A veces, se simplifica el apoyo a Trump como “votantes de clase blanca trabajadora”. ¿Es una buena definición?

Cada vez más miembros de la llamada clase trabajadora blanca, sobre todo cuando se define eso por educación, votan por el Partido Republicano o han votado por Trump. Pero ese no es el alcance de toda su coalición. Hay muchas personas educadas, no necesariamente de clase trabajadora, que han votado por él, y desde luego no solo de áreas rurales, sino también de áreas suburbanas. La población blanca es una parte central de su electorado. “Clase trabajadora blanca” es una explicación demasiado simple de quién está votando por él. Y en 2020 también hubo un número significativo de hombres negros y latinos que votaron por él. 

En una democracia es bueno valorar el conocimiento y respetar las instituciones que lo cultivan. Si la educación misma se convierte en una cuestión política, eso no augura nada bueno para el futuro de la democracia

En Europa me suelen preguntar cómo las elecciones pueden estar tan ajustadas no tanto por las ideas, sino por el nivel de mentiras y de insultos de Trump. ¿Por qué tantos votantes siguen conectando con su mensaje?

Puede que a la gente le resulte difícil entenderlo. Cada comentario contra Trump que escuché en 2016 también lo escuché sobre Hillary Clinton. Cosas como “¿cómo puede la gente apoyarla?” “es una mentirosa” “¿de dónde saca la gente información?”. 

Es sorprendente lo similar que eran los comentarios. Y el hecho de que la gente tenga estas preguntas demuestra hasta qué punto vivimos en mundos informativos diferentes donde tenemos poca comprensión de dónde vienen las personas con una inclinación política diferente. 

Es útil que la gente entienda que un voto a Trump a veces es menos un apoyo a él que un rechazo al otro lado. En 2016, hubo una reacción visceral ante Clinton de personas que veían al Partido Demócrata como un partido elitista, muy alejado de sus vidas y que menospreciaba a personas como ellas. Es útil entender el apoyo a Trump también como oposición al otro lado. A veces la gente asume que sus votantes son partidarios fervientes de Trump. Parte lo son, pero también hay una parte del electorado a la que no le agrada mucho, pero no quiere a Kamala Harris o al Partido Demócrata.

Vivimos en mundos informativos diferentes donde tenemos poca comprensión de dónde vienen las personas con una inclinación política diferente

¿Ese tipo de oposición ha persistido más allá de Hillary Clinton, que era una figura con una larga trayectoria pública? 

Es parte de la estrategia del Partido Republicano: vincular a Kamala Harris con Biden y pintarlos a todos como parte de una camarilla, como una fuerza a la que hay que resistir. 

Usted dice que no es correcto pensar que algo falla en los votantes, sino que algo falla en el sistema. ¿Qué falla en el sistema? 

Gastamos mucha energía pensando en lo que les pasa a las personas que votan por el otro lado. Pasa en ambos lados. Y distrae mucho del hecho de que hay muchos cambios en nuestro mundo y la gente se siente muy insegura. 

La estructura de la economía estadounidense hace que muchas personas se sientan en una posición muy precaria. Y la pandemia no ayudó. De una manera muy evidente, mostró a la gente que pueden ocurrir cambios rápidos que pongan en riesgo su salud y su situación financiera. 

Cuando la gente se encuentra en una situación precaria y está desconcertada por el cambio climático y los cambios en la economía y en la composición demográfica de su país, quiere una historia de lo que sucedió. Sea como sea como te definas, quieres saber que todavía hay un lugar en el mundo para personas como tú. Esto hace que sea mucho más fácil para un político presentar una historia muy simplificada y entretejer todas esas incertidumbres y decir, “tienes razón en estar tan enojado y es su culpa”, y señalar con el dedo culpable a algún objetivo que amplifica la forma de pensar de “nosotros contra ellos”. Las preferencias del electorado son parte de la historia, pero la voluntad de los políticos, en especial de Trump, de jugar con los miedos de la gente empuja a repetir que el fin del mundo se acerca si gana el otro lado.

La estructura de la economía estadounidense hace que muchas personas se sientan en una posición muy precaria. Y la pandemia no ayudó. De una manera muy evidente, mostró a la gente que pueden ocurrir cambios rápidos que pongan en riesgo su salud y su situación financiera

Las reformas que usted recomienda en la comisión para reimaginar la economía llevan tiempo y no son respuestas fáciles. ¿Hay alguna manera de comunicar esto de manera simple cuando la respuesta no es simple?

No hay una respuesta sencilla. Intento pensar en cuáles son los cambios institucionales que se pueden hacer para ayudar a reparar lo que está pasando porque confiar en la buena naturaleza del ser humano no parece funcionar en este momento. Si confiamos en el buen comportamiento de la gente para que Estados Unidos regrese a un camino más estable y más humano, no estoy segura de que eso vaya a suceder. 

Lo deprimente es que el cambio institucional requiere que la gente llegue a acuerdos, algo en lo que no somos muy buenos ahora ni a nivel nacional ni en la mayoría de las legislaturas estatales. 

Lo que me da esperanza es que, sobre todo en el nivel de gobierno más local, hay innovaciones y existe una sensación muy generalizada de que las cosas deben ser diferentes. Trabajar con estudiantes universitarios también me da una esperanza porque los jóvenes son más creativos que nunca y quieren un cambio. 

La mayoría de la gente quiere vivir en un mundo en el que se trate a los demás con cierto nivel de dignidad y respeto. Necesitamos que nuestros líderes llamen la atención sobre eso; ahora muchos no lo están haciendo.

¿Alguna de sus recomendaciones ha avanzado aunque sea a nivel local?

