Este 27 de marzo se entregan los Oscar, donde la presencia española en las nominaciones es sorprendentemente contundente. Tener a Alberto Iglesias y Penélope Cruz por Madres paralelas y a Javier Bardem por Ser los Ricardo basta para sumirse en el orgullo patrio, pero no debería soslayarse el nombre de Alberto Mielgo en la categoría de Mejor corto animado, donde compite con The Windshield Wiper (El limpiaparabrisas). Y es que, a poco que se haya atendido al devenir reciente de la animación, Mielgo es un nombre básico. Su trabajo en uno de los cortos más espectaculares de Love, Death & Robots (La testigo) así lo demuestra. Desafortunadamente, no se incluirán en la gala la entrega de los premios a los que optan Mielgo e Iglesias.
“Fue un antes y un después en mi carrera. Ha impactado incluso dentro de Hollywood, con grandes productores contándome que les ha flipado”, cuenta Mielgo (Torrelodones, 1979). Pero este hito es solo eso, un hito, dentro de una trayectoria de dos décadas que incluye la fundación de un estudio propio (Pinkman.tv, “nombre sin significado más allá de ser una suerte de superhéroe que tengo por desarrollar”) y la dirección artística de una película de animación tan revolucionaria como Spider-Man: Un nuevo universo. Aunque Mielgo abandonara la producción, su huella es indeleble. Una huella que los Oscar podrían consagrar.
Su currículum es impresionante, y se remonta a producciones españolas (El Cid y Dragon Hill) que ganaron el Goya. ¿Cómo fueron esos inicios en la industria y qué motivó empezar a trabajar en el extranjero, entre Londres y Los Ángeles?
De los inicios puedo contar poco porque era un chavalín y me fui pronto. Tengo buenos recuerdos, ya que no tenía experiencia y me dieron una oportunidad que es posible que yo ahora mismo no diera en mi estudio. Pero siempre he estado fuera hasta hace tres o cuatro años, cuando me he instalado en Madrid. Empecé yéndome a Londres y encadené curros. Las carreras siempre son así. Uno pasa de un proyecto bueno a trabajar en un restaurante, y luego a otro proyecto bueno. Así fue durante años, pero llegó un momento en que mi carrera se estabilizó y fundé Pinkman.tv. Quería demostrarle al personal que podía dirigir animación, un tipo de animación distinto, y desarrollé varias piezas en 2D que se movieron bastante. A partir de ahí me empezaron a llamar, y fui consiguiendo responsabilidades más grandes.
Uno de sus primeros trabajos fue la intro del videojuego The Beatles: Rock Band, donde se perciben influencias lisérgicas de la película Yellow Submarine. Puede servirnos para indagar en su estilo. ¿Qué referentes destacaría?
He crecido con los cómics; lo primero que leí fue Tintín o Astérix. Todo eso me ha influido, pero nunca como un trampolín que me impulse, en plan 'voy a inspirarme directamente en esto'. Nunca terminé un curso en una escuela o en una universidad. Como siempre lo he aprendido todo por mí mismo, mi estilo fue el resultado de una persona que trataba de resolver sus problemas artísticos como podía, sin tener ni idea de lo que estaba haciendo.
Aún así son constantes en su trabajo la violencia y los desnudos femeninos. Es lo que me lleva a pensar en Ralph Bakshi y en cómo este trabajaba la animación como disidencia, oponiéndose a la consideración habitual de que su destino es el público familiar.
Coincido en que la animación debe escandalizar para salir del molde infantil. Fíjate por ejemplo en cuando se intenta hacer películas animadas no recomendadas para menores de 13 años. Eso nunca funciona, ese público no existe: tienes que hacer películas infantiles o películas para adultos, para que los chavales de 13 se vean las segundas. Love, Death & Robots fue revulsiva: nadie se esperaba algo tan violento y explícito, y fue un éxito que lo ha cambiado todo. Estoy teniendo conversaciones con productores que hace cuatro años nadie se habría planteado. Tienes que entrar dando un golpe fuerte que espabile al personal. Es algo que me enorgullece porque la animación me fascina y desde hace tiempo veía que estaba en crisis. Es decir, a nivel comercial estaba en pleno apogeo, pero a nivel creativo me parecía que estábamos atrapados en el mismo animalito de siempre que tiene que salvar al mundo.
Ahora habría que hablar de Spider-Man: Un nuevo universo, cuya producción abandonaste pero que si revisamos los bocetos es evidente que fueron idea tuya los planos más famosos del filme, como aquel de Miles Morales "zambulléndose” en la ciudad. ¿Cómo te sientes en relación al fenómeno que ha supuesto esta película?
En la industria de la animación todo el mundo me conoce, sabe el papel que tuve ahí. A mí me llamaron para desarrollar visualmente todo el proyecto, así que viajé a Nueva York, subí a rascacielos, tomé fotos… establecí la base de la dirección de arte. Estuve casi dos años y dejé una huella muy bestia. Los artistas que quedaron hicieron, desde luego, un trabajo fino y brillante, y todos nos llevamos muy bien y supieron honrar el trabajo que les dejé hecho. Y en efecto Spider-Man fue otro cambio radical. No es que fuera incómodo o visceral, pero a nivel estético sí que parecía algo muy nuevo. Cuando yo planteé el lenguaje gráfico, muy parecido a los cómics con la utilización de bocadillos y onomatopeyas… pues a ver, acostumbrados a Frozen y al look de Pixar, aquello se veía súper fresco y funcionó muy bien.
