El 11 de septiembre se estrena en toda España Los exiliados románticos, tercera película de Jonás Trueba, que habla de un grupo de amigos en viaje veraniego hacía París con sus amores, sus encuentros y desencuentros. Rodada “sobre la marcha” y con la música de Tulsa muy presente, el filme celebra la amistad y enfrenta a tres hombres con tres mujeres para que jueguen, durante un rato, a quererse.
¿Cómo acabas en Los exiliados románticos, una película que dices que has hecho “sobre la marcha”?Los exiliados románticos
Las películas siempre supongo que vienen y después te inventas una teoría, construyes un discurso sobre ellas. Dicho esto, Los exiliados románticos creo que surge de las ganas de seguir rodando con el equipo de Los ilusos. Sentíamos que habíamos conquistado una especie de libertad y alegría de trabajar con lo puesto, renunciando a algunas de las herramientas que tienes cuando haces una película normal y, a la vez, ganándonos la posibilidad de tener los tiempos que quisiéramos, de no tener la presión de “¿esto qué va a ser?” o de si tiene que tener éxito o no... Esa cosa que en el cine es tan cansina a veces.
Yo estaba en un momento de verano raro, con un proyecto que no salió, y una noche me agarré una borrachera bastante importante en un bar con mis amigos Luis Parés y Vito Sanz, dos de los actores de la película, que fue degenerando en muchas cosas. Fue una de esas noches en las que luego, cuando la recuerdas, alguien te dice “¿te acuerdas de que pasó no sé qué?” y tú piensas “¿cómo pudieron pasar tantas cosas en una sola noche?” (nos reímos). Una de las cosas que pasó fue que empezamos a hablar de hacer una película en la que Luis Parés hablaba francés mal. A partir de ahí, Luis me empezó a insistir sin parar para que la hiciésemos y, a base de ello, me di cuenta de una cosa. A casi todo lo que surge de la noche, de la broma, del bar, de ciertas intuiciones espontáneas y locas... hay que hacerle caso. Siempre hay algo ahí que es verdad, aunque parezca muy exagerado; se encienden chispas que no se encenderían si te estás comiendo un filete.
La película surge de esa broma y luego empezamos a tener claro el itinerario, pero no lo que íbamos a contar. Aparte de esta premisa, el otro gran motor de la película fue la música de Tulsa y las canciones de Miren Iza. En ese momento estaba en un proceso muy bonito con su nuevo disco y, entre las maquetas, estaba Oda al amor efímero.
Pensé que esa canción estaba escrita para la película.
No, pero es lo más parecido a un guión que hemos tenido. En mi cabeza rondaba desde hace tiempo la sensación de que el género masculino está en decadencia absoluta. Lo digo por mí y por mis amigos y, en cambio, las mujeres están muchísimo más fuertes y tengo miedo de que nos abandonen completamente. De pronto, escuchar una canción cantada por una chica que dice “no me importa que seas listo o idiota, te voy a querer igual”, me pareció que de repente hay una especie de ternura y amor revolucionario que va a la contra de lo que parece que son los tiempos hoy. Creo que la película habla de eso, de la distancia que hay entre estos hombres un poco infantiles, de “caca, culo, pedo, pis”, mezclados con estas mujeres que les pegan una vuelta.
Por encima de esta idea de ligereza que explicas, sí hay, digamos, una gravedad: la del romanticismo que, por otra parte, es finalista, en acto: no hay nada más allá y es muy trascendente y tonto, si me permites. Es decir, son unos idiotas enamorados, cómo no, románticos a la forma romántica: uno, no siendo correspondido; el otro, siendo correspondido a cambio de algo; y el último, siendo correspondido pero con fecha de caducidad.
Normalmente, cuando hablas de romanticismo, eso lleva asociado una serie de cosas que nos dan más bien asco. Pero hay un germen en un romanticismo primigenio, antes de que todo se torciera, en la que se mezclaba vida y arte. Eso de que se juntan la vida y el trabajo con naturalidad, sin ninguna pedantería. En la película, el amor está ausente, está en fuga, trata de las relaciones. Me parece más interesante contar las posibilidades que la relación hecha: os conocisteis, pudo haber sido y ahí se quedó.
Me encanta la escena de uno de los chicos que se ha esforzado por aprender francés para ligar con la francesa. Es un rato violento y cómico, a la vez.
En comedia, esta escena hubiese sido más rápida, pero pensé que sería mucho más bonita sin cortar, hacerla como agónica y agotadora, es decir, hacerla pasar por todos los estados de la montaña rusa en los que no sabes si el protagonista va a conseguirlo o no.
Tu película es tu película, y tus actores.
Escojo actores que para mí son muy especiales, que confían mucho en mí, empezando porque se prestan a rodar una película donde no les das un personaje y, además, les pides que pongan mucho de sí mismos, y sean capaces de reírse de ellos mismos. Es un salto sin red lo que hacen. Me gusta también que son de su padre y de su madre: Francesco Carril, que es de educación clásica; Vito Sanz, más de raza, a la manera de un Jorge Sanz o Paco Rabal; Isabel Stoffel, que viene del teatro europeo y del clown; Renata Antonante, del teatro y, finalmente, Luis Parés, que es restaurador y programador de la Filmoteca. Entonces, de repente, con ellos no tienes una película homogénea donde todos los actores están igual...
