El compromiso de Juan Diego Botto se cuela en cada proyecto que elige. Da igual que sea en teatro o en cine, de alguna forma siempre aparece su manera personal de mirar y escrutar el mundo. Ocurre, especialmente, en las obras que ha escrito, como Una noche sin luna, donde se convertía en un Lorca que nos alertaba de lo que está pasando en la sociedad actual mientras se mira hacia otro lado. Botto emocionaba, conmovía y con dulzura, también agitaba y golpeaba.
Todo eso lo ha repetido en su debut en la dirección cinematográfica, un duro y honesto drama sobre los desahucios titulado En los márgenes, que llega a los cines este viernes 7 de octubre. Una película escrita junto a la periodista de elDiario.es Olga Rodríguez y que se proyectó por primera vez compitiendo en la sección Orizzonti del pasado Festival de Venecia. Un proyecto que se ha levantado con mucho tesón y gracias al apoyo de su productora, una Penélope Cruz que también la protagoniza y que ha decidido dedicar un tercio del dinero de su Premio Nacional a los afectados por las hipotecas.
Esta película pone el foco donde muchos no quieren mirar y deja claro que los desahucios siguen ocurriendo, aunque los medios ya no lo cuenten. Botto da voz a los silenciados, a los que luchan por el derecho a la vivienda. Historias reales que se cuelan y con las que demuestra que el cine social sigue siendo necesario.
Esta película nace de una petición de Penélope Cruz tras ver una obra de teatro suya. Son amigos desde hace años y, de hecho, hay una anécdota mítica en la escuela de interpretación siendo adolescentes.
Sí, Penélope y yo nos conocimos con 14 o 15 años en la escuela de mi madre, Cristina Rota, cuando éramos estudiantes. Allí hicimos la escena de la alondra y el ruiseñor de Romeo y Julieta, que nos salió fatal. No hicimos ni dos minutos cuando Cristina nos dijo 'pero a ver qué están haciendo, prepárense bien y vuelvan otro día'. Fue absolutamente desastroso. Estuvimos dos años en la escuela y nos hicimos amigos. Hasta el día de hoy, hemos mantenido el contacto y la amistad. Hablamos mucho de trabajo y de cine, y nos gustan más o menos las mismas películas.
Ella fue un día a verme a la obra de teatro que yo estaba haciendo en aquella época, Un trozo invisible de este mundo, una obra sobre exilio e inmigración. A la salida, fuimos a cenar con un montón de gente y ahí me sugirió que escribiera algo para que hiciéramos juntos. Me propuso una historia que no salió, pero con esa cosa en la cabeza me puse a escribir y apareció la idea de una pareja que discute porque tiene un inminente desahucio. Y ahí empezó todo. Yo lo compartí con mi compañera, la periodista Olga Rodríguez, y ella me presentó un montón de gente que trabajaba con asambleas de vivienda, que había vivido un desahucio o que estaba en ese proceso. Nos pusimos a trabajar en esa historia y, con el tiempo, le enseñé a Penélope el guion y le dije 'dime qué te parece, no está lo que tú me pediste, pero hay esto otro'. Ella me había sugerido una historia de celos que yo no supe escribir, pero esta le gustó.
De una historia de celos a un drama de desahucios. No sé si la cabra siempre tira al monte.
Supongo que sí, porque en algún lugar estaría eso. De hecho, la secuencia que escribí, que está en la película, es la discusión entre el personaje de Penélope y el mío. Supongo que en algún lugar de mi cabeza estaría el tema de la vivienda y el temor a perder tu casa. A veces las cosas más interesantes son las que te salen sin pensar, las que sueltas ahí en el papel y dices 'bueno, ha salido esto, vamos a intentar averiguar por qué'. Pero ese primer input, inconsciente, siempre pienso que es muy valioso. A partir de ahí, vino el trabajo ya más consciente de investigar sobre esto. Estuvimos mucho tiempo escribiéndolo y luego mucho más tiempo intentando conseguir el dinero.
De ahí sale ese guion con Olga Rodríguez que, además, ha escrito mucho sobre desahucios en elDiario.es, y que ha sido descrito como un trabajo periodístico, ¿cómo fue ese proceso de investigación?
