El año pasado, Argentina 1985, la película dirigida por Santiago Mitre con Ricardo Darín como protagonista, se convirtió en un pequeño fenómeno gracias al boca oreja y todos los premios ganados (Globo de Oro a la mejor película de hablan no inglesa incluido). En España, la película emocionaba de una forma particular. Uno veía en la pantalla a un país que juzgó a su dictador, que sentó en el banquillo de los acusados a los perpetradores de los asesinatos y las torturas que había sufrido su ciudadanía durante años. Mientras, aquí, Franco murió plácidamente en la cama dejando todo “atado y bien atado”, como dijo el dictador español en su discurso de 1969 y como posteriormente se llamó la segunda parte del documental sobre la Transición que realizaron Cecilia y Juan José Bartolomé.
Una de las cosas que sorprendían de Argentina, 1985 fue descubrir que aquel juicio fue televisado. Fueron esas imágenes, las de las víctimas contando las atrocidades de la dictadura, las de los familiares llorando por las personas secuestradas que nunca volvieron, lo que hizo que nadie pudiera dudar de lo que había ocurrido. El dictador fue juzgado y todos pudieron ver y escuchar los actos de los que fue responsable. Mitre optó por recrear aquellos testimonios, pero si aquello fue grabado, en algún lugar deberían estar las imágenes reales que inspiraron el filme.
El director Ulises de la Orden es quien nos las ofrece ahora en El juicio, una película documental que ordena, monta y estructura las grabaciones reales de los juicios de las juntas para crear un documental imprescindible con forma de thriller. Uno tan trepidante como el protagonizado por Darín, solo que sin dramatización, escuchando y viendo a las personas reales que las protagonizaron. De la Orden consigue una fuerza dramática sorprendente al tratarse de imágenes ya realizadas y sin un fin narrativo, pero él consigue resumir aquellas 530 horas de material en una obra contundente que no llega a las tres horas de duración. Porque por mucho que emocione Argentina, 1985, no es lo mismo escuchar las palabras en boca de un intérprete que de las víctimas auténticas.
De la Orden pasó siete meses visualizando el material con un equipo de otras dos personas. Un proceso que terminó una semana antes de que se declarara la cuarentena. La COVID-19 paró el proyecto, pero uno de los montadores comenzó a dar forma y ordenar las imágenes. Cuando pudieron volver a verse, los tres continuaron un montaje conjunto que les llevó dos años. Un tiempo al que hay que sumar otros siete meses de postproducciòn y restauración de imagen y sonido para armar toda la película que ahora ya se puede ver en la plataforma Filmin.
Una película que hace pensar en Shoah (el documental de 1985 de 10 horas de duración sobre el Holocausto) y en su director, Claude Lanzmann. En el debate sobre cómo hablar de un genocidio, cómo mostrar el dolor de las víctimas. Un pensamiento que fue “casi permanente durante la película”, como confiesa Ulises de la Orden. “La película se pone a prueba cada vez que la ve un superviviente”, añade. Para él, su película acude “al grado cero de la historia, al archivo grabado, no hay otro archivo más profundo que este”. “Esto tenía varias capas de compromiso. Había que entender con qué material estábamos operando y que estábamos tratando una de las partes más delicadas de nuestra historia. Había que asumir la responsabilidad y entender que las decisiones no podían ser caprichosas ni unipersonales”, explica.
Había que entender con qué material estábamos operando y que estábamos tratando una de las partes más delicadas de nuestra historia. Había que asumir la responsabilidad
Para ello, decidieron que serían los que lo vivieron los que testarían el trabajo que se iba haciendo: “Lo que hicimos fue poner muchos cortes de la película a las Madres de Plaza de Mayo, a sobrevivientes, a los jueces, a miembros de la fiscalía y escuchar sus opiniones y operar nosotros a partir de esas respuestas. Eso fue algo que nos enriqueció muchísimo y que nos ayudó también a darle la intensidad a la película, que tenía el riesgo de caer en cierta cuestión explícita que hubiera sido contraproducente”.
Aquel juicio terminó con el alegato final del fiscal Julio Strassera, quien representó a la abogacía del Estado junto a Julio Moreno Ocampo. Un discurso que pone los pelos de punta y que en El juicio se ve dicho por la persona real en el momento real en el que ocurrió. Un momento que es historia de Argentina y del mundo, pero que ahora suena como una frase que corre peligro de caer en el olvido. “A partir de este juicio y de la condena que propugno nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido, sino en la memoria, no en la violencia, sino en la justicia. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ‘Nunca más’”, se escucha y uno no puede evitar pensar que Argentina se enfrenta a la posibilidad de tener un presidente como Javier Milei, negacionista de los crímenes de la dictadura.
“Los procesos sociales de esta envergadura tienen avances y tienen retrocesos”, dice De la Orden y recuerda que “en la década de los 90 Menem indultó a todo el mundo y tuvimos 20 años de retroceso”, mientras que en 2004 y 2005, “el Gobierno de Kirchner declaró inconstitucionales las leyes de impunidad y recomenzó todo el proceso de justicia”. Cree que son “partes del mismo proceso” y que este “avance de la de la extrema derecha es uno de esos retrocesos” del que confía que saldrá “un avance posteriormente”.
Aunque esas fuerzas de retroceso siempre han estado, sí que reconoce que “esta es la primera vez que hay una fuerza de extrema derecha que no solo es negacionista, sino que es reivindicadora de la dictadura”. “Son explícitos. Lo dicen claramente. Es la primera vez que una fuerza de ese tipo accede a un porcentaje tan alto de los votos. Yo creo que no van a ganar las elecciones, pero la posibilidad de que ganen existe, y eso nunca había pasado. Macri tuvo sus intentos también de detener el proceso de justicia. De hecho, los obstaculizaron bastante, pero no avanzaron por ese lado, pero esto es peor, esto es más grave”, zanja.
Esta es la primera vez que en Argentina hay una fuerza de extrema derecha que no solo es negacionista, sino que es reivindicadora de la dictadura
Cree que esto también debería hacer pensar. Analizar cómo se ha llegado a que “un porcentaje del electorado argentino esté tomando esa opción y pensar muy seriamente qué es lo que no está dicho, qué es lo que no se está comunicado o qué se hizo mal para llegar aquí”. Una extrema derecha que también quiere cerrar el Instituto Nacional de Cinematografía Argentino (INCAA) porque, como describe Ulises de la Orden, es una derecha “históricamente antinacional”.
“Odian al país que quieren gobernar. Y el cine es una excelente forma de contarnos qué país somos. Esta gente odia al país que quiere gobernar. Lo odian profundamente. No sé para qué mierda lo quieren gobernar, no sé por qué no se van a vivir a otro lado también”, dice. A pesar de todo, mantiene el optimismo, y se niega a creer que alguien que quiere borrar la historia de Argentina pueda ganar: “No van a ganar. Están diciendo tantas pavadas que no pueden sumar votos”.