La historia de Ramón Mercader parece hecha para ser contada en uno de los Episodios de una Guerra Interminable de Almudena Grandes. Su vida tiene todos los ingredientes de las grandes novelas del siglo XX. Lo supo ver Jorge Semprún en su novela de 1969. También lo vio Joseph Losey en su film de 1972. Y entre ellos ríos de tinta y decenas de documentales y ficciones de todo tipo.
Hijo menor de una familia de la burguesía barcelonesa, creció entre la capital catalana y la costa alicantina. Murió en La Habana y con ciudadanía soviética. Su padre falleció cuando él tenía ocho años y su hermano mayor, que había heredado la administración de las empresas textiles del patriarca, dilapidó la fortuna familiar a la vez que arruinaba los negocios que les restaban.
A los 24 años, era un joven y prometedor oficial republicano en la España de 1937. Era una joven promesa tan entregada a la causa que fue reclutado por el servicio de espionaje soviético para participar en una misión de alto secreto ordenada por el propio Stalin.
La tarde del 20 de agosto de 1940 pasó a la historia por clavar un piolet en la cabeza a León Trotski, que murió el día siguiente. Había asesinado a uno de los máximos ideólogos de la revolución rusa. El elegido, la nueva película de Antonio Chavarrías, narra lo que pasó justo antes de aquella tarde.
Un thriller clásico sin grandes sorpresas
Tras un tiempo de preparación en Rusia, el asesino dejó atrás la que hasta entonces había sido su vida para viajar a París. Allí pasó de ser Ramón Mercader para convertirse, según su falsa identidad, en un belga adinerado llamado Jacques Mornard. Así es como conoció a Sylvia, una joven trotskista con la que entablaría una relación.
En 1940 se reencuentran en México, país en el que Trotski vive exiliado y en el que, ahora, Sylvia trabaja como su secretaria. Ajena a los verdaderos planes de su amante, Sylvia le abre las puertas de su vida y le introduce en el círculo íntimo de su objetivo.
Leída así, la sinopsis de El elegido nos resulta familiar. Algo que ya hemos visto antes: una historia de amor, traición y ambientación de época. Así que, a priori, puede resultar descorazonador descubrir que no es más que eso.
De hecho, como realizador, Antonio Chavarrías ha transitado en la mayoría de sus películas el límite de la intriga y el romanticismo. Pero sin transgredir ni arriesgar demasiado, cumpliendo casi siempre con lo exigido. En Las vidas de Celia el suspense y el amor se daban la mano con un producto tan agradable de ver como olvidable al poco tiempo. Lo mismo pasaba con Dictado, un thriller de terror algo infravalorado en su momento. Ahora, El elegido se muestra como un sincero drama sobre un hombre-marioneta del poder, con un objetivo que le supera.
Su acierto consiste en que, en el fondo, tiene más valor como retrato de la figura de Trotski en su último exilio visto desde los ojos de quien le va a quitar la vida. Doble acierto si se entiende el perfil del asesino como una máquina de cumplir órdenes a la que le falla alguna pieza esencial. Algo en lo que Alfonso Herrera, que interpreta al espía catalán, cumple sobradamente.
“Sin duda lo más costoso fue encontrar al actor que diese vida a Mercader, Alfonso Herrera tiene el físico y el encanto del personaje además de la fuerza y la intuición para llegar al fondo de un personaje complejo y lleno de matices”, asegura el director del film. “A partir de aquí todo fue un poco más fácil, Hannah Murray fue para mí otro descubrimiento, una actriz dotada de un gran temperamento detrás de una apariencia frágil”, dice Chavarrías de la que fuese la memorable Cassie de Skins y la más obvia Gilly de Juego de Tronos.
Dogmatismos en una época convulsa
Para Antonio Chavarría, otro de los elementos clave para entender, es su ambientación. El marco hace a los personajes. “Uno de los elementos claves en el desarrollo de aquellos sucesos es la época”, cuenta el director de la película. “A inicios de 1940 las grandes potencias se enfrentan. Pero al mismo tiempo, también son años de ilusión y esperanza en que desde diferentes ideologías se ofrecen utopías al alcance de la mano”. Para el creador de El elegido, el asesino de Trotski es víctima de la época: “Muchos se sintieron llamados a ser protagonistas de ellas, uno de ellos sin duda fue Mercader”.
“En esta historia buena parte de los personajes son fruto de ese contexto, viven entregados con fe ciega a sus causas y tan dispuestos a sacrificarse como a cometer la mayoría de las abyecciones para conseguir el triunfo de sus ideas”, describe Chavarrías. “Es el dogmatismo como motor y como aniquilador del individuo”, sentencia.