Los festivales de cine intentan reducir su impacto ambiental… si Tom Cruise se lo permite
La pasada edición del Festival de Cannes, la organización decidió apostar por el medio ambiente. Retiró los casilleros con dosieres de prensa físicos, no entregó bolsa del festival a los acreditados, regaló una cantimplora para no consumir botellas de plástico e impuso una cuota de 20 euros para compensar la huella de carbono. Todas estas medidas parecían ir en la dirección que otros certámenes estaban tomando para reducir su impacto ambiental, pero en la práctica quedaron como papel mojado cuando llegó Tom Cruise.
La estrella de Hollywood aterrizó en helicóptero para desfilar por la alfombra roja de Top Gun: Maverick, donde ocho aviones militares dibujaron la bandera francesa en el cielo. En pocas horas se había echado por tierra todo el esfuerzo para reducir la incidencia de la industria del cine en el medio ambiente, al menos durante esos días.
La espectacularidad que acompañó a Tom Cruise puso de manifiesto lo difícil que lo tienen los festivales de cine para reducir el CO2 cuando dependen de la visita de estrellas que se trasladan en jets privados. A esa misma dicotomía se enfrenta también el Festival de Cine de San Sebastián, consciente de que los viajes de los invitados suponen el 75% de todas las emisiones realizadas durante sus nueve días de duración. A su favor tiene que en Donostia no hay acciones como las de Tom Cruise, y también la transparencia con la que están afrontando la reducción de la huella de carbono.
Desde hace dos años el Zinemaldia decidió tomar medidas, y para ello encargó un informe para medir el impacto ambiental del evento. Los resultados más importantes de la auditoría se puede consultar en la web de transparencia del festival, y los datos demuestran que hay mucho por hacer, por ello la empresa Creast ha entrado desde esta edición para tomar cartas en el asunto. El festival de cine produce 568,3 toneladas de CO2 por día. Por lo que durante las nueve jornadas suponen 5.114,7. Estos datos son de 2019, años previos a la pandemia, y se toman como base para ver cuánto se puede reducir si se toman medidas serias.
El problema de esta cifra es que un porcentaje muy amplio es muy difícil de corregir. El 75% de esas más de 5.000 toneladas vienen por la movilidad. De ese porcentaje, el 83% corresponde a los viajes internacionales. Hay otras cifras que muestran cuánto contamina un festival de cine. En esos nueve días se crean 4.852 kilos de residuos. Ahí la acción es más directa, ya que el 76% se recicla y el 9% se reutiliza. Las medidas ya se están tomando y este 2022 es un año clave. Hay algunas más vistosas, como usar una alfombra roja reciclada y reciclable, utilizar productos de proximidad para los cócteles, no utilizar envases no desechables en los eventos, no imprimir folletos, o contratar a gente que no genere más huella de carbono por sus desplazamientos. La cifra de San Sebastián está por debajo de la de Venecia en 2021 (cuando todavía no había vuelto a la normalidad el certamen italiano). Allí se generaron 5.355 toneladas.
Desde el evento español tienen claro que este es “un proyecto en el que hay que involucrarse sí o sí”, y desde Creast creen que los festivales tienen un factor importante, y es que debido a su “repercusión”: “Es una forma rápida de educar al resto de la sociedad y llegas mucho más que con cualquier otro tipo de evento”. También es uno de los más complejos debido a esa movilidad tan difícil de atajar. La coordinadora del proyecto de sostenibilidad del Festival de Cine de San Sebastián, Amaia Serrulla, explica esa encrucijada, ya que un festival necesita traer a estrellas de cine. “Yo creo que se pueden tomar medidas aparte para compensar eso. Te tienes que involucrar en proyectos que, de alguna forma, aminoren todo eso o lo reduzcan. Entiendo que las cifras pueden echar para atrás, y que todo parece muy grande y muy inabarcable, parece una cosa que no puedes gestionar. Pero luego, una vez te vas metiendo dentro, te das cuenta de que es más sencillo de lo que parece empezar a tomar medidas y empezar a hacer cosas”, cuenta Serrulla que es plenamente consciente de que la movilidad es su “talón de Aquiles”.
