Albert Serra gana la Concha de Oro con ‘Tardes de soledad’, su portentoso y polémico documental sobre los toros
Los premios de los Festivales de Cine son una lotería. Rara vez coinciden con lo que piensa la prensa, con la que la crítica coloca los días previos como favorita. De hecho, hasta el propio término ‘fallo’ del jurado induce a un juego de palabras sobre la dificultad de acertar. Sin embargo, el jurado de esta edición del Festival de San Sebastián cuadró un palmarés prácticamente impoluto -aunque con alguna sorpresa-, comenzando por una Concha de Oro impepinable, la que se llevó Albert Serra por su polémico -días antes de la presentación desde PACMA se pidió su retirada de la competición- y portentoso documental sobre la tauromaquia, Tardes de soledad.
El filme de Serra, uno de los autores más importantes del cine español actualmente y uno de los pocos por el que se pegan los festivales internacionales, era la propuesta que rompió el festival a la mitad. Fue el evento del Zinemaldia, por relevancia y curiosidad. Tras verla estaba claro que también lo partió por la mitad a nivel cinematográfico. Era difícil que una obra de Sección Oficial estuviera al nivel del imponente retrato del director a la tauromaquia.
Con un acceso inaudito, Serra coloca su cámara a ras de arena y muestra lo que ocurre ahí dentro. Un espectáculo violento donde alguno verá fascinación, pero donde solo hay barbarie. Serra no juzga, pero al mirar tan de cerca, al mirar sin cortapisas, ofrece un relato del absurdo y lo salvaje. Nos lanza a la cara su película para que la recojamos y hagamos con ella lo que queramos. Si su retrato de la plaza es tremendo, no lo es menos el que hace de las bambalinas de esa cuadrilla llena de testosterona y de una masculinidad vestida de traje de luces.
La presidenta del jurado, Jaione Camborda -ganadora de la Cocha de Oro el año pasado por O Corno-, destacó “su poder artístico” y que “con su lenguaje cinematográfico otorga espacio al espectador para juzgar”. “Creemos en el poder del arte para generar movimiento, y esta obra nos permite reflexionar sobre los límites de la expresión artística, el miedo, la brutalidad o la masculinidad, entre otros aspectos”, añadió. Por su parte, Serra -que también ganó el premio que otorga la Asociación de Informadores Cinematográficos- se acordó “inevitablemente”, de “los protagonistas de la película”. “Acercarse a este grado de intimidad de una gente que es singular es un privilegio, un honor y quería agradecerles permitírnoslo. A Andrés Roca Rey y a su cuadrilla. Gracias a ellos la película existe y tiene un lado genuino que no se pueden encontrar en tantas otras películas. Solo el cine de autor osado puede ir al fondo de una cuestión, incluida esta”, añadió.
Con la Concha de Plata al a Mejor dirección el jurado lanzó una declaración de intenciones con su único premio ex aequo. Premió dos óperas primas de dos talentos emergentes, pero haciendo un cine radicalmente diferente. Por un lado, el cine social de una nueva generación representado por Laura Carreira, que con On falling se había colocado como una de las grandes favoritas a todo este año. Un retrato de la precariedad laboral, de las nuevas formas de explotación y de la falta de redes sindicales y asociativas que ha producido Ken Loach, pero que recurre a una sequedad que conmociona.
Lo compartió con Pedro Martín-Calero, otro ‘novato’ que sorprendió con El llanto, filme de terror producido por Caballo Films, la productora de Rodrigo Sorogoyen, y que ha escrito junto a Isabel Peña. Una película que ha dividido a la crítica, pero donde Martín-Calero muestra que en España también hay otras formas de hacer terror y de hacer que hable de temas actuales como la violencia hacia las mujeres y cómo la sociedad nunca las cree. Martín-Calero se acordó del equipo técnico y del apoyo del instituto nacional de cine argentino para criticar las políticas de Milei contra el sector audiovisual. “El llanto habla de la violencia machista, un tema central de nuestra sociedad del que todos somos responsables”, añadió el cineasta.
Mucho cine español
La otra lectura que se puede hacer del palmarés es que el cine español vive un momento dulce. Este San Sebastián llegaba poco después del reciente León de Oro para Pedro Almodóvar -que en Donostia recogió el Premio Donostia por toda su carrera- por La habitación de al lado, y cierra con tres de las cuatro películas españolas en el palmarés. La tercera en entrar fue Los destellos, otra de las favoritas que tuvo que conformarse con el premio a la mejor interpretación -el Zinemaldia no distingue por género en sus premios- para Patricia López Arnáiz, ahora mismo una de las actrices más en forma que se emocionó hasta las lágrimas en el escenario y se lo dedicó a la directora, Pilar Palomero. También en Nuevos Directores hubo recompensa con la Mención Especial al debut de C. Tangana, La guitarra flamenca de Yerai Cortés, un documental con ecos de Saura que ha sido una de las sorpresas de esta edición.
El premio especial del jurado -que puede destacar cualquier aspecto de una de las películas en competición- fue para todo el reparto de The last showgirl, de Gia Coppola. Una película que supone la resurrección de Pamela Anderson, que se reivindicó como actriz con esta mirada empática y llena de cariño de la nieta del director de El Padrino hacia una bailarina de variedades de Las Vegas de más de 50 años a la que anuncian que se quedará en paro ya que cierra el show donde trabaja. Ambas subieron al escenario a recoger el galardón y Anderson se acordó del resto del reparto, en el que están Jamie Lee Curtis o Dave Bautista.
La sorpresa del palmarés llegó con la inclusión con dos premios de Cuando cae el otoño, de François Ozon, un filme menor del cineasta francés que se llevó las menciones a la Mejor interpretación de reparto, para Pierre Lottin, y el mejor guion, que también recogió el intérprete. Entendible lo primero. Lottin -que recogió con dardo a Macron agradeciendo su “escucha”- tiene presencia, carisma, y es uno de los actores franceses del momento. Menos comprensible lo del guion, sobre todo teniendo en cuenta que se lo lleva por encima de títulos como Mi única familia, el desolador retrato de Mike Leigh que se iba de vacío a pesar de convencer a la crítica y de ser uno de los mejores en competición. Un palmarés que se cerraba con otro premio impepinable, el de la Mejor fotografía para la película china Bound in heaven, thriller rodado con gusto exquisito y otro prometedor debut de la cineasta Xin Huo.
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