La comedia argentina 'Puan' defiende la filosofía como arma contra “el avance de la derecha”

Javier Zurro

27 de marzo de 2024 22:09 h

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La filosofía ha ido desapareciendo poco a poco de los colegios e institutos, y por tanto de la vida. La última reforma educativa, ya con el Gobierno de coalición, no solo no rescataba la materia, atacada desde la ley Wert en 2013, sino que volvía a demostrar que para los políticos la filosofía es una materia de segunda categoría. No solo se ratificó que seguiría sin ser obligatoria en la ESO, sino que dejó de ser una optativa en cuarto como ocurría hasta el cambio tomado en 2022. Es decir, que ahora mismo un alumno puede terminar su educación obligatoria sin haber estudiado ni una sola hora de filosofía.

El valor de la filosofía y de la educación pública está en el centro de Puan, una comedia inteligente y brillante escrita y dirigida por Benjamin Naishtat y María Alché que logran hacer una radiografía a un país que ya olía la amenaza de la llegada de la extrema derecha. El filme, que ganó el premio al mejor guion y al mejor actor (para Marcelo Subiotto) en el pasado Festival de San Sebastián, consigue la carcajada con la historia de este profesor dedicado a la enseñanza en la universidad pública que prevé heredar la cátedra tras la muerte de un compañero sin contar con la llegada de un profesor con aires de celebrity y el rostro de Leonardo Sbaraglia. 

Los cineastas, pareja en la vida real, confirman que la película quiere hablar de algo que se dice en el filme, y es que sin la filosofía uno no sabes ni lo que significa la palabra pueblo. “Ante un avance mundial de las derechas y una sensación donde todo tiene que ir hacia la utilidad, donde parece que estos temas pasan a ser accesorios y que tienen un valor de mercado, la filosofía justamente es lo que te permite ver la realidad como algo no fijo y que te permite tener herramientas para transformarla. Si sacamos esas materias, que nos permiten pensar, o quitamos esas carreras, nos vamos a quedar sin la posibilidad de transformar la realidad”, opinaba María Alché desde el pasado Zinemaldia y a pocos meses de la victoria de Milei.

Naishtat recordaba que eso también ha ocurrido en Uruguay, y que en Argentina parece que podría ocurrir: “Lo dice el personaje de nuestra película, las preguntas más fundamentales son preguntas filosóficas, y la gente filosofa aunque no se dé cuenta muchas veces. Si le quitamos a los jóvenes la capacidad de cuestionarse las cosas, nos enfrentamos a posibilidades muy distópicas. Una sociedad que no se cuestiona, que no se hace preguntas importantes, tiene el riesgo de ir derecho hacia cualquier tipo de abismo, que es lo que parece que está pasando hoy”.

Puan también propone sacar la filosofía a la calle, que no sea algo que solo es propiedad de los universitarios. Acabar con la brecha de clase en la cultura y la educación, algo que los cineastas confiesan que querían abordar en el filme. “Nuestra idea era cuestionar esa capacidad, o ese defecto, que tiene a veces la academia de replegarse sobre sí misma, de ponerse un poco endogámica o sofisticada, a tono también con lo que el mercado le exige, que es la ultraespecificidad, los papers, las publicaciones… cuando en realidad el pueblo, la sociedad, la calle, necesitan que las humanidades bajen, que la cultura baje, que las cosas transiten, se retroalimenten de la calle y vuelvan a las aulas para que haya un ecosistema donde el pensamiento circule y que no puede ser el lujo de unos pocos privilegiados”, subraya Naishtat.

El pueblo necesita que las humanidades bajen y se retroalimenten de la calle, que haya un ecosistema donde el pensamiento circule y que no puede ser el lujo de unos pocos privilegiados

La película se escribió hace cuatro años, y la realidad de Argentina entonces no era la de ahora, pero “ya se veían cosas que estaban en el aire”. Eso sí, reconocen que “nadie esperaba que pudiera pasar que hubiera un Gobierno de extrema derecha”. Había desde aquel guion las ganas de hablar de filosofía, pero también de hacer una radiografía del país, aunque más concretamente de “algo muy relativo a Buenos Aires, a una forma de vivir eminentemente porteña con una personalidad muy fuerte”.

Alché aclara que es “muy grandilocuente” plantearse desde el inicio que su película actúe como reflejo del país, por lo que se centran “en las pequeñas cosas”. “Como método de trabajo es muy difícil proponerse ese objetivo, así que uno se mete en líneas más pequeñas y confía en que resolviendo esos pequeños asuntos de la dramaturgia vayan sucediendo cosas más grandes”, puntualiza.

Memoria histórica en un mural

Como siempre, el cine argentino demuestra su capacidad para que la historia del país impregne hasta una comedia sobre filosofía y educación. En los murales de esta universidad pública, real y que acoge a más de 300.000 estudiantes, se cuelan los murales de los desaparecidos por la dictadura haciendo que todo sea más real, más anclado a una memoria histórica que sigue marcando el presente y que desde el Gobierno de Milei quieren hacer desaparecer con medidas y cargos negacionistas con la dictadura.

El cine de Benjamín Naishtat siempre se ha mostrado atento a las cicatrices de la dictadura, o a la misma época, en filmes como Rojo, y aquí aparece como contexto. “A los dos nos interesa mucho la historia argentina, porque es fascinante y también para nosotros, dolorosa, compleja y pertinente de pensar, sobre todo en este momento, porque nada sale de la nada. Uno tiene que comprender que donde hubo vórtices que permiten conquistas, ampliaciones y atisbos de revoluciones también aparecen cosas peligrosas. Pensar la historia siempre nos parece pertinente”, dice Alché.

Naishtat recuerda una frase de Faulkner que le gustaba mucho a su abuela: “El pasado no se ha ido, el pasado ni siquiera ha pasado”. “Me encanta esa frase y me parece absolutamente cierta en Argentina. Para ponerte un ejemplo muy concreto, la candidata a vicepresidenta se plantea negar y desconocer todos los hechos del terrorismo de Estado y liberar a los presos de esos crímenes. Entonces, paradójicamente, el pasado es lo más urgente. Creo que no solamente en Argentina, nos enfrentamos con esa crítica de que dejemos de hablar del pasado. El pasado les incomoda, pero el pasado se mete por la ventana, se mete por todos lados, porque somos pasado también”.