- ENCUESTA | ¿Quién lleva la razón: Netflix o Cannes?
Cannes ha cerrado el chiringuito al video on demand y ha tirado la llave. Muchos pensaron que el anciano festival se había adaptado a los nuevos tiempos cuando aceptó dos propuestas de Netflix en su Sección Oficial. Una de las industrias más poderosas y tradicionales del mundo aliándose con el futuro audiovisual. El prestigio asociado a la providencia.
Una fuerza bicéfala que duró hasta que los exhibidores franceses pestañearon dos veces y expulsaron al gigante del streaming de la mesa de los mayores.
La Federación de Cines Franceses tildó de “traicionera” la selección de Cannes e instó al comité a anular las dos candidaturas de Netflix. Ni siquiera permitieron una negociación con la empresa, que se había ofrecido a programar sus películas en las salas del país galo durante un tiempo limitado.
Okja, del coreano Bong Joon-Ho, y The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach, serán las últimas que puedan competir por la Palma de Oro. Hasta ahora, los productos originales de Netflix han debutado en un estreno mundial sin pasar por las salas, y eso es algo que Francia no puede tolerar.
Hay quienes consideran que este episodio no tiene mayor trascendencia. La plataforma de video on demand más poderosa del mundo seguirá ganando en suscriptores -van casi 100 millones en todo el globo- y el festival de Cannes mantendrá su reinado cuando amaine el temporal.
Pero esta enésima lucha entre tradición y nuevas tecnologías puede sentar un paradigma que perjudique a unos más que a otros. Cannes ha proclamado orgulloso su veto a Netflix y a todo el que no quiera proyectar sus películas en las salas francesas, pero quizá no deba presumir tan pronto de esta decisión.
Una legislación proteccionista
“[Netflix] es la representación perfecta del imperialismo cultural estadounidense”, dijo Christophe Tardieu, director del Centro Nacional de Cine, conocido como CNC, entidad estatal que coordina la financiación pública de las películas francesas. No solo eso, sino que también cubre la mitad del presupuesto de Cannes. Para entender el poder de este organismo hay que echar un vistazo a las entrañas de la industria gala.
El 11% del precio de cada entrada de cine se destina a un fondo público para financiar la producción francesa. A diferencia de España, la subvención al sector no proviene de un presupuesto cerrado del Estado. Además, como medida paliativa al annus horribilis que supuso 2013 para la taquilla francesa, el Ejecutivo redujo el IVA de un 7% a un 5%, uno de los más bajos de Europa.
Francia también es la cuna de proyectos como la Fiesta del Cine, que avivan el interés en las salas y que hemos importado a España. Para el país vecino, el modelo de exhibición tradicional resulta indispensable para la supervivencia de la producción. Allí priman el aumento de la cifra total de espectadores, ya sea en un blockbuster o en la última cinta de Bertrand Tavernier. De hecho, una parte de la recaudación de las películas extranjeras está destinada al apoyo financiero de las cintas galas.
Pero no solo hay purpurina debajo de la alfombra francesa. Su estricta legislación no deja ningún cabo suelto y resulta demasiado prohibitiva. Para proteger a las salas del aterrizaje del streaming, Francia decretó 36 meses desde que la película es proyectada en sus cines hasta que pueda subirse a una plataforma de video on demand.
Si Netflix hubiese aceptado esta ley y exhibiese Okja en las salas, tendría que esperar cuatro meses hasta que pudiese ser alquilada en un videoclub online -como nuestro Filmin-, diez meses más para emitirse en la tele por cable, otros 22 meses en un canal de televisión en abierto y, por último, la podría ofrecer en su propia plataforma. En total, tres años. Ese control sobre las ventanas de distribución atenta contra la razón de ser de Netflix, así que la propuesta de Cannes estaba condenada a fracasar desde el primer momento.
“El establishment cierra filas contra nosotros. Podrás ver Okja en Netflix el próximo 28 de junio. Una película apasionante que la industria de las salas de cines quiere bloquear de la competición de Cannes”, respondía en Facebook el cofundador de Netflix, Reed Hastings, ante el veto del festival. Una historia de desamor que tendrá más consecuencias que un puñado de declaraciones cruzadas.
¿La mejor película del mundo?
Este asunto también ha sacado a la luz algunos de los aspectos de la plataforma que menos convencen al sector. Por ejemplo, la ausencia de datos de audiencia, número de suscriptores u horas de reproducción. “Netflix trae de cabeza a todos los que negocian con ellos. No ofrece datos porque no lo necesita. Su negocio está basado en las suscripciones”, explicó el autor del Anuario del Cine 2016 a La Script.
Cannes es mucho más que el mayor escaparate mundial del cine, también es la Meca de los negocios entre productores y distribuidores. Detrás de las bambalinas de la Croisette se están gestando ahora mismo algunos de los proyectos más interesantes del año que viene. Eliminar a Netflix del juego es también cercenarle la oportunidad de llegar a nuevos mercados y, sobre todo, de alcanzar una mayor calidad.
En contra de la plataforma también se ha pronunciado el presidente del jurado de la última edición de Cannes: “Sería una enorme paradoja que la Palma de Oro o una película que reciba cualquier otro premio no se pudieran ver en una gran pantalla”, dijo Pedro Almodóvar en la primera rueda de prensa del festival. Si esto se tomase como norma en otros festivales del mundo, Netflix se quedaría sin competir con sus mejores productos, que ya han demostrado su valía en citas como la Mostra de Venecia y los Globos de Oro.
Hasta aquí los riesgos para la plataforma de streaming. Al festival de Cannes, en cambio, le quedarán peores secuelas tras la guerra, aunque sean de imagen. La Sociedad de Autores Dramáticos y Compositores franceses ha aprovechado la coyuntura para replantear la norma de los 36 meses. “La verdadera pregunta que se le dará al próximo ministro de Cultura es: ¿podemos crear una cronología modernizada para que una película no tenga que esperar tres años para llegar a Netflix?”, expresaron en un comunicado, donde también aprovechaban para mostrar su apoyo a los dos directores afectados, Baumbach y Bong Joon-Hoo.
Queda demostrado que el festival de cine más prestigioso del mundo se debe a la voluntad de unos cuantos en su propio país. El veto que se inventaron en el último momento para complacer a la Federación de Cines Franceses no favorece a directores o productores internacionales. Incluso les torpedea. Da igual que hayan sido miembros del jurado o ganadores de la Palma de Oro, como Martin Scorsese.
El cineasta empezará a rodar en agosto con Netflix El irlandés, una película de 80 millones de dólares que cuenta con Robert de Niro, Al Pacino, Harvey Keitel y Joe Pesci. Pero Scorsese y su grupo de magníficos no podrán aspirar a ser los mejores del año que viene, según los nuevos mandatos de Cannes.
Tampoco es una medida que cuente con el beneplácito de los actores extranjeros, como demostró Will Smith en la rueda de prensa del jurado de Cannes. “Son dos formas completamente diferentes de ver cine y Netflix es un gran trampolín para dar a conocer nuevos talentos”, resaltó el intérprete, que estrenará próximamente en la plataforma una película de 90 millones de dólares de presupuesto.
Hasta ahora, la Palma de Oro era la gran carta de presentación de un filme. La que daba una garantía de calidad al público y de promoción al equipo de la cinta. Este incidente ha demostrado que ya no se premia la mejor película del mundo, sino la mejor película del mundo que acepte terminar en una oscura sala de cine francesa.