A Sam Mendes nunca le interesó la figura de James Bond, pero con el estreno de Casino Royale se vio obligado a verla ya que la protagonizaba un buen amigo, Daniel Craig. Actor y director trabajaron juntos en aquella maravillosa adaptación del cómic Camino a la perdición, cine negro que bebía del clásico de Coppola. Y cuando el director británico vio la primera película de Craig en la piel del Agente 007 algo cambió. Casino Royale tiene al menos tres secuencias memorables, el arranque, una partida de póquer que casi acaba (literalmente) con el héroe y una de las conversaciones más perversas y sutilmente eróticas entre chica Bond y Bond.
Tras el desastre de Quantum of Solace Craig habló con Mendes y le convenció. El resultado de esa unión se tituló Skyfall: La película más solemne y de más envergadura argumental de la saga. Una refundación del personaje en su 50 aniversario que para muchos se convirtió en una catedral cinematográfica en comparación con las demás películas que durante 23 títulos alimentaron el universo creado por Ian Fleming. Mendes sometió a Bond a un psicoanálisis freudiano sin ignorar el espectáculo y revistiendo la saga con tonos más oscuros y un ritmo operístico. La película finalizaba con un clímax donde el duelo interpretativo entre el villano (un Bardem antológico a pesar del maquillaje) y esta errática y muy humana reinvención de Bond, terminaba con las inmensas llamas de un fuego depurativo.
Volver a los inicios del personaje de la forma que lo hizo Mendes recuerda irremediablemente al universo que Christopher Nolan creo para su Batman. De hecho El caballero oscuro es uno de los principales referentes del director a la hora de filmar su James Bond. “Lo que Nolan demostró fue que puedes hacer una gran película, emocionante y entretenida y que tenga mucho que decir sobre el mundo en el que vivimos. El caballero oscuro se vio como un claro referente de la era post 11S, Nolan hablaba de nuestros miedos, analizaba su existencia y esto me pareció increíblemente valiente e interesante”, declaraba en Indiewire.
Su obra se iba a quedar ahí, en Skyfall, pero como todo autor Mendes se sentía responsable de los personajes que había creado y decidió cerrar las tramas de este Bond rubio de ojos azules al que le dio un pasado, aspiraciones sentimentales y traumas incorregibles. Por eso Spectre. El título hace referencia a la agencia criminal global que no aparecía en la saga desde Diamantes para la eternidad. El villano es Franz Oberhauser, el pasado que ha construido Mendes para esta figura del mal, interpretada con la misma gracia y verborrea con la que Christoph Waltz interpreta todos sus personajes, cierra el círculo de las interesantes subtramas que abría Skyfall.
La sombra de Edward Snowden
Este Bond tiene carencias. El comienzo de Spectre es apabullante en su espectacularidad, durante la película hay revisiones muy divertidas a los títulos de la saga que protagonizaba Roger Moore (como esa persecución por la nieve en una avioneta sin alas) y también está ese 'gorila' con uñas de plata que recuerdan al sombrero asesino de Goldfinger y cuyo combate cuerpo a cuerpo con Bond en un vagón de tren quedará grabado para siempre en la memoria de los fans. Sin embargo, todo ese estudio psicológico del personaje queda empobrecido con un villano (el de Waltz) que es puro cliché, soso, incluso ridículo si lo contrastamos con las expectativas que el propio argumento crea en nosotros durante la primera parte del metraje.
Mientras Bond lucha contra sus muertos -la película abre con el rótulo “Los muertos están vivos”- Sam Mendes nos habla de la era post Edward Snowden y es ahí donde el director acierta y nos convence, donde demuestra que el mejor Bond no es ni Sean Conery ni Daniel Craig, sino él, Sam Mendes.
Continuando la tradición de Nolan, el director de American Beauty juega con los miedos de la sociedad actual. Y el mayor de estos miedos hoy en día es el control de la información. El negocio de Spectre es la información y su terrible intención es crear ese Estado de vigilancia que Snowden destapó con sus filtraciones en el Washington Post. Los agentes 00 están obsoletos y perfectamente pueden ser sustituidos por un mapa de recopilación global de información desde el que puedan verse las carencias y puntos débiles de cada país, de cada individuo.
Lo que Spectre pretende es aquello que quería denunciar Snowden: “No se puede permitir al gobierno de EEUU destruir la privacidad, la libertad en Internet y las libertades básicas de la gente con esta gigantesca máquina de vigilancia que están construyendo en secreto”, dijo para CBS. Esta máquina a la que se refiere el informante en la vida real es en esta película de Bond el Skynet que el servicio británico debe detener antes de que dé comienzo su particular tiranía de la información.
Entre Jason Bourne y Ethan Hunt
En la comparación de Bond con Jason Bourne o Ethan Hunt radica la importancia de Sam Mendes para la saga de 007. Su estudio del personaje, la creación de una biografía sentimental y traumática que lo convierten en más humano que nunca, y el acercamiento de sus dos películas a los terrores del presente diferencian y elevan al personaje de Daniel Craig de los otros dos símbolos de la ficción de espionaje. En Spectre hay más humor y más romanticismo porque era necesario separarlo de la seriedad de ese Jason Bourne infalible y letal. Lo que las películas protagonizadas por Matt Damon consiguieron, sobre todo los títulos de Paul Greengrass, fue crear el thriller de gran presupuesto perfecto, de persecuciones memorables en un mundo reconocible para el espectador.
Mendes no pretende llevar a Bond a la ultrarrealidad de Bourne, sino que lo mantiene en ese aura de ficción novelada con la que se permite divagar sobre el presente y sobre la humanidad de su héroe. Bond sigue bebiendo Martini con vodka mezclado no agitado, sigue enamorándose de todas las mujeres fatales con las que se cruza y sigue haciendo cosas increíbles para cualquier ser humano pero con un límite, el que cruza el Ethan Hunt que Tom Cruise sigue interpretando tras 19 años. El agente secreto atlético y casi suicida de Misión Imposible, el de los saltos inverosímiles, el de las máscaras y el héroe infatigable que lucha en un mundo que nunca es lo que parece.
Tanto Craig como Mendes han declarado que su aportación a la saga termina con Spectre. En las siguientes películas volver al pop sería lo apropiado ya que dar continuidad a la etapa más oscura de Bond resulta bastante improbable. Mendes solo nos ha dado el Bond que el espectador necesitaba. Pero esto, como todo, cambia.