Fue, sobre todo, de fuentes de primera mano. Hablar con mucha gente, pasar tiempo con ellos, ir a sus casas, conocer a sus hijos, tratar de entender su relación de pareja o de padres o de madres, entender cómo es la angustia de vivir con la sensación de que puedes perder tu casa en cualquier momento. Y en ese proceso de mucho tiempo acompañando a esta gente, de conocer abogados, activistas y trabajadores sociales, fueron apareciendo los temas que finalmente están en la película, fundamentalmente cómo te afecta en la vida personal y afectiva. Ese desgaste, esa tensión de verte sometido a la angustia de perderlo todo, a la angustia del hambre, a la angustia de perder tu casa. La angustia de esa situación de estrés, de la crisis económica, que es uno de los temas obvios en la película. El otro sería el tema de la masculinidad, que es algo que nos encontramos y que si no hubiéramos vivido todo ese proceso, quizás nunca lo hubiéramos adivinado.
En la película se muestra cómo, en estos casos, las mujeres se convierten en heroínas.
En las asambleas de vivienda hay algunos hombres, valientes, corajudos y luchadores, pero son fundamentalmente mujeres, mujeres que cuando llega ese momento se hacen cargo de ir al banco, de encontrar un abogado, de ir a una plataforma, de hablar en la asociación, de empezar a defender y protestar por mantener su vivienda. Y unos hombres que muchas veces se venían abajo cuando perdían su identidad, que estaba vinculada a su trabajo, a llevar dinero a casa, y que una vez que eso desaparece, no saben muy bien cómo ubicarse. Cuando ven que su pareja se va empoderando y ganando en sociabilidad y en luchar por su casa y en fortalecerse, se sienten muy desubicados o simplemente no saben cómo lidiar con la parte afectiva.
El personaje de Luis Tosar es el hilo conductor de la película. No sé si elige ese personaje porque su hijo es un poco también la mirada del espectador.
Sí, yo creo que ese personaje es un poco la mirada del espectador. Yo creo que todos tenemos la sensación de que conocemos lo que es el desahucio, lo que es vivir en el margen, en pobreza energética o tener que ir a un banco de alimentos. Pero, realmente, nuestra mirada muchas veces está cargada de prejuicios. Otra cosa es sentarse y tomarse el tiempo de conocerlo en profundidad. Esa es la mirada del personaje que hace Cristian Checa, que creo que hace un trabajo fantástico.
La película tiene una especie de atemporalidad. Podría ocurrir en el peor año de la crisis, como en el siguiente, como ahora mismo, porque sigue siendo un drama. No sé si había esa intención de dejar claro que el problema sigue ahí.
Sí. Solamente hay un dato que nos marca una suerte de temporalidad, que es un relato en la radio sobre la crisis energética, que parece que lo vincula, que lo trae más al ahora. Pero nos parecía que estaba bien generar la duda, porque todos pensamos que los desahucios ya pasaron, que son una cosa del pasado, que ya no hay, que se resolvió, y hay 100 desahucios al día en España. Es una realidad que sigue siendo uno de los principales problemas cuando hablamos de desigualdad y pobreza. Es uno de los principales problemas que seguimos teniendo en este país. Esa atemporalidad nos parecía que era pertinente para trasladar la sensación de que esto puede estar pasando todavía.
La película acaba con ese cartel final que deja muy claro que todos los días, en 2022, se producen 100 desahucios, algo que ocurre con un gobierno de izquierdas. Parece una llamada de advertencia, ojo, que ni siquiera este gobierno lo está solucionando.
Justo ahora se ha estado discutiendo una ley de vivienda que no se ha podido aprobar en toda la legislatura. La legislatura está llegando a su final y y sigue habiendo desahucios. Se han hecho unos avances, se hizo una moratoria durante la crisis, la pandemia provocó que hubiera muchas restricciones y eso ayudó a mucha gente… Pero sigue habiendo muchísimos desahucios que no se evitan con la legislación actual y sigue habiendo muchos problemas vinculados a la vivienda, a que no haya topes de precio, a que sigan creciendo indiscriminadamente los precios del alquiler. Y por eso nos parecía pertinente subrayar que no se ha acabado con los desahucios en este Gobierno.
¿Cree que también ese pensar que esto ya no ocurre ha tenido que ver con que los desahucios hayan desaparecido de la agenda mediática?
