Los dilemas de la juventud europea a través de siete películas del Atlàntida Film Fest

El Atlàntida Film Fest -AFF en adelante- nació hace 9 años como el primer festival de cine online de nuestro país. Pero con el devenir del tiempo se ha convertido en una herramienta cada vez más precisa para tomarle el pulso a los cambios del audiovisual moderno.

En lo evidente, porque el festival nació para revalorizar la ventana de Internet como fuente de prestigio en la distribución de cine, en un tiempo en el que aún no se hablaba de plataformas VOD o de las batallas del streaming. Y no les ha ido mal, pues el éxito del AFF es también el de una forma de consumir cultura audiovisual hoy consolidada. En 2011 fueron 2.400 personas las que se atrevieron a pagar un 'pase' por asistir virtualmente a un festival en el que podían ver 24 películas exclusivas. En 2018 fueron 75.000 los usuarios que se animaron a hacerlo, y tenían a su alcance un total de 83 obras. 

Y en lo menos obvio, porque la línea editorial de un festival como este, organizado por Filmin, ha ido perfilándose como cazatalentos de cine europeo que no llega, mal que nos pese, a nuestras salas. Un rescatador de películas que han pasado por festivales tradicionales de prestigio como la Berlinale, Tribeca, San Sebastián o Locarno, al tiempo que plataforma de salto de realizadores y realizadoras aún desconocidos. 

En este sentido, buceamos entre el catálogo de esta edición con más de 100 títulos de producción europea, para fijarnos en los filmes que atañen a los dilemas de la juventud contemporánea. Rescatamos algunos de los títulos que se podrán ver en el portal del festival del 1 de julio al 1 de agosto.

Reconstruyendo Utøya, sobrevivir al trauma en Noruega

Reconstruyendo Utøya

En 2011, un supremacista blanco recorrió la isla situada a pocos kilómetros de Oslo, asesinando a sangre fría a 77 personas y dejando más de un centenar de heridos. Reconstruyendo Utøya es la mirada más experimental que se ha realizado de los hechos hasta el momento. ¿Por qué? Porque se desarrolla en un escenario de teatro vacío. Los 'actores' son supervivientes reales de los atentados. Por toda puesta en escena tenemos unas líneas blancas -que recuerdan nada inocentemente a Dogville de Lars Von Trier- pintadas en el suelo. Y el objetivo no es tanto buscar una razón inherente al drama, como intentar sanar unas heridas psicológicas que aún acechan a la juventud noruega.

De un tiempo a esta parte, los sucesos de Utøya han asaltado el audiovisual de distintas formas: el año pasado Paul Greengrass construyó un thriller que derivaba en drama judicial de fuerte carga moral. Un filme que pasó por el festival de Venecia y que finalmente ha llegado a España vía Netflix, pero cuyo visionado se complementa con Utoya. 22 de julioUtoya. 22 de julio, un brutal retrato del terror dirigido por Erik Poppe que llegará a nuestras salas este mismo mes.

Ojos negros, adolescencia en la España vacía

Ojos negros

Última prueba del talento que las realizadoras españolas jóvenes vienen derrochando en nuestro cine desde hace unos años. Alineada en la sensibilidad estética que nos ha ofrecido películas como La amigas de Ágata o Júlia Ist, pero claramente deudora del espíritu rural de Verano 1993, Ojos negros nos lleva hasta un diminuto pueblo de Teruel. Allí Paula, una joven de 14 años, se ve obligada a convivir con una familia con la que apenas tiene relación, hasta que conoce a una chica de su edad llamada Alicia, que la llevará a vivir un verano que cambiará su vida. 

Clásico pero bello coming of age, el filme estuvo en el Festival de Málaga y en el D'A Film Festival de Barcelona, haciéndose con un puñado de buenas críticas gracias a un naturalismo que no riñe con el retrato crudo de las zonas despobladas de nuestro país. Como ocurría con Las amigas de Ágata, se trata de un proyecto audiovisual coral dirigido por cuatro realizadores: Marta Lallana e Ivet Castelo, secundadas por Sandra García e Iván Alarcón. A su labor se suma la banda sonora de Raül Refree, el productor y músico colaborador de artistas como Rosalía o Amaia, cede aquí parte de su talento para aportar un contrapunto creativo marcadamente experimental.

Pájaros sin alas, el pasado industrial de Escocia

Pájaros sin alas

Galardonada en la pasada edición del festival Tribeca, uno de los más importantes del cine documental contemporáneo, Pájaros sin alas es un relato arraigado en el drama social de la escuela de Ken Loach. Su influencia, especialmente la de películas como Kes o Family Life, funciona como referente narrativo y asidero emocional de un documental que, por momentos, golpea suficientemente fuerte como para que el espectador desee que se trate de una ficción.

