Eduard Fernández: “Vivimos una época peligrosa, la gente se queda solo con el relato, con el titular”
El cine es, de alguna forma, el arte de mentir. Los directores cuentan una historia buscando una complicidad con el espectador. Intentando que este se involucre con lo que ve en la pantalla como si aquello que ve fuera real. El director es el gran maestro de ceremonias, pero parte importante del éxito de su propuesta depende de los actores que interpreten esa mentira. Si encima les toca interpretar a un mentiroso compulsivo, el reto se multiplica. ¿Cómo encontrar algo de verdad en alguien que nunca la dijo y en un artificio que la manipula a su antojo?
La respuesta estaría en los ojos de Eduard Fernández en Marco -que ya se puede ver en salas de cine-, una de esas interpretaciones apabullantes para las que se acaban los adjetivos. El actor brilla dando vida a Enric Marco, quien fuera presidente de la asociación de supervivientes de Mauthausen de España hasta que se descubrió que nunca había estado en un campo de concentración. Fernández engordó y consigue algo difícil, no desaparecer en una caracterización que ya ha engullido a muchos intérpretes.
A las órdenes de Jon Garaño y Aitor Arregi -directores de La trinchera infinita o Handia- consigue convertirse en el mejor de los mentirosos. O, como dice la frase que acompaña al título del filme, crear una verdad inventada. De momento ya le han nominado a los Premios Forqué, la primera candidatura de las muchas que están por venir y que confirman el increíble momento del intérprete, que este año también está en uno de los fenómenos más queridos por el público, El 47.
¿Conocía la historia de Enric Marco?
No, la verdad es que conocía solo los titulares. Conocía la historia de un hombre que había dicho que estaba en los campos de concentración y era presidente de una asociación y se descubrió que no había estado. Yo sabía hasta ahí. Cuando me dieron el guion me informé. Esta profesión es muy bonita porque te obliga a enterarte de cosas que yo nunca me hubiera enterado. El personaje es apasionante, y uno se viene arriba con la broma porque es muy, muy goloso. Tiene muchas capas, es muy profundo y tiene mucho color. Y a la vez es una persona que hizo mucho daño a mucha gente.
Hace poco hice una lectura dramatizada sobre Semprún, y él hablaba de la comunión que se producía entre los que estaban presos en un campo de concentración. Se reunían al lado de las letrinas, que debía ser un lugar con un hedor brutal y, sin embargo, lo recuerda como uno de los sitios más hermosos que había, porque era muy hermoso lo que se producía entre ellos, esa hermandad que es difícil ponerle palabras. Marco se cargó un poco eso, haciendo de infiltrado, diciendo ‘yo soy un superviviente’.
Pero, por otro lado, él también ayuda a poner el foco sobre estas personas y sobre esta asociación.
Él no gana un duro. No ganó nada y promocionó mucho. Hizo mucho. Dio voz a todos los supervivientes de campos de concentración. Y hay una cosa muy contradictoria, él es quien mejor hablaba de lo que ocurría en un campo de concentración, precisamente porque no había estado nunca. La gente que había estado tenía tal trauma que no hablaban de eso, no querían, no podían, no sabían. Él sí. Él, como no había estado, tenía esa impunidad. Entonces recogía los testimonios de la gente. Y él hablaba y decía lo que fuera.
Se dice mucho eso de no juzgar a los personajes, ¿ha llegado a entender a alguien que estaba mintiendo constantemente, que está actuando constantemente?
Él actuaba constantemente. De hecho, cuando rodé, cambié mucho. Físicamente engordé mucho. Estaba calvo, con bigote… y ya ves que la gente te trata de otra manera. Eres otro. Tenía mucho material sobre Enric Marco. Cuando haces un personaje así de compuesto, tienes que trabajar mucho para luego estar muy libre en escena. Yo encontré algo en él, digamos en la infancia, que tuvo una infancia muy dura. Nació en un psiquiátrico. Lo arrancaron en brazos de su madre y lo llevaron con su padre. Le quitaron la custodia del niño. Se fue a vivir con un tío. Y me imagino un niño pequeño buscando un lugar en el mundo donde quedarse desesperado.