Ahí llega uno de los principales dilemas, ¿qué hacer si Brad Pitt pide venir en un vuelo privado? Desde el Festival creen que hay que lograr un equilibrio: “Que venga y cuidar y trabajar en lo que estamos haciendo”. “Al final un festival de cine es supergrande. El impacto que puede tener que venga una estrella internacional en avión desde no sé dónde es grande, pero luego también trabajamos en otro montón de cosas. Creo que al final es una cuestión de equilibrio y de balance y de ver exactamente cuántas personas y cuántos aviones de ese tipo pagamos, cuántas cosas de ese tipo hacemos y qué cosas podemos hacer, o para compensar o para reducir en otras áreas, para al final hacer un poco de balanza con todo el resto de cosas que suceden”.
Eduardo Vieitez, CEO de Creast, y Yolanda Costas, responsable de sostenibilidad para el cine de la empresa, puntualizan que el caso de una estrella es el más visible, pero que hay que tener en cuanta que el “número de asistentes no es lo más importante”. “Hay muchísima movilidad que sí que se puede concienciar y creo que el Festival está en ello, por ejemplo compartir vehículos los equipos de las películas cuando vienen”, eso sí, saben que “todavía hay un margen de mejora amplio”.
Vieitez no es iluso, sabe que hay “emisiones que son necesarias”. “Es decir, también hay que pensar que el festival genera mucha riqueza local, es decir, es una actividad que tiene que ocurrir y hay gente que se tiene que desplazar. Ahora, trabajemos en reducir un poco, porque estamos hablando de la sostenibilidad ambiental, pero aquí hay un triple balance, y también cuenta la parte económica y la social. Tiene que ser un festival solvente que genere riqueza, pero que integre y cuide el medio ambiente. No por cubrir un área puedes dejar de cubrir las otras dos, porque al final, si lo piensas, lo peor para el festival sería acabar con las visitas, porque no habría impacto, pero no habría festival”.
Desde Creast creen que el apoyo de las grandes estrellas sería fundamental, y que cuando ven cosas como lo que pasó con Tom Cruise en Cannes es “superfrustrante”. “Cuando llevas semanas con 100 personas trabajando por reducir el impacto y al final llega un jet privado o una limusina es frustrante y hay que luchar contra eso. Yo creo que es un tema de educación y concienciación. Hay que educar a la gente que organizó eso de Tom Cruise para que sepan que además de ser muy dañino para el planeta, destroza el trabajo de muchos meses, de mucha gente que está intentando reducir el impacto del festival”. La actitud de las estrellas es, además, la más contaminante. “Yo siempre digo que la gente como tú y como yo no va a acabar con el planeta. Con el planeta van a acabar los que se mueven en jet privado, los que viene en un yate. La suma de muchos. Sí, hay que trabajar y cuidar nuestro planeta, pero el gran impacto está precisamente ahí y eso es lo que hay que trabajar también”, zanja el CEO de Creast.
Medidas y objetivos
Con la edición de 2022 ya terminada, llega la hora de volver a auditar al festival y medir la huella de la edición número 70. El plan al que se ha llegado es a cinco años, y la idea es “ser una cita más sostenible y un evento carbono neutral”. “De este modo, se cumpliría el ciclo completo de sostenibilidad (medición, reducción y compensación de la huella de carbono), aplicado a todas las fases de trabajo en las que interviene el Festival”.
Se estima que el Festival habrá reducido en torno a 62 toneladas de CO2 mediante las medidas que se han tomado durante esos nueve días. Una vez se vea la huella de carbono se tomarán medidas para compensar esa huella y ser neutros. Pero compensar no es suficiente. Para reducir se han realizado bastantes iniciativas. Alguna, como la del papel, ya lleva varios años, pero es preciso “reducir en la medida de lo posible el uso de materiales de un solo uso, así como recurrir a servicios o contrataciones que hayan podido ser sustituidos por una alternativa digital o de carácter sostenible”.
