Isaki Lacuesta convierte la historia real de Los Planetas en una leyenda fantástica, subjetiva y sin nombres

Javier Zurro

5 de marzo de 2024 22:31 h

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Los biopics musicales son todos iguales. Infancia, auge, éxito y caída de leyendas del pop o del rock. Las partes oscuras se enseñan un poco, para que nadie les acuse de blanqueamiento, pero tampoco demasiado, porque prefieren que los artistas y sus fans no se enfaden por mostrar una imagen compleja. El ejemplo paradigmático es Bohemian Rhapsody, que reventó la taquilla de forma sorprendente en 2018 en un filme desastroso y en el que se establecía una preocupante causa-efecto entre la aceptación de Freddy Mercury de su homosexualidad y el ocaso del grupo. Un filme tan inofensivo que la droga casi ni aparecía pero que consiguió algo imposible, que la gente cantara al final de las proyecciones en los cines como si estuvieran asistiendo al concierto de Queen que nunca pudieron ir.

Precisamente eso es lo que quiere que ocurra Isaki Lacuesta en los pases de Segundo premio, la película que ha rodado sobre Los Planetas (y que lleva el título de una de sus canciones). Desde su presentación y en los materiales de prensa se asegura que “esto no es una película sobre Los Planetas”. Él lo aclara, es una película sobre “la leyenda de Los Planetas”. Y ahí es donde Isaki Lacuesta toma distancia y le da la vuelta a todos los estereotipos que puede haber en torno a los biopics musicales convirtiendo su filme en el mejor de todos porque no cumple ninguna de sus normas. Eso sí, sueña con que “la gente cante en la sala”. “Ojalá ocurra en algún pase”, dice casi como soñando. 

El proyecto llegó a él después de que lo rechazara Jonás Trueba, que estuvo mucho tiempo trabajando en el filme. Lacuesta lo conocía por Trueba, y lo veía “con endivia sana”. “Cuando Jonás decide abandonarlo me llama un día y me propone hacerlo. Mi primera reacción es decir ‘hostia, qué bien’, pero el guion que existía era un guion muy de Jonás, cosa que yo admiro porque lo que me gusta de su cine es que no se parece en nada al mío, pero yo no puedo hacer una película de Jonás, como es lógico”, dice del comienzo del proyecto.

Aunque le gustaban Los Planetas, no era el fan loco que vivió el auge de aquel grupo que cambió todo y popularizó el indie. ¿Qué había en esa historia para que un cineasta tan alejado de este género dijera que sí? “A mí es que me gusta mucho convivir con músicos. Me parece que tienen problemas y movidas muy parecidas a las nuestras, pero cuando hablas con ellos hay una distancia justa, una distancia adecuada, que diría Christina Rosenvinge. Todas esas conversaciones endogámicas que tenemos entre cineastas son las mismas con músicos, pero un poco más frescas porque se cagan en la puta madre de alguien que no es el mismo en el que tú te cagas siempre”, apunta el cineasta.

Una de las propuestas de Jonás Trueba que se quedó en el proyecto final es que tenían que ser músicos, “no actores que hicieran de músicos”. “Eso me ponía muchísimo”, dice Isaki Lacuesta. Al ver el resultado, uno comprende el motivo. Solo el protagonista, un inmenso Daniel Ibáñez, tenía experiencia en la interpretación, pero su unión con la frescura de Cristalino es uno de los muchos hallazgos de una película personal, emocionante y distinta. Ibáñez y Cristalino son Jota y Florent, y ellos son el centro del filme junto a Stéphanie Magnin, que da vida a May Oliver, el otro vértice –a menudo olvidado– del triángulo original de Los Planetas.

Segundo premio se centra en un momento muy concreto, en la creación de Una semana en el motor de un autobús, disco que supuso su consagración, pero que estuvo a punto de no materializarse nunca por la adicción a la heroína de Florent y que llegaba tras el abandono de May. El acierto de Lacuesta es que lo que ha quedado es una película sobre la amistad, y el amor entre todos ellos. Afirma con ironía que le ha salido “una película de autoayuda”. “Es una película muy gay, porque es una película en la que la amistad y el amor se confunden”, algo que también le ha ocurrido en sus películas: “Creo que es una cosa que compartimos con Los Planetas. Nuestro equipo ha sido nuestra familia y nuestros amigos, y entablas dinámicas con sus pros y sus contras. A mí me ha encantado trabajar así, pero a veces te planteas si no es lo más profesional y si no sería más sencillo sin esta implicación de fraternidad, de amistad y de amor”.