Tenemos muy poca calma y muchas ganas de figurar todos. Uno de los problemas de la sociedad es el ego. Cómo administramos los egos
Luego iba al psiquiátrico a ver a su madre, y los niños internos iban con batas a rayas blancas y azules. Es una analogía de un campo de concentración. Lo cual nos lleva a imaginar a ese niño desvalido buscando un lugar. Lo que hay que hacer como actor, además de relatar unos hechos, es ver dentro de los ojos del personaje. Yo creo que está en la película, que hay momentos que te da también pena. Creo que tenía un vacío interior por llenar tan brutal que era incapaz de llenarlo por mucho que estuviera en el candelero todo el rato, por muchos premios que le dieran, por muchas charlas que diera y por muchos documentales que hicieran sobre él mismo, nunca era suficiente. Creo que eso se mezclaba también con el narcisismo del personaje.
¿Hay algún paralelismo entre Enric Marco y la profesión de actor o de director? Sois contadores de historias. De alguna forma esta película habla de lo cinematográfico.
Sí, la película habla sobre lo cinematográfico, habla sobre el artificio. Una película es una historia inventada, una verdad inventada también. Ves cómo los directores a la vez manipulan y mienten. Este personaje partió de una mentira, pero decía grandes verdades. Lo curioso es que una vez lo descubrieron siguió diciendo: “Yo si queréis sigo dando conferencias desde esta, mi nueva realidad”.
¿Un actor es un buen mentiroso o es alguien que tiene que encontrar la verdad a través de la mentira?
Mira, me gusta la segunda. Tienes que encontrar la verdad detrás de la mentira. Yo a través de interpretar un personaje, en este caso Enric Marco, tengo que dar humanidad. Tienes que ver al ser humano que hay detrás. Eso de que los actores somos mentirosos en nuestro trabajo… Sí. Hacemos ver que somos otro. Creo que en ese sentido todos actuamos en la vida. Todos hacemos un personaje un poco en la vida.
Decían los directores en Venecia que esta película era eminentemente política, porque habla del relato, una palabra que está ahora constantemente en la conversación. La política se ha convertido en el arte de ganar el relato.
Totalmente. Yo creo que vivimos en esa época, no solo en política, en todos los aspectos de la vida en la que parece que lo que gana es el relato y que la gente compra el relato ya solo con el titular. Luego les preguntas qué datos tienen y dicen que solo han leído el titular. Es una época muy delicada y muy peligrosa porque trata sobre cómo lo cuentas. Por eso en el terreno del cine, o de la literatura, el cómo cuentas una historia parece que acaba conformando la historia. Y de eso va la película, de la verdad inventada.
Otro concepto, el de la verdad, que está en debate, y que se repite tanto que acaba estando vacío de significado.
Sí, totalmente. Yo creo que hay que ser muy precisos y creo que la pasión es un defecto mejorable, sobre todo hablando de intelecto, porque la pasión te nubla la cabeza. Cama aparte, dejemos la pasión y hablemos. Porque la gente se apasiona, y entonces si uno es de izquierdas, como es el caso, pues tiene que estar a favor de protestar sobre no sé qué cosas, y dices, bueno, según cuándo, según qué, según cómo. Y luego hay que elegir prioridades. Hay que saber que el que más grita no es el que más razón tiene. Hay veces que hay que amarrar un poco, que hay que tener calma.
Hay que afinar bien, porque estamos llenos de mucha intoxicación y hay que ser muy inteligente y tener mucha calma para nombrar las cosas por su nombre, intentar desbrozar y decir, “no, lo que ha dicho ese hombre es una manipulación, por esto, por esto y por esto”. Veo en los programas de televisión que empiezan a hablar. Hablan todos a lo loco. Incluso a veces alguien le hace una pregunta al otro, que está bien la pregunta, y el otro empieza a responder y se le interrumpe. Y dices, “pero déjale hablar”. Tenemos muy poca calma y muchas ganas de figurar todos. Uno de los problemas de la sociedad es el ego. Cómo administramos los egos. Cada uno intentará administrarlo para luego ponernos de acuerdo en cosas importantes.
Siempre se menciona el ego de los actores, ¿es un tópico o es un riesgo?
El ego está presente en toda la humanidad, en todas las personas, no solo en los actores. Es algo que juega un papel determinante en la profesión. Imagino que quizás en un electricista el ego importa un poco menos cuando ejerce en su curro. Un actor está ahí, en la palestra y hablas, te hacen entrevistas y tienes que ver cómo lo llevas. Hay gente que le interesa inflar tu ego para vender más magdalenas, más cosas, más imagen. Es algo que hay que administrar, pero yo creo que eso lo tenemos todos.