Cuando llevas semanas trabajando por reducir el impacto y al final llega un jet privado o una limusina es frustrante y hay que luchar contra eso. Yo creo que es un tema de educación
En el capítulo de residuos, el Festival plantea la eliminación casi completa de la impresión de papel con la salvedad del periódico diario durante el evento, el libro de la retrospectiva y 6.000 ejemplares de la guía Película a película, pero el catálogo dejará de imprimirse físicamente y se distribuirá en versión exclusivamente digital. La sede principal del evento, el Kursaal, ha contado con cuatro puntos de reciclaje para trabajadores y personas acreditadas, al tiempo que un equipo específico supervisará la gestión de los residuos en todas las sedes del certamen.
En lo relativo a la energía, el objetivo es culminar la transición iniciada en 2021 para que la iluminación halógena sea sustituida completamente por tecnología LED en la mayor parte de los montajes propios que el Festival realiza en exteriores (el año pasado se alcanzó el 80% y este año, el 90%), mientras que en el ámbito de las contrataciones se procurará ir incrementando los catering de kilómetro cero. En los trabajadores se nota ese compromiso y ellos han reducido su movilidad acudiendo en bicicleta o andando.
¿Y con lo que no se puede? Se compensan las emisiones destinando 25.000 euros a través del Fondo de Carbono Voluntario de Gipuzkoa puesto en marcha por la Fundación Naturklima y el departamento de Medio Ambiente de la Diputación Foral de Gipuzkoa. Con esa aportación se compensa el 53% de las emisiones totales generadas por el Festival, es decir, el 70,21% de las derivadas de la movilidad.
El ejemplo de Berlín
La Berlinale fue la pionera —como en la introducción de los premios interpretativos sin distinción de género— en la lucha contra el cambio climático en los festivales de cine. Sus iniciativas se remontan a 2010. Desde ese año miden la huella de carbono de cada edición. Por eso ya pueden valorar si sus medidas han surtido efecto o no. El certamen cuenta a este periódico que la medida estrella de las realizadas es la “utilización de un 100% de energía verde en todas sus localizaciones”. “Entre 2013 y 2021 se han ahorrado 764 toneladas de CO2 con el uso de energía verde en el festival”, dice el informe remitido por la institución. Muchas de las medidas que se están instaurando en el Zinemaldia ya están asentadas en Berlín. La alfombra roja renovable, la reducción de papel, o la instalación de tecnología LED que en 2020 les permitió ahorrar 10.000 kw de energía.
Hay dos medidas que se afrontan de manera diferente. En Berlín han logrado que toda la tropa de automóviles que lleve a las estrellas de su hotel a la alfombra roja sean coches libres de emisiones o eléctricos. “Durante la 70 edición de la Berlinale se usaron más de 140 coches eléctricos de Audi”, cuentan desde el festival alemán. En San Sebastián la misma empresa puso ocho coches eléctricos de un total de 30 para el traslado de invitados demostrando que todavía hay margen de mejora.
También se diferencia en la gestión de la comida. En Berlín “desde 2006 el catering que se da es casi exclusivamente vegetariano, lo que reduce la huella de carbono”. En San Sebastián también se tiene en cuenta la comida. Tras dos años de pandemia, los cócteles han vuelto, y se apuesta por que todo sea “kilómetro cero y a poder ser orgánico”. Y aquí apuntan a que, a veces, la lógica indica lo contrario a la realidad. En la mente de todos un aguacate sería más sostenible y ecológico que un trozo de ternera, pero no se repara en que quizás ese aguacate haya que traerlo desde Colombia, por lo que “la huella de carbono asociada para poder dar ese mismo producto es exponencialmente diferente a que si fuese de Almería”. Un trabajo de futuro que pasa no solo por cambiar los hábitos del propio festival, sino por concienciar a sus invitados y acreditados a cambiar una rutina que muchas veces no piensa en la huella que deja.
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