Gemma es una joven adolescente que empieza a lidiar con obligaciones que cree que puede manejar, como la maternidad o la profesionalización en un ambiente fuertemente dependiente de la siderurgia. Pero que, debido a su carácter libre e independiente, pronto empieza a entender que no encaja en su entorno. Potente debut de las realizadoras Ellen Fiske y Ellinor Hallin que, si bien no innova en el formato que propone, sí sabe conducir magníficamente su discurso.

Mating, el amor en tiempos de Tinder en Suecia

Mating

Y como no todo van a ser dramas, Mating  propone un experimento tan actual como la virtualización de las relaciones afectiva, desde la sana curiosidad y el respeto desenfadado. Una mirada alejada de la tecnofobia de gran parte del documental sobre la temática romántica en la era digital.

Lina Mannheimer concibió Mating sin tener claro qué iba a resultar de su premisa. Más que una película, lo suyo era un experimento sociológico: dos adolescentes de Estocolmo respondieron a un anuncio en el que la directora buscaba jóvenes dispuestos a encontrar pareja virtualmente. Edvin y Naomi, de catorce años, aseguraron que estaban dispuestos a conocerse. A partir de entonces, la cámara recoge cómo se desarrolla su relación, jugando siempre entre los límites de la realidad y la ficción, pero aportando una mirada lúcida sobre cómo se comprende y vehicula el afecto en Internet. Entendiendo las redes sociales como una herramienta no solamente narrativa, sino también formal.

When the Trees Fall, una pesadilla pastoral en Ucrania

When the Trees Fall

La película más inclasificable de cuantas componen esta lista, debut en la dirección de la cineasta, guionista y novelista ucraniana Marysia Nikitiuk. When the Trees Fall narra la historia de amor de Larysa y Scar: una joven inquieta de una familia tradicional de la Ucrania soviética y un delincuente perseguido. Cuando los padres de ella sepan del romance, censurarán completamente la relación y todo derivará en una pesadilla a medio camino entre el thriller rural y el realismo mágico.

El romance, no obstante, se nos presenta mediado por los ojos de una niña de cinco años llamada Vitka. Una mirada inocente que, junto al espectador, verá cómo a su alrededor todo parece tornarse caos y confusión entre discusiones sobre ancestrales tradiciones y violencias estructurales. Una película estimulante tanto por su puesta en escena hipnótica como por su inteligente mirada al pasado de una Europa incapaz de olvidar.

Ojalá te mueras :-), tempestuosos amores húngaros

Ojalá te mueras :-)

Sobre el papel, Ojalá te mueras :-) es la historia de una joven de 16 años llamada Eszter, en pleno descontrol de sus hormonas. Está enamorada de su profesor de inglés, mayor que ella, al tiempo que mantiene una extraña relación con un compañero de clase llamado Peter. Cuando inicie una relación virtual con el profesor, a su alrededor todo se le escapará de las manos.

El realizador Mihály Schwechtje ya apuntaba hacia algunas de las inquietudes estéticas y temáticas en su carrera como cortometrajista. Pero todas ellas han encontrado en su primer largometraje, Ojalá te mueras :-), su perfecto contenedor. Más allá de su sinopsis, lo realmente interesante de la mirada de Schwechtje es su desprejuiciada forma de mezclar géneros y formatos narrativos, que tan pronto recurren a la comedia negra como al thriller más sofisticado. Un juguete narrativo de medido guion dispuesto más a sorprender que a llegar a construir metáfora alguna sobre la juventud.

Alice T., el embarazo no deseado en la Rumanía de hoy

Alice T.

No parece casualidad que una de las primeras y más destacadas representantes de la ola del llamado 'nuevo cine rumano' compartiese motivo dramático con Alice T.  Hace más de una década, Cristian Mungiu arrasó en todos los premios habidos y por haber con 4 meses, 3 semanas, 2 días: un sobrio drama sobre el aborto durante los últimos días de la dictadura de CeauÈ™escu. Con ella se abrió una feliz etapa en la que los festivales de cine europeos recibían por fin a realizadores y realizadoras como Cristi Puiu, Corneliu Porumboiu o Adina Pintilie.

Pues bien, ahora es Radu Muntean, el director de la sorprendente Martes, después de navidad, quién mira hacia el tema del embarazo no deseado y el aborto. Pero no lo hace ambientando el drama en los últimos días del comunismo rumano, sino en la actualidad. Y plantea así un interesantísimo diálogo con la película de Mungiu, como reflejo de una sociedad que en lo aparente ya no tiene nada que ver con la del 89, pero en la que los tabúes y los silencios siguen siendo exactamente los mismos.