Entre las recomendaciones sobre la democracia, está la “conectividad económica”, un término del economista Raj Chetty: la idea de que la conexión económica es el alcance de las relaciones entre personas de distintas situaciones socioeconómicas en un lugar. Hemos demostrado que eso es muy importante para la movilidad económica. Es importante para las personas, sobre todo para las de entornos de bajos ingresos, vivir en un lugar donde haya relaciones entre personas de distintos orígenes socioeconómicos, para tener más oportunidades, saber cómo postularse a la universidad o aprovechar opciones laborales. También es muy importante para la democracia, para que las personas tengan una idea de primera mano de otras diferentes.

Tal vez sea obvio, pero creamos un grupo de trabajo sobre esa recomendación en particular y nos hemos dado cuenta de cuántas ideas innovadoras hay en el país en este sentido. Por ejemplo, hay un club de remo en Boston muy prestigioso y muy competitivo que reúne intencionalmente a niños de orígenes socioeconómicos muy diferentes de toda la ciudad. También están los programas de los YMCA, donde personas muy variadas juegan baloncesto o reciben clase de natación juntas. O programas de bibliotecas.

Hemos charlado con personas de ambos lados a nivel local. Y también con el Consejo de Asesores Económicos de la Administración Biden. La gente utiliza nuestras recomendaciones para reforzar el trabajo que hace. No creo que sea solo un informe en el estante.

Gastamos mucha energía pensando en lo que les pasa a las personas que votan por el otro lado. Pasa en ambos lados. Y distrae mucho del hecho de que hay muchos cambios en nuestro mundo y la gente se siente muy insegura

¿Cómo han funcionado sus proyectos de escucha local desde 2016?

En el Centro de Comunicación Constructiva del MIT, con la organización sin ánimo de lucro Cortico, hemos creado una plataforma para juntar a pequeños grupos de personas. Sus conversaciones se graban y se comparten con responsables políticos, periodistas y otras personas de la comunidad. La plataforma ha sido utilizada por muchas organizaciones sin ánimo de lucro en todo el país y en algunas partes del mundo. 

Un ejemplo reciente de la herramienta es el programa realtalk@MIT para fomentar conversaciones en el campus, y fue impulsado en gran medida por las protestas ante la situación en Gaza y Oriente Próximo. Es un trabajo doloroso. A veces la gente escucha perspectivas que son difíciles de escuchar.

Pero a menudo también permite a las personas dejar de asumir lo que otras están pensando y comprender más a fondo que las perspectivas del otro lado son tan confusas como las suyas. Y eso abre el espacio para la comprensión. Consigues comprender cuando te das cuenta de que algo es más complicado de lo que pensabas, cuando dejas de ver el otro lado como una caricatura y ves un grupo de humanos que se esfuerzan tanto como tú en darle sentido a lo que sucede a su alrededor.

Es un ejemplo, pero lo hemos visto en múltiples comunidades locales. Y creo firmemente que escuchar es una gran parte de lo que debemos hacer.

Consigues comprender cuando te das cuenta de que algo es más complicado de lo que pensabas, cuando dejas de ver el otro lado como una caricatura y ves un grupo de humanos que se esfuerzan tanto como tú en darle sentido a lo que sucede a su alrededor

Pese al esfuerzo de muchos por escuchar, lo que vemos, en protestas o entrevistas a votantes, es gente más enojada. ¿Hay más ira que hace cuatro u ocho años? ¿O reciben más atención los grupos más violentos y enfadados?

Cuando vemos rabia y violencia, es importante prestarles atención. Pero me preocupa la necesidad de los medios de comunicación de mantenerse en el negocio. Hace que sea aún más atractivo prestar atención a esas cosas y no a las más mundanas, a las partes esenciales de la democracia, que son las personas que están un poco confundidas y tratan de salir del paso y darle sentido a las cosas. No hay ninguna historia llamativa sobre eso. La naturaleza cotidiana de la democracia es bastante aburrida y tediosa, pero mucho más común que la violencia o la ira, y probablemente más difícil de caracterizar. 

La naturaleza cotidiana de la democracia es bastante aburrida y tediosa, pero mucho más común que la violencia o la ira, y probablemente más difícil de caracterizar.

¿Ve alguna señal de cambio en Wisconsin? Años antes de 2016 el estado reflejaba historias que tal vez no escuchamos lo suficiente.

La gran historia son los cambios que han ocurrido en la élite. Mi libro se centró en nuestro gobernador, el republicano Scott Walker, y la forma en que aprovechó los sentimientos de la gente en las zonas rurales de que no era respetada y no recibía lo que le tocaba. Pero la persona que lo sucedió fue el demócrata Tony Evers, que luego ganó la reelección. Él es un político que se describe a sí mismo como aburrido. Ha sido una mano firme en el estado, una persona amable y discreta con el estilo típico del Medio Oeste.

En 2016, sobre todo la gente de izquierda veía a Wisconsin como un lugar que había perdido el rumbo y que estaba dispuesto a votar por alguien muy grandilocuente, racista y misógino en su retórica. Y se creó una caricatura de Wisconsin como un semillero del populismo de derecha. 

Pero, en realidad, Wisconsin es un lugar donde hay sentimientos intensos en ambos lados. Y hay mucha gente que quiere que la política sea fundamentalmente diferente. 

Pasamos de Scott Walker a Tony Evers, que es mucho más insulso. Y ahora tenemos un senador republicano y una senadora demócrata que fue la primera mujer abiertamente gay en el Senado y tiene un atractivo notable entre las comunidades rurales. Wisconsin es un lugar donde no es fácil encasillar a la gente.

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