Noémie Merlant sorprende con una comedia feminista: “La violación conyugal, la regla y el ginecólogo son temas tabú”

Durante el juicio contra los 51 hombres que violaron a Gisèle Pelicot durante casi diez años, muchos hombres se encargaron de parapetarse bajo el hashtag #notallmen. Argumentaban que no todos los hombres eran así. Se sentían incluso atacados porque el feminismo hubiera colocado en el género masculino el foco. Casi ninguno de esos usuarios que usaban el hashtag habían puesto un comentario defendiendo a la víctima, ni encontrabas en su timeline posicionamientos claros contra los innumerables casos de violencia machista que ocurren cada día. Simplemente, se habían sentido aludidos.
Cualquier podría acudir a los dichos y frases hechas para recordar aquello de Excusatio non petita, accusatio manifesta. Vamos, que si te defiendes de algo de lo que a ti no te han acusado, en el fondo estás reconociendo que algo has hecho. También podrían ponerle a todos esos hombres Las chicas del balcón, la segunda película —que llega este viernes a los cines— como directora de la actriz francesa Noémie Merlant, que con la ayuda de Céline Sciamma —con la que trabajó en Retrato de una mujer en llamas— ha escrito un guion que sí que acusa a los hombres, por acción u omisión, de las innumerables violencias que sufren las mujeres todos los días.
Lo hace en forma de comedia feminista con un punto de venganza. Un rape and revenge —un subgénero de películas donde se venga una violación— en el que tres amigas, en medio de una ola de calor en Marsella, se unen para defender a una de ellas tras sufrir una violación. Merlant se lanza a la piscina en un triple mortal, porque no deja charco sin pisar. Habla de todo, desde la violación dentro de la pareja, a la violencia obstétrica. Y todo con el humor como arma y con un estilo visual que remite a las comedias de Pedro Almodóvar y hasta usa a Concha Velasco como banda sonora.
Para Merlant hacer esta película ha sido “catártico”, algo que ha hecho “para calmar el dolor”. Pero no solo por eso, también para dejar claro que ha llegado la hora. “Es una película que quiere cuestionar a la sociedad, porque ya es hora de que el miedo cambie de bando”, dice la directora. Pero lo hace con humor y con una mezcla de géneros que, como confiesa la realizadora —que también protagoniza el filme— incluso “coquetea con el mal gusto”.
Define Las chicas del balcón como una película que “trata de crear un espacio seguro para las mujeres en la sociedad”. “Un espacio para explorarnos a nosotras mismas, pero para eso necesitamos un espacio real de exploración dentro de la sociedad. Un espacio amplio, seguro y donde no se nos controle con el miedo y la culpa. En la película se busca ese espacio a través de la amistad e intentando ser libres. Sin tener que cumplir lo que la sociedad dice que es la forma correcta de actuar. La sociedad quiere una mujer que se comporte bien, pero para romper las reglas no hay que hacerlo”, opina.
Las chicas del balcón le da la vuelta a todo, también al concepto de víctima. Aquí ellas se divierten y ríen. “No puedo contar esto de forma dramática porque me deprimo de nuevo, el humor es una forma de seguir vivo. Como víctima no quieres que te vean solo como eso, como una víctima. Por eso la comedia es un arma tan poderosa. Y con humor es más fácil explorar temas serios. Con ironía, sangre y violencia se logra una catarsis, porque te liberas de la violencia que recibiste de forma divertida, como si fuera un cómic, una farsa”, reflexiona.
He sufrido mucha violencia. No sé si todas las mujeres han sufrido casos violencia, pero sí muchas. Lo veo cuando pregunto mucho a mi alrededor
Sabe de lo que habla. Merlant contó en una entrevista que había sufrido una agresión sexual de un fotógrafo profesional cuando era menor y trabajaba como modelo. Cuando se le pregunta sobre ello deja claro que no fue la única vez que sufrió una experiencia desagradable: “He sufrido mucha violencia. No sé si todas las mujeres han sufrido casos de violencia, pero sí muchas. Lo veo cuando pregunto mucho a mi alrededor. Mi primera experiencia, cuando tenía 17 años, fue con un fotógrafo y fue una agresión sexual, y por eso lo incluí en la película [el agresor en la ficción tiene esa misma profesión]. Pero también he sufrido violación dentro de la pareja, y cuando he hablado con mi entorno, tanto con gente de 17 años como con mi tía de 70 años, todas han sufrido una violación dentro de la pareja”, asevera.
Hay una voluntad también de provocar con la película. Y ahí la escena del ginecólogo, donde se muestra el sexo de la propia Merlant de forma frontal, en un plano que el cine siempre huye, es el ejemplo perfecto: “El ginecólogo es un tabú. Como muchas otras cosas que todavía lo son. La violación conyugal es un tabú. El desnudo de la mujer también, porque solo se muestra de forma sexualizada. La regla es un tabú, siempre te dicen que eso no lo enseñes. Y mostrarlo sale de las entrañas, es algo visceral”.

Para ella, la escena del ginecólogo era también la forma de poner luz sobre “lo que atravesamos las mujeres en esa situación”. “Estás en esa habitación, con un hombre esperando y donde nos encontramos, muchas veces, un poco deshumanizadas. Somos simplemente un cuerpo. Creo que hay que hacer una reflexión sobre eso. Los ginecólogos te dicen que deberías estar feliz por estar esperando un hijo con una forma de hablar como si estuvieran ordeñando a una vaca”, critica.
Merlant reivindica también el desnudo femenino, porque no cree “que la desnudez sea el problema”. “Si seguimos diciendo que el cuerpo es el problema y que tenemos que ocultarlo y no mostrarlo, seguirá pasando lo mismo. El problema es la forma en la que lo vemos el cuerpo, y el hecho de que no nos controlamos. La excitación es humana. En la película vemos cómo esta mujer se excita porque ve al hombre sin camiseta. La cosa es cómo te controlas. El problema está en la repetición, en que todo el rato se nos muestran mujeres sexualizadas que son poseídas por hombres. Quería mostrar a mujeres que no se esconden, que quieren ser libres como los hombres. Filmar esos cuerpos de una forma no sexualizada era el objetivo”, zanja.
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