Llegamos, por fin, a El limpiaparabrisas, que surge de una colaboración con el animador Leo Sanchez y Pastel, productora de Barry Jenkins (cineasta ganador del Oscar por Moonlight). ¿Cómo fue el proceso?
Leo y yo nos conocimos en Londres hace años, y volvimos a coincidir en Los Ángeles. Empecé a desarrollar El limpiaparabrisas con el estudio Framestore, pero no acababa de sacarle el partido que quería y acudí a Leo. Le enseñé los storyboards y a Leo, que entonces estaba empezando con su propio estudio, le gustaron. Pensamos ‘venga, hagámoslo entre los dos’. Leo está especializado en modelado de personajes. Ha trabajado para todo el mundo, de Disney a DreamWorks, y el resultado es el que ves: básicamente los dos echando miles y miles de horas, trabajando mano a mano. Es una coproducción entre Pinkman.tv y Leo Sanchez Studio, pero más bien es una fusión. Lo que Pastel ha hecho, por otro lado, es sobre todo apadrinarnos. La gente de Pastel vio La testigo en su día y me dijeron que les encantaría trabajar conmigo. Así que les pasé El limpiaparabrisas casi terminado. Se comprometieron a ayudarnos en lo que pudieran, contribuir a que llegara lejos. Acudir a todos los eventos de la mano de Barry Jenkins, organizar conferencias con él, cosas así. Algo que siempre viene bien porque somos muy independientes, y no tenemos un duro para promocionar el corto.
El limpiaparabrisas gira en torno a la idea del amor, y tiene un tono que se distancia drásticamente de tus trabajos previos. ¿Qué le movió a hacerlo?
Simplemente quería hablar de algo tan actual como es el amor. Es decir, el amor siempre es actual, pero siempre va un poco por detrás también, a rastras de cómo la sociedad va evolucionando. Si fuera por delante no habría guerras de ningún tipo, al fin y al cabo. En esta sociedad, no hace tanto, lo importante en las relaciones era crear una familia fuerte para labrar la tierra y ayudar en casa. Hoy día eso ya no es tan importante. Hoy día lo importante es tu desarrollo individual, tu protagonismo, tu carrera. Ya que ahora las relaciones no están basadas en el compromiso y el individualismo manda, quería hablar en El limpiaparabrisas de lo que es el amor hoy, de lo que son las relaciones. De cómo el amor evoluciona, se aliena.
Es muy llamativa, dentro del corto, la imagen tan escéptica que da de Tinder…
Tinder deja clara la visión de lo que comentaba, cómo el compromiso ya no es importante. La gente no está lista para el compromiso, ¿y por qué? Porque hay muchísima oferta: antes tenías a tus vecinos, tus amigos, unos cuantos kilómetros cuadrados, pero ahora la gente contacta con otros países. Es un poco lo que refleja la escena. No lo critico, porque también hay algo valioso que es precisamente eso, la accesibilidad hacia gente que jamás habrías conocido de no ser por una aplicación de estas. Solo quiero hablar de lo que es el amor hoy; no es una crítica sino una visión objetiva, casi vouyerística. La cámara no se entromete, solo comparte la visión de ese personaje externo que busca una respuesta a qué es el amor, y que encuentra una frase que parece servirle: “el amor es una sociedad secreta”.
Cuando nominaron El limpiaparabrisas se dio un contraste muy curioso, aspirando al Oscar mientras que no había sido nominado siquiera al Goya, y poco después de que estallara la polémica sobre quién había dirigido la película galardonada, Valentina. ¿Cuál es su relación actual con la industria de animación española?
Los Goya no nos nominaron porque no nos pudimos presentar. Pinkman.tv es español y la propiedad intelectual es mía, pero mis proyectos son muy internacionales porque en animación puedes trabajar con todo tipo de personas alrededor del mundo, sin centralización alguna. Durante siete años por El limpiaparabrisas ha pasado gente de Australia, EEUU, Francia, Alemania, Italia… así que el corto no se pudo registrar como español. La verdad es que no tengo mucha relación con la industria española y desconozco su funcionamiento. Mis clientes son extranjeros y yo soy mi propia empresa que trabaja y cotiza aquí, pero sin que España le financie nada. Sí creo que el ámbito profesional está muy bien, aunque no se dé una situación como para gastarse cincuenta millones en un largometraje. Hay gente muy buena, con mucho talento.
Finalmente, ¿cree que El limpiaparabrisas puede llevarse el Oscar?
Todo depende de que a la gente le guste, y para que eso pase tiene que verlo. Por eso quiero hacer la mejor campaña posible, dentro de los recursos de los que disponemos. No nos podemos permitir los 10.000 o 20.000 euros que puede costar un anuncio, sin exagerar, en el Hollywood Reporter. Es muy caro, estamos jugando una liga que nos supera. No puedo permitirme estar nominado al Oscar. Por eso la campaña ha de ser interesante, por eso tengo mi corto gratis en internet. Quiero que esté gratis en todos sitios, y cualquier cosa que ando organizando es sin exclusividad. Lo más importante es que el corto se vea.