Pero hay armonía.
Sí, es una armonía que también existe en la vida. En tu grupo de amigos no todos hablan igual, ni en el mismo tono, ni con las mismas formas.
Tengo la respuesta que yo daría desde fuera, ¿pero tú crees que tienes una voz, una obra, después de todo este tiempo trabajando?
Sería muy pretencioso decir que yo tengo una voz. La voz o el tono se va haciendo con sus errores o sus torpezas. En el único sitio donde me reconozco suele ser en mis errores: “Ya la cagué otra vez”, “ya me he vuelto a equivocar en esto”... Ahí es donde vas viendo que hay una constante en ti: una serie de cagadas que vas cometiendo. Todo el mundo, para bien o para mal, tiene su forma de hacer las cosas. Te vas construyendo una manera de trabajar que te va dando una personalidad: lo que más proporciona a mis películas su personalidad es cómo han sido hechas.
A veces, incluso directores con muchísimo más talento que yo, caemos en estandarizar la forma de trabajar porque caes en un bucle o te dicen cómo debes hacer las cosas. Lo que acabo de decir, la personalidad de la película la marca el cómo ha sido hecha: Los exiliados románticos, sobre la marcha, construida sobre un chiste; Los ilusos, fragmentada, durante siete meses; Todas las canciones hablan de mí, más literaria al construir el guión... el cine es un arte tan de las circunstancias que el truco es ser consciente y trabajar con ellas.
Hay algo que se repite en tus películas y que han dado a llamar “meta-cine” o jugar a referentes cinematográficos escapándose de una, digamos, narrativa lineal mediante recursos fuera de lo que entienden algunos por canon clásico. Yo, que tengo tu edad y la cabeza jodida, no entiendo esta especie de reproche porque no creo que se pueda rodar, siendo de nuestra generación, de otra forma. Es decir, ya estamos tan maleados por la imagen, y la imagen dentro de la imagen, que precisamente lo natural es construir una película como tú, u otros lo hacéis, cada uno con su estilo.
Me lo han dicho muchas veces y casi siempre para mal: entiendes que eso es un conflicto para mucha gente porque les molesta. Sin ánimo de ser pedante, el cine forma parte fundamental de mi vida y lo quiero, no entiendo por qué no va a estar presente en lo que hago. Por ejemplo, en Los ilusos se trataba de demostrar cómo el cine estaba en la vida cotidiana de las personas. Y nada más. Y esto lo digo siendo poco seguidor de la autorreferencia o de la deconstrucción en el arte. De hecho, Los exiliados románticos es mi primera película lineal, que rodé cronológicamente y que habla de la risa, de los amigos...
Y que es una película veraniega. Para enamorarse, mejor el verano, y, para dejarlo, mejor el principio del siguiente, ¿no? (nos reímos)(nos reímos)
El verano siempre tiene eso de que parece más intenso. Cuando éramos adolescentes, el verano era casi una amenaza, como que te daba miedo porque te separabas de tus amigos y se creaba una cápsula de tiempo. Cuando volvías, mirabas a tus amigos como si fuesen otras personas.
Sí, La invasión de los ladrones de cuerpos...La invasión de los ladrones de cuerpos
Exacto. ¿Quién se ha apoderado de ellos? Ahora, que nos hacemos mayores, el verano se ha convertido en una época de reinvención.
Uno de los grandes momentos de la película es ese juego narrativo, tan genial, que haces con el test de Bechdel. Para mí, que soy psicólogo, es fascinante cómo cala un test absurdo ¡pensado en un cómic, en una ficción! y que tú devuelves a donde se merece, a otra ficción.el test de Bechdel
Yo no lo conocía, pero fue la actriz italiana, Renata Antonante, que, cuando vio Los ilusos, me dijo: “Esta película no pasaría el test de Bechdel”. Me contó las reglas, me pareció una auténtica gilipollez, se lo dije, discutimos bastante y, al final, me convenció y le prometí: “Mi siguiente película pasará el test de Bechdel”. Lo que no sabía es que ella saldría en la peli. Le dije: “¿Te acuerdas de aquella conversación que tuvimos? Pues he pensado que tú le digas eso mismo a otro personaje”. Me gusta porque era bonito que ese diálogo pudiese darse, me pareció muy divertido.
Oye, ¿y qué te apetece hacer después de Los exiliados románticos?Los exiliados románticos
De hecho ya he empezado a rodar alguna cosa para una película que espero hacer en enero. O sea que me toca otra película de invierno, de cerrar el círculo. Además, presiento que será un coñazo...
¡¡¡Epa!!! ¡¡¡Para ahí!!! (Se ríe)(Se ríe)
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Perdona, pero creo que “presiento que será un coñazo” es una frase cojonuda para cerrar una entrevista.coñazo