La teoría que explica por qué Hollywood trata a la mujer como un trozo de carne

La representación de las mujeres en el cine está en crisis, pero no es algo nuevo. Hoy en día nos parece normal que este problema se debata en las universidades y que las actrices exijan su parte equitativa del pastel en voz alta. Aunque no lo sepamos, esto se normalizó en 1975 gracias a Laura Mulvey (Oxford, 1941) y al ensayo Placer visual y cine narrativo, que convirtió a su autora en una pionera en el análisis feminista del séptimo arte.

A través de la teoría del psicoanálisis de Freud, este texto relaciona la imagen de la mujer en Hollywood como objeto sexual con el falocentrismo de la industria del cine. “Pretendemos ocuparnos aquí de cómo ese placer erótico se intercala en el cine, de su sentido y, en particular, del lugar central que ocupa la imagen de la mujer. Suele decirse que al analizar el placer o la belleza se los destruye. Esa es la intención de este ensayo”, escribió la directora en plena Segunda Ola Feminista.

Mulvey basó todo en la escopofilia, la búsqueda desesperada del placer sexual a través de la mirada, y en la figura del personaje femenino como materia prima. O, dicho de otra forma, en su representación como un un trozo de carne con ojos. “Las mujeres son mostradas para producir un impacto visual y erótico tan fuerte, que puede decirse de ellas que connotan mirabilidad”, explica a través de los casos de Marilyn Monroe en Río sin retorno y Lauren Bacall en Tener o no tener.

La autora asegura que hoy en día el ensayo ha perdido cierta vigencia porque se escribió en un contexto determinado y porque el feminismo al fin forma parte de los debates académicos, algo que parecía imposible en los años 70. “Yo lo escribí como una especie de intervención política, influenciada por el Movimiento de Liberación de la Mujer, en el que leímos a Freud y comprendimos la utilidad de la teoría psicoanalítica para un proyecto feminista”, cuenta Laura Mulvey a eldiario.es.

Los derechos reproductivos

Nos reunimos con la cineasta de 76 años en el centro de Madrid, donde estos días imparte un curso en la Universidad Complutense y participa en el festival de cine Filmadrid. Más de cuatro décadas después, la autora opina que la batalla por la igualdad en las pantallas no ha hecho más que empezar. Agradece que los más jóvenes aún reivindiquen su ensayo, pero piensa que hay que abrir el foco a otros países y a nuevos discursos.

Eso es lo que ella intenta en Una mirada a las representaciones de la maternidad a través de la imagen y la narrativa, la conferencia que está recibiendo más de un centenar de asistentes al día.

“Podemos pensar de una forma muy sofisticada sobre el género y la maternidad, pero en otras muchas partes del mundo hay mujeres luchando por sus derechos más básicos”, recuerda Mulvey. Defiende que este es un tema tan candente como el de la hipersexualización de las actrices o la desigualdad salarial en los rodajes, sobre todo porque no solo afecta a Hollywood.

“Ya que estamos en un momento nada progresista de la historia, la cuestión de los derechos del cuerpo de la mujer y de la reproducción se vuelven casi tan urgentes como en los primeros días del Movimiento Feminista”, asegura. Para ilustrar este difícil debate al público madrileño, la catedrática ha elegido títulos muy distintos por su época y procedencia.

El realismo social iraní, la vanguardia británica o el documental feminista italiano le sirven para rescatar temas comunes como el complejo de mala madre, la violencia machista o la depresión derivada de la austeridad y la decadencia posindustrial. “En tiempos de austeridad, son las mujeres quienes sufren primero y pierden el apoyo institucional. A pesar de que ellas son quienes luchan por dar de comer a sus hijos, mantener su trabajo y en encontrar una guardería. Ese es el feo mundo en el que vivimos”, se lamenta.

Considera que las políticas austeridad son la peor excusa para mermar el control de la mujer sobre su propio cuerpo. “En mi país, los fondos dedicados a mujeres que sufren violencia machista han sido arrancados de raíz. En EEUU, el nuevo gobierno ha eliminado el dinero de los cursos de formación anticonceptiva y las ayudas a los abortos. También ha prohibido cualquier asistencia extranjera en los países en desarrollo para ayudar a controlar la natalidad. Nos tratan como recipientes, casi como en la época medieval”, enfatiza Mulvey.

“Hollywood es muy cansino”

Lo que de verdad le sorprende a Laura Mulvey del ensayo Placer visual y cine narrativo es su error al pensar que todo iba a cambiar en cuarenta años. “Si me hubieras preguntado entonces qué proporción de mujeres estarían haciendo películas en el cambio de siglo te habría dicho que 50 %, con mucha seguridad”, confiesa. “También pensaba que los años de esplendor de Hollywood tenían los días contados”, dice con sorna.

Hoy más que nunca, la directora cree que la industria estadounidense debería dejar de ser el espejo en el que Europa se quiere mirar. “El Hollywood actual no es la misma industria que fue en su día. Los estudios son muy poco ingeniosos, hacen remakes constantemente. Es un cine muy cansino”, espeta.

Sin embargo, reconoce que debemos aprovechar los fondos y la plataforma que tienen al otro lado del Atlántico para incentivar el debate sobre la representación de la mujer en la gran pantalla. Es ahí donde Mulvey coloca al fenómeno de Wonder Woman, la heroína de DC que está arrasando en taquilla.

Según su teoría de la escopofilia, laWonder Woman de Gal Gadot no combate la dictadura estética que somete al personaje desde hace años. “Creo que es interesante porque millones de chicas jóvenes irán a verla y se preguntarán esto mismo. ¿No debería ser distinto ahora que la directora y gran parte del equipo de producción son mujeres? ¿Qué tipo de heroína va a ser? ¿Cuál es su principal virtud como chica de acción?”, enumera Mulvey.

Aunque reconoce que el progreso es muy lento, como ella ha podido comprobar en sus propias carnes, aplaude la acogida de estos proyectos y los considera una buena forma de medir el pulso al séptimo arte. “Creo que hay todavía un enorme deseo por el cine y la gente no solo se sienta en su casa con el portátil en las rodillas para ver una película -que también-. La muestra es que, cuando se estrena Wonder Woman, las salas se llenan”, recalca.

Mulvey insiste en apuntar que no es algo exclusivo de los blockbusters, que los clubs de cine, los festivales menos masificados y las salas autogestionadas están haciendo mucho por las nuevas narrativas y el apoyo a la mujer cineasta. “Es aquí donde las mujeres jóvenes necesitan crear historias sobre ellas mismas y los problemas de las nuevas generaciones con las redes sociales”, opina la veterana directora.

“Las mujeres siempre han estado sometidas a presiones por su apariencia, pero esa presión ha crecido con Facebook o Instagram; una presión por tener que encajar con un patrón físico determinado”, observa. Piensa que esta nueva cultura, peligrosa en ciertos casos, necesita ser explorada y analizada a través del cine de la misma forma que lo hicieron en los viejos tiempos.

“Tengo muchas ganas de ver cosas nuevas y aún más interesantes de las que hicimos nosotras”. Mulvey abre así unos puntos suspensivos en su legado para “una guerra que no ha hecho más que empezar”.