¿Alguna vez le ha dado miedo perder esas riendas del ego?
Sí, porque estás en manos de otros, a veces de los periodistas especialmente. No sabes cómo van a manejar el titular. A veces haces una entrevista que puede estar muy bien y sacan un titular que dices “Hostia, me has matado. Eso es mentira, porque parece que yo haya dicho eso, pero fuera de contexto es mentira directamente”. A veces ni siquiera has dicho esas palabras.
Coinciden mucho que en tiempos de redes sociales ese es uno de los miedos de los intérpretes.
El problema que tiene eso es que quitemos naturalidad, que no seamos espontáneos, que la espontaneidad se pierda y solo acabas diciendo eslóganes o frases hechas. Y entonces me digan que es que no he dicho nada. Y piensas que es mejor no decir nada, no sea que de repente diga yo muy libremente algo que no es del todo preciso y me lo saques de titular. Por otro lado, yo me voy haciendo mayor y tienes ganas ya de decir que sea lo que sea y si dices una gilipollez, pues dicha está.
Se juntan dos proyectos de éxito como Marco y todavía El 47 triunfando en salas. Cuando ocurre parece que trabajáis constantemente, cuando es una profesión de muchos parones.
Sí, ocurre que de repente la gente me dice “no paras de trabajar”. A me dan ganas de decirle, “¿de qué trabaja usted? De lo que sea. Trabaja usted más que yo” Porque yo he trabajado mucho el año pasado y se enseñan ahora las dos juntas, pero los meses que hay entre película y película no, y eso no lo sabe nadie y da la apariencia de que trabajas mucho más de lo que trabajas realmente.
¿Alguna vez ha tenido miedo en esos momentos de parón?
Sí. Ha habido periodos en los que no llegaban realmente. Yo, si no, tengo al lado el teatro en caso de que el cine no hubiera llegado. Hace muchos años que me va bien o muy bien, pero nunca sabes. Así que hay que cruzar los dedos y tener humildad.
¿Ha podido pensar qué tiene El 47 para conectar así con la gente, es ese elogio de lo colectivo lo que ha triunfado?
Yo creo que es el elogio de lo colectivo. Y luego el personaje es alguien muy humilde, realmente muy humilde, que luchaba por cosas muy básicas como el agua, la luz, un techo... Y nunca perdió la dignidad. Jamás. Era un ser que tenía dignidad, seguramente por su fuerte convicción política. Tenía clara la dignidad personal y la colectiva. La historia no se entiende tampoco sin su mujer, pero creo que eso es lo que ha tocado, que es un héroe a su pesar, porque él cree que tenía que hacerlo sin más. Tocar a lo colectivo da sus frutos.
¿Y que coincidan los dos papeles en la temporada de premios? Imagino que le hace a uno sentir como un privilegiado pero también tener el corazón partido.
Es incómodo porque no puedes tirar por una. Tampoco puedes decir si uno de los dos papeles te gusta más que otro. Interpretativamente, tienes que estar siempre con el equilibrio. No puedes ser sincero ni espontáneo.
¿Cómo se viven los premios? Hablamos mucho de lo de no competir, pero imagino que en el fondo se quiere ganar.
Sinceramente, es un poco absurdo lo de los premios. Mezclar cultura y deporte tiene algo de juego. Hay que tomárselo con deportividad. Con todo esto, cuando te nominan lo quieres ganar. Yo quiero ganar y llevarme el cacharrito a casa. Hace mucha ilusión. Y si no te lo llevas, te da más palo.
Ha debutado también como director de un corto que ha presentado en Seminci. ¿Era para quitar la espinita o es algo en lo que quiere continuar?
Quería contar una historia. Yo tenía una imagen en la cabeza y la quise contar. Quería ver cómo poner la cámara, cómo narrarlo. A veces hago estas cosas. Hago lo que me apetece. Y puede ser que si yo tuviera un guion, y lo más complicado del mundo del cine es un guion bueno, en ese caso igual me gustaría contar un largo desde la humildad. Como primera película, que sea barata… o vete a saber. Pero en principio estaría más cómodo. Sí, me gustaría igual en un futuro, si encuentro historias, rodar un largo.
Vídeo de la entrevista completa
Vídeo: Nando Ochando y Javier Cáceres
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