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'Después de la tormenta', el drama de enfrentarse a lo que somos

Ryota intenta ser un padre como cualquier otro. Se divorció de Kyoko, la madre de su hijo de 11 años, cuando su exitosa carrera como escritor ya vivía su ocaso. Años de decepciones y un vacío creativo poco estimulante le han convertido en un fantasma de lo que era y lo único que le hace feliz es ver a su hijo una vez al mes. Por eso se debate entre ser el padre que su hijo necesita o ser su amigo y renunciar a ejercer de la gran figura paterna que imaginó en convertirse.

Una tormenta reúne a la familia de nuevo en casa de la madre de Ryota. Un tifón que, por una noche, le dará la oportunidad que estaba esperando para intentar ser la persona que, en el fondo, desea ser: parte de la familia que creó y que no fue capaz de mantener.

No por menos reconocibles, los elementos que maneja constantemente Hirokazu Koreeda son menos efectivos: en Después de la tormenta están casi todas sus temáticas habituales. Las relaciones paternofiliales y el peso de la educación que investigaba en De tal padre, tal hijo, la convivencia con la separación de los padres que narraba en Kiseki, la reunión familiar como ingrediente para la explosión emocional pero también para la reconciliación que podía verse en Still Walking... todo está presente en su último filme y, sin embargo, pocas veces ha conseguido cuajar tan bien la mezcla.

Lo hace porque a cada uno de los componentes dramáticos que maneja, los vehicula un único sentimiento: el desencanto de reconocernos en alguien que no queremos ser. La decepción de mirarse al espejo y reprobar el reflejo. Ese sentimiento es el que guía a su protagonista y el que, parece ser, inspiró al director en su película más autobiográfica.

Un director frente a su pasado

Decía uno de los más grandes realizadores de la historia del cine asiático que desde su más tierna infancia se había sentido como si el mundo en el que vivimos nos traicionase. Ese pensamiento lo plasmó luego en películas como Primavera tardía, Cuentos de Tokio o El sabor del sake. Se llamaba Yasujiro Ozu, nació en la capital de Japón, cambió el cine de su país y murió. Ni siquiera la lápida en la que descansa lleva su nombre: en ella sólo está esculpido un kanji que significa “la nada”.

Hirokazu Koreeda no niega la presencia de un maestro como Ozu en su cine, más bien la interioriza educadamente: podría decirse que si Ozu siguiese vivo y en activo, sus películas se parecerían mucho a las del realizador que hoy nos ocupa. Pocos como él son capaces de encontrar en el detalle cotidiano la explicación del sentimiento.

Con el maestro de la tumba sin nombre, el director de Después de la tormenta también presta atención a sus recuerdos para encarar sus filmes, e intenta capturar las emociones que le provocaban los mismos. “Después de la muerte de mi padre, mi madre decidió irse a vivir sola a un complejo residencial”, explica el  propio Koreeda. “Cuando fui a visitarla pensé que algún día me gustaría rodar una historia acerca de esa urbanización. Lo primero que me vino a la cabeza fue una escena en la que alguien pasea entre los edificios rodeados de una hierba maravillosa después del paso de un tifón. Cuando era niño recogía ramas de los árboles caídos camino del colegio. Todavía recuerdo la belleza de la hierba después de la tormenta”, cuenta Koreeda.

Es la misma tormenta de la misma urbanización que funciona como marco de su última película, un filme en el que el realizador ha retratado parte de su infancia. La historia se tiñó de memorias a medida que el autor fue incorporado cambios debido a lo que sentía después del fallecimiento de sus padres. “Quizá sea la película que más tiene de mí mismo. Cuando muera, si debo plantarme ante un Dios o un 'Juez del Más Allá' y me pregunta por lo que hice en la tierra, creo que lo primero que le enseñaré será Después de la tormenta”.

La persona que querías ser y la que eres

Alrededor de este padre fracasado orbitan personajes que se sienten como él en mayor o menor medida. Pero Koreeda, sabiendo que el drama por el drama no lleva a ningún sitio, ofrece una capacidad de redención: en Después de la tormenta los toques de comedia tiñen la cotidianidad de una placidez deseable. La forma de afrontar la derrota de su madre o de su exmujer, le empujan a intentar ser mejor persona y pater familias.

Cuenta el creador que el sentimiento que iba a enlazar toda la historia surgió sin más en la primera página del guión en la que estampó sin darse cuenta, la frase “no todo el mundo puede convertirse en lo que desea ser”. En ese momento surgió Ryota, el protagonista interpretado por Hiroshi Abe, un actor habitual en la filmografía de Koreeda. A partir de él fueron naciendo todos los personajes de Después de la tormenta. “Están abrumados por una realidad sin esperanza, pero son incapaces de deshacerse de sus sueños”, explica,“por eso no consiguen alcanzar la felicidad”.

Con el tiempo, una noche de tormenta puede servir para reconciliarnos con nuestros fracasos, para descubrir que no podemos remediar lo hecho pero sí lo que está por hacer. Y cuando pase, tal vez llegue la calma y la perspectiva: saber que nuestros sueños fueron sólo eso, pero que la vida nos depara, también, alguna alegría. Eso parece proponer Después de la tormenta, un camino de aceptación que no podría estar narrado con mayor delicadeza.