Cuando una realidad se cronifica, deja de ser noticia. Lo que pasa todos los días deja de ser noticia, es una cosa que dice mucho Olga Rodríguez. Pero lo que pasa todos los días son cosas que, precisamente, definen nuestra realidad, como la brutal desigualdad económica o las decenas de miles de personas que mueren de hambre en el mundo. Lo mismo ocurre con los desahucios, es una realidad que se ha cronificado. Cuando hay un caso muy llamativo, vuelve a ocupar un espacio informativo pero, si no, desaparece. Y cuando desaparece de las portadas y de los informativos, la gente piensa que ya no ocurre. Y es algo que, todo lo contrario, es casi peor.
No sé si cree que el cine no cuenta estas historias por la gente que las cuenta. Quiero decir, estudiar cine es muy caro, es un privilegio que acaba afectando en las historias que se cuentan, que se hace desde el privilegio.
Bueno, yo creo que es, por usar un 'palabro', una cosa poliédrica. Creo que hay muchas explicaciones. Estudiar en una escuela de cine es muy caro y tienes que tener una posición económica determinada o muchas ayudas para poder hacerlo. Es normal que la gente hable de lo que conoce y, si no estás vinculado a una situación de pobreza, no la vas a contar. Eso explicaría que teniendo la realidad que tenemos en nuestro país haya menos cine social que en Inglaterra, por ejemplo, o que en Francia, que es una cosa que siempre me he preguntado por qué y no tengo la respuesta.
Eso que tú sugieres puede ser una parte de la realidad. La dificultad en la producción creo que puede ser otra parte de la realidad. Tú sabes que el ir con una historia determinada va a hacer que, a lo mejor, tardes diez años en levantar ese proyecto, porque hacer cine hoy es conseguir que una televisión o una plataforma entren en tu proyecto. No hay otra forma. Y sabes que en una televisión o en una plataforma, ciertas historias difícilmente van a entrar. Alguien que está empezando y piense que o se va a pasar siete años intentando levantar un proyecto o puede escribir este otro que también le interesa y que a lo mejor en dos o tres años lo tiene levantado… hay una criba previa que tiene que ver con que uno sabe cómo se produce el cine. Nosotros tardamos un montón de tiempo en producir esta película teniendo a Penélope Cruz.
Esto ocurría ya, y encima hora estamos en un contexto para el cine español, con una nueva ley audiovisual, en el que eso se puede recrudecer, ¿cómo ve el futuro?
Lo veo complicado y a la vez creo que estamos viviendo, posiblemente, uno de los mejores años del cine español que yo recuerdo en mucho tiempo. Es un año donde la producción cinematográfica y lo que significamos como referencia para el cine internacional de repente se está consolidando de forma notable con muchas películas que no son, a priori, grandes películas de mercado, ni grandes apuestas de televisiones o plataformas que son quienes definen lo que se hace. Se da esta situación paradójica de que lo que más marca nuestra seña de identidad, lo que más nos significa internacionalmente, no son las principales apuestas del mercado. La forma de producir cine es la que es. Tenemos una ley que depende de plataformas y televisiones. Tenemos una ley audiovisual, que se aprobó hace poco, que debilita el cine independiente y que da más herramientas a plataformas y televisiones para controlar el mercado y definir qué es lo que se hace. Y voy a recurrir a Federico García Lorca. Él decía en los años 20 que era lamentable que un señor con muchos millones se erigiera en censor de obras y definidor de teatro. Una tiranía. Eso lo decía Federico García Lorca hablando del teatro en su momento y creo que es perfectamente aplicable al cine.
Para terminar, sé que es un poco utópico, pero, ¿cree que esta película puede servir para abrir los ojos a la gente, para que al menos no se olviden del drama de los desahucios?
No lo sé. Es evidente que una película no cambia el mundo. Una canción no cambia el mundo, ni una obra de teatro tampoco. Pero a veces puede contribuir a generar un debate o a hacernos preguntas. Y si sirve para eso, bienvenido sea. Creo que si sirve para mantener vivo el debate o a reabrir el debate sobre una realidad que está ahí, que sigue sucediendo, que sucede todos los días a nuestro alrededor, pues estará mucho más que cumplida la misión.
Entrevista completa con Juan Diego Botto
Vídeo: Clara Rodríguez y Nando Ochando