Félix Viscarret adapta (y convence) a Millás: “Si te gusta el cine eres, de alguna forma, un voyeur”
Cuando Juan José Millás presentó su novela Desde la sombra (Seix Barral) en 2016 dijo en casi todas las entrevistas que se trataba de su obra más política. No lo era de forma subrayada ni evidente, pero al final acababa desgranando las miserias de su personaje, que funcionaba como metáfora de una sociedad que envidiaba, deseaba lo que le habían prometido y no conseguía. La frustración debida a los fallos del sistema capitalista en forma de un personaje que, tras ser despedido del trabajo, acaba metido en un armario espiando a una familia que tiene todo lo que él quiso siempre ser. Una familia burguesa como las que salen en los anuncios, como la de Médico de Familia. Con su chalet, su hija adolescente… y sus secretos.
Una novela que no parecía material adaptable al cine a simple vista. El personaje principal se pasaba encerrado en el armario casi todas las páginas y se jugaba todo a su punto de vista, coqueteando con el surrealismo en unas escapadas en forma de entrevista televisiva. A pesar de ello, los productores Mariela Besuievsky y Gerardo Herrero vieron una posibilidad de película y se lanzaron a por ella. El filme es una realidad, con nombre diferente, No mires a los ojos, y la labor de inaugurar Seminci en el gran año del cine español.
El encargado de la difícil tarea ha sido Félix Viscarret, director de Bajo las estrellas y de varios episodios de la serie Patria. Ha conseguido lo más complicado, que Millás haya quedado contento con la adaptación. Es la tercera vez que un filme suyo llega a la gran pantalla, pero es la primera que queda realmente satisfecho.
Viscarret se siente halagado por sus palabras y hasta se ruboriza cuando se le dice. Mira atrás y reconoce que aceptar el encargo de los productores fue “un reto, muy bonito, pero un reto”. “Millás tiene ese universo tan surrealista, a veces inquietante, a veces lleno de humor absurdo… Así que si él considera que ha sido prueba superada pues estamos todos muy contentos. Desde luego, hay que reconocer que debe estar verdaderamente entusiasmado con ella porque la ha visto muchas veces”, apunta el director horas antes de la gala de inauguración donde la película se verá por primera vez con público.
Fueron Besuievsky y Herrero los que le llamaron con la idea, pero sabían que se la ofrecían a un “fan de Millás” que se sintió afortunado por recibir una propuesta para adaptar a uno de sus autores favoritos. La adaptación “no era sencilla”. Para contar la historia de este hombre que espía y ansía, había que “ser muy cuidadosos en el punto de vista”. Elegir “cuándo se respetaba ese punto de vista en primera persona y cuándo, de algún modo, el espectador iba a ser testigo de los acontecimientos casi como una especie de observador omnisciente o un observador invisible, siguiendo con el juego del ser observado sin que te vean, que es uno de los temas de la película”. Había que sentir lo que el protagonista sentía en la soledad de ese armario. Sus deseos de vampirizar una vida, de ser otro, de convertirse en lo que esperaban de él.
Me fascinaba de su novela ese deseo que todos tenemos de pertenecer a pertenecer afectivamente a alguna familia o pertenecer a un núcleo que nos acoja
Para el director lo interesante de la obra del escritor es cómo cuenta ese mensaje político “a través del estudio de la psique del ser humano”. “En este caso me fascinaba de su novela ese deseo que todos tenemos de pertenecer afectivamente a alguna familia o pertenecer a un núcleo que nos acoja. Y cómo, a veces, la cara oculta de esa moneda, pero que se complementa, es también ese deseo de desaparecer, de estar a cobijo en un sitio resguardado, en un sitio donde nadie nos necesite”.
La novela, y la película, también dejan claro que a la gente le gusta mirar, el placer escópico de ver lo que hacen los demás. De ahí el éxito de los programas de corazón, a los que de alguna forma también atiza Millás. Un placer por observar que entronca con el propio arte cinematográfico, basado en mirar en una pantalla las historias de otros. “Yo digo que a todos los que nos gusta hacer cine y a los que nos gusta ver cine somos de alguna forma voyeurs. Y creo que, como a toda la humanidad, le gusta ver estas historias, porque es tan potente el deseo de mirar…”, opina el realizador.
Al frente del reparto, un Paco León que cambia absolutamente de registro, que se asoma al drama contenido pero que también debe tener una chispa de humor. Un ser “en el límite de la normalidad”, como lo define Félix Viscarret, y que siempre está al borde del precipicio. El nombre de León salió pronto, en las primeras conversaciones con los productores. Tenía “esa doble cara, poder encarnar a alguien muy excéntrico, que pudiera tener un lado inquietante y a la vez unas dotes casi innatas para la comedia, incluso si era una comedia extraña, e inusual, como es este caso, también siendo un gran intérprete y una persona muy inteligente”.
Su personaje se enfrenta a su propio subconsciente en forma de entrevistas, y ahí aparece Iñaki Gabilondo, que se interpreta a sí mismo y se ríe de su imagen de periodista modelo. Viscarret cuenta que le decían: “Iñaki, qué bien haces de Iñaki Gabilondo”. “Es difícil interpretarse a ti mismo, porque te ves a ti mismo cómo te ven los demás, y eso es muy complicado”, añade. La decisión era clara, si alguien escogiera a un periodista para narrar la historia de su vida “con el mayor rigor periodístico” muchos elegirían a Gabilondo. En la película, al personaje de Paco León, su padre le dijo que “el verdadero periodista español es Iñaki Gabilondo”, y el Gabilondo real se prestó “con humor e ironía a reírse de sí mismo, de la imagen que la ciudadanía tiene de él”.
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