Hace 16 años que Masaaki Yuasa debutó a lo grande: lo hizo con la indescriptible Mind Game, una película que le presentó en sociedad como un animador sin miedo rebasar los límites de su medio, ni de experimentar con ellos. Una cinta en la que convivían la animación tradicional con la caricatura de imagen real.
Desde entonces, ha trabajado en series como Samurai Champloo o Hora de aventuras, al tiempo que dirigido seis series propias y tres largometrajes, el último de los cuales —El amor está en el agua—, llega ahora a los cines españoles. Su obra, prolífica cuanto menos, se ha convertido en una de las más importantes de la animación japonesa contemporánea.
Su aventura romántica de ciencia-ficción, The Tatami Galaxy, es hoy una serie de culto, como lo es también Ping Pong, adaptación del genial manga de Taiyô Matsumoto. En 2017 estrenó dos largometrajes: Night is Short, Walk on Girl y Lu Over the Wall, ganadora del premio a Mejor Película en el Festival Annecy, el más prestigioso del mundo en este medio. Ahora vuelve al terreno del largo con una fábula sobre las dificultades del despedirse de un ser querido, tan sencilla como brillantemente animada.
Trabajar con uno de los mejores animadores de Japón
“Con él cada proyecto tiene un estilo y un concepto diferente, así que no te aburres”, cuenta Abel Góngora, director de animación flash de El amor está en el agua. Estudió Bellas Artes en Valencia, ha trabajado en Irlanda para Cartoon Saloon —estudio responsable de películas como El secreto del libro de Kells o El pan de la guerra—, y en Francia para Ankama —autores de Mutafukaz—.
En 2014 viajó a Japón para colaborar en la animación de un capítulo de Hora de aventuras. Lleva desde entonces animando los proyectos de uno de los autores más brillantes del anime actual en el estudio Science SARU que dirige Yuasa.
“He aprendido muchas cosas porque he trabajado con él en todos los apartados posibles”, asegura Góngora, “cuando tienes un equipo pequeño todo el mundo hace de todo: le he ayudado con el story board, con portadas de libros…”, explica. También ha sido director de animación flash de los largometrajes de Lu Over The Wall y The Night Is Short, Walk on Girl, junto a otro español: Juan Manuel Laguna. Ambos supervisan el trabajo de sus compañeros nipones, y no niegan que la filosofía de Yuasa ha influido en su trabajo. De hecho, Góngora a veces se sorprende pensando como el autor japonés: “cuando tengo que buscar una solución a un problema, pienso qué solución le daría él”.
Abel y el equipo de Science SARU acaban de estrenar El amor está en el agua, pero no han parado: actualmente trabajan en la serie Keep Your Hands Off Eizouken!, que se puede ver en Crunchyroll España. “Una de la razones por las que vine a Japón fue para trabajar con Masaaki y aprender de él, porque tiene una estética muy particular y una forma de dirigir que es lo que más me gusta de él”, confiesa Góngora.
Sin embargo, la pasión que pone hablando de su trabajo no está reñida con el hecho de que los métodos y prodecimientos del país nipón en temas de oficio le sorprendiesen para bien y para mal.
Trabajar con Yuasa es, en ese sentido, “más o menos como trabajar con cualquier director en Japón: solo hay comunicación cuando el director te pide los planos que vas a hacer, te los presenta y te explica lo que quiere. Es decir: no hay comunicación cara a cara y no vuelves a hablar con él a no ser que sea algo especial”, cuenta. “El director dibuja sobre tus dibujos para corregir, incorporar matices… pero hay muy poca comunicacion cara a cara”.
No obstante, eso no supone a su parecer un contrariedad importante. “Cuando el director busca algo en particular, como que parte de una peli tenga un aspecto distinto, nos reunimos y pensamos cómo hacerlo en el menor tiempo posible”, explica sobre el proceder de Science SARU. “Yo trabajo mucho con flash o animate, como se llama ahora, y eso me permite trabajar con técnicas artísticas muy diferentes en poco tiempo”.
Japón: un refugio para el talento en la animación
Antes de que Buñuel en el laberinto de las tortugas ganase el Goya, Salvador Simó contaba a este periódico que uno de los grandes problemas que afronta la industria de la animación en nuestro país era la fuga de cerebros. Él mismo había formado parte de esa migración de talento a la que le faltan oportunidades en nuestro país. Sin embargo, también sostenía que el marcharse fuera “es hasta positivo: la gente tiene que irse fuera para aprender cómo se trabaja, y más en este mundillo en el que cada peli es un mundo”.
Es lo que le ocurrió a Abel Góngora: terminó su carrera en el 2006 y desde entonces ha vivido en tres países distintos y trabajado en estudios muy diferentes. Pero desde que recaló en la empresa de Masaaki Yuasa ha conseguido, aparentemente, sortear los principales problemas de esta profesión: ha sorteado la estacionalidad de proyectos que impide que un animador pueda desarrollar su carrera en un estudio a largo plazo, debido a lo prolífico del estudio. Y además no ha dejado de formarse gracias a la heterogeneidad de formatos y lenguajes con la que trabajan en Science SARU.
El de Yuasa “es más flexible que otros estudios japoneses que trabajan con papel, tienen muchos animadores extranjeros pero están jerarquizados de otra forma”, explica. En Japón “tienen muy cuadriculada la jerarquía”, sin embargo en el estudio de El amor está en el agua “a veces nos saltamos esas cosas si pensamos que tiene sentido saltárselas, cosa que otro estudio no haría jamás”.