Tenía la impresión de estar haciendo una película muy autobiográfica. En los últimos años mi equipo, mi familia, se ha desmontado y estoy montando una familia de rodaje nueva

Lacuesta consigue que Los Planetas y su sombra no fagociten su película –de sus protagonistas nunca se escuchan sus nombres–, y que sea una película eminentemente suya, como se ve en esa forma de contarla, con diferentes puntos de vista que se cruzan y que se contradicen. El recuerdo de May no es el mismo que el de Jota, y son sus miradas distintas lo que construye la imagen final. El choque entre la verdad y los recuerdos es un tema constante en su filmografía, y cuando empezó a investigar para el filme se dio cuenta de que cada testimonio contaba cosas opuestas del mismo suceso, lo que encaja muy bien con su forma de narrar. “Nos viene bien para hacer una película en la que cada personaje tenga una perspectiva distinta y en la que no haya una posición de verdad, sino que cada personaje es un narrador sospechoso de ser subjetivo”.

Conoció a Los Planetas con la película en marcha, a la salida de un concierto, en una noche que define como “bastante memorable”. Aquella camaradería no hizo que se achantara para defender su visión del filme: “Durante el proceso yo les decía que, a pesar de todo el amor y la admiración que les tengo, no podíamos hacer una película en la que les consultábamos todo el rato. Para empezar, porque son una banda que ya entre sí tienen opiniones distintas, y segundo porque les dije que lo que hacíamos era contar una leyenda. Les dije que haríamos una película de vaqueros gais, que me imaginaba que habría mucho ensayo musical y momentos fantásticos que me parecían imprescindibles”. 

En alguna duda les llamaron, por ejemplo cuando se dieron cuenta de que poner un póster de Marvel les iba a costar mucho dinero y le preguntaron a Jota si habría otro cómic que le gustara y pudieran permitirse. “Él siempre ha estado muy dispuesto a hablar, y lo mismo con la música –que interpreta Daniel Ibáñez para evitar un playback que resultaría imposible–. Yo creo que eso ha sido importante que haya estado Jaime Beltrán, de Pájaro Jack, y que trabaja mucho con ellos, un poco como productor musical”.

Aunque dé la vuelta a todas las normas del biopic musical, asegura que nunca trabaja “en contra de algo”, y más en este caso porque ni ha visto esas películas. La que sí vio y le sirvió de referencia es el documental Get Back. “Es de los mejores trabajos que he visto, ya no sobre la música, sino sobre el trabajo en equipo”, opina y da otra de las claves, su Segundo premio acaba siendo una radiografía de las fricciones de la creación colectiva y, por tanto, una metáfora del propio cine. “Casi siempre que trabajo con alguien o sobre alguien busco cuál es la intersección entre estas personas y sus experiencias con las mías. Aquí tenía la impresión todo el rato de estar haciendo una película muy autobiográfica. Al principio me pasaba en relación al trabajo con mi equipo. En los últimos años mi equipo, mi familia, se ha desmontado por distintos motivos y estoy montando una familia de rodaje nueva. Cuando entra Pol a codirigir conmigo me dice ‘joder, es que la peli se parece a nosotros. Tú y yo somos el cantante y el guitarrista’”.

Se refiere a Pol Rodríguez, con quien ha dirigido la película, algo que “vino dado por la necesidad”. “El día antes de empezar a rodar salió el diagnóstico de Luna [su hija, que estaba enferma] y me tuve que ir. En ese momento no sabíamos qué hacer y por el camino pensé en que podía intentar hacer la película por Zoom en vez de abandonarla. No sé si fue al día siguiente o al cabo de unas horas, pero pensé que la forma de hacerlo era con Pol, porque me conoce mejor que nadie, porque había hecho de ayudante de dirección en Un año, una noche y porque tiene una capacidad brutal de ponerse al día en el curro en muy poco tiempo”, explica.

Uno estaba en el set y el otro fuera, pero Isaki Lacuesta cree –y el resultado lo confirma– que no ha afectado: “Es imposible saber qué hubiera cambiado si yo hubiera estado allí, pero la sensación es que ha salido la película que queríamos hacer, que no la ha perjudicado. La película ya se había retrasado por varios motivos y eso hizo que tuviéramos muchos ensayos, de localización, de preparación técnica… y lo que no se había podido preparar tan bien, como lo de Nueva York, tuvo la capacidad de Pol y del equipo para trabajar en un registro que nos gusta mucho que es el de la improvisación a partir de cosas escritas”. Entre ambos han creado una película lisérgica sobre la creación de un disco lisérgico, y una hermosa historia de amor y amistad atravesada por Los Planetas y por Lorca, porque, como dice Lacuesta, “Lorca siempre es la clave y de lo más importante que le ha ocurrido a este país”.