“Ser mujer no es nada fácil en ningún punto del planeta Tierra, pero es algo fascinante”, afirmó la directora iraní Ida Panahandeh al término de la proyección de Nahid, su primer largometraje. La película ha concursado dentro de la sección oficial de la 60 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
Panahandeh estuvo acompañada de su esposo y coautor del guión, Arsalan Amiri, que pidió a las mujeres de Occidente que acudan a Irán y comprueben por sí mismas la situación de las féminas en ese país, lejos de estereotipos configurados durante décadas, filtrados principalmente a través de los fundamentalismos. “Vivimos en 2015. Lo que veis fuera no pasa aquí dentro porque ahora Irán es uno de los países con mayor número de personas que acuden a la universidad y donde el número de mujeres con estudios superiores es muy alto”, matizó.
La cinta de Panahandeh, Nahid, es el relato de una joven divorciada que no puede emprender una nueva vida sin el riesgo de perder la custodia compartida de su hijo debido a la condición impuesta por su ex marido, lo que provoca una tensión continua entre su condición de madre abnegada y de mujer que no puede rehacer su vida amorosa. Lleva todo el peso de la educación de su único hijo, concebido con un drogadicto en proceso de rehabilitación, una situación que Panahandeh ha recreado a través de vivencias personales aunque con otro origen, el de la guerra entre Irán e Irak. La directora dijo que muchas madres tuvieron que hacerse cargo de la educación y economía familiares “mientras los hombres se encontraban en la guerra”, como ocurrió con su marido.
Nahid no ha tenido ningún problema con la censura. Tampoco es un alegato sobre una supuesta opresión social de las mujeres iraníes. “Tenemos una situación y una cultura diferentes -respecto con la mujer de Occidente-”, dijo Panahandeh. “Todas las mujeres pueden sentir las mismas dificultades” que la protagonista de su primer largometraje, aclaró.
Cisjordania desde la perspectiva de 13 mujeres
Esta cinta ha competido con Dégradé, de los hermanos gemelos y de nacionalidad palestina Tarzan y Arab Nasser, quienes han rodado su película en Ammán (Jordania). Ambientada en una peluquería situada en la franja de Gaza como única localización, los hermanos Asser no obvian el conflicto armado contra Israel, pero han preferido centrar sus críticas en la falta de unión y agresividad mutua, por su forma diferente de encarar el problema, entre las facciones que conforman la resistencia.
No faltan críticas explícitas contra Hamás, los métodos terroristas y las mafias que constriñen a una población civil (2,5 millones de habitantes) con vidas limitadas por su propia seguridad, y confinadas por ello a una atmósfera asfixiante como la que han tratado de reflejar en los pocos metros cuadrados de la peluquería.
“Reflejar la realidad tal como es, representa el primer paso para el cambio”, explicaron los directores en rueda de prensa, quienes criticaron también el tratamiento estereotipado, “pequeño y limitado”, de la mujer palestina en las películas que narran el conflicto bélico contra Israel. “Son normales, hablan de todo y no todas llevan velo”, dijeron.
Las 13 protagonistas de Dégradé coinciden como clientas en la peluquería cuando se ven encerradas en ella por una refriega armada en la calle. Las mujeres están representadas, cada una, a través de distintas personalidades: desde la muy religiosa, hasta la descreída; pasando por la enamorada, la que ansía la maternidad y la sometida a los dictados de la apariencia de clase.
Gracias en parte a estas dos películas, la imagen que Occidente tiene de la mujer en la mayor parte de los países islámicos, sometida a una férrea interpretación del Corán y a los presupuestos de una sociedad machista, ha quedado parcialmente desenfocada con la proyección de sendas películas árabes. Ha concursado también 45 years, la segunda película del británico Andrew Haigh, autor también de un guión donde explora las perturbaciones del pasado lejano, en apariencia un volcán apagado que a veces despierta para condicionar el presente. Como el de un matrimonio casi anciano que se dispone a celebrar sus 45 años de casados cuando afloran el tiempo ido en sus vidas.