Lágrimas en los ojos, aplausos al final de las proyecciones… Argentina, 1985, la película sobre el juicio a la dictadura argentina, se ha convertido por sorpresa en uno de los fenómenos cinematográficos del año desde que se presentó en el pasado Festival de Venecia. Desde entonces, el filme logró la segunda nota más alta de toda la historia en el premio del público del Zinemaldia y ha arrasado en la taquilla de su país y en la española antes de llegar a Amazon, la plataforma que produjo una obra que ahora apunta al Oscar.
Los nombres detrás de semejante éxito no son los que todo el mundo esperaría. Para un filme tan importante, histórico y basado en un acontecimiento real y tan doloroso, la elección más obvia hubiera sido un director y un guionista académicos. Que conocieran los mimbres de la industria para entregar una película popular y hasta didáctica. Sin embargo, los elegidos fueron Santiago Mitre en la dirección y su habitual colaborador, Mariano Llinás, como guionista. Ambos, especialmente Llinás, son más que conocidos en el circuito cinéfilo por títulos que poco o nada tienen que ver con Argentina, 1985.
En el caso de Llinás es más evidente. Su anterior obra como director, La flor, es un fresco apabullante de 14 horas donde el director y guionista juega con los géneros, con las normas establecidas y donde despliega su peculiar humor y su forma de hablar de su propio país a través de propuestas autorales, juguetonas y, siempre, muy divertidas. Son características que tiene su nueva película, Clorindo Testa, un documental sobre la figura de un arquitecto popular en Argentina que acaba revelándose como una obra sobre la paternidad, el acto creativo y hasta la historia de su país. Un filme cuyo estreno mundial tendrá lugar en el festival de Gijón esta semana.
La película juega constantemente a desdibujar los límites de realidad y representación. Según lo que se dice en ella, todo nace de un encargo, ¿hasta qué punto es cierto y cuánto hay de verdad en todo lo que vemos?
Luego mi novia dice en la película: “hiciste lo imposible para que te lo encargaran”. Quiero pensar que, en general, todo lo que aparece es cierto, todo está sostenido sobre cosas que pasaron. Aunque en algunos casos, tal vez sí están un poco empujadas por el narrador.
Desde la primera escena se muestra el artefacto cinematográfico, todo el rodaje, y se deja muy claro el tono de comedia de la película, ¿quería dejar claras las normas del juego desde el primer momento?
Sí, desde luego. De todas formas, no sé todavía cómo funciona la película [en Gijón se estrena mundialmente]. Por ejemplo, al principio dice que esto no va a ser una película sobre un padre en donde uno saca fotos de una caja de fotos viejas… Pero yo quiero que en ese momento el espectador ya sepa que tres escenas después va a venir una escena con una caja de fotos viejas, pero no sé si todavía lo sabe. Me preguntaba cómo de claro estaba para el espectador que todo son artificios, casi podríamos decir que hasta baratos, que se están utilizando como mecanismos de comedia. Temo que sea una película para mí, y que yo ya sea muy consciente de mis trucos. Por eso espero que el espectador también sea benévolo con eso. Creo que es también una película que está un poco hecha para quienes ya han visto películas mías, lo que significa un número muy pequeño de espectadores. Está hecha para una rara avis.
La palabra humor, que desde siempre para mí fue casi como una especie de cosa sagrada. Lo cual es paradójico porque el humor trata de que no haya nada sagrado
Se dice en la película que una de las características de Clorindo era el humor, no sé si por eso la película tiene claro que es una comedia.
Creo que la película da muchos rodeos, muchísimos rodeos para justo al final mostrar lo que quiere proponer, que es casi una especie de modelo ético. Es, en el fondo, una película ética en el sentido de que postula un bien y un mal. Y eso se distingue precisamente por el humor o por la falta de humor. Casi como si la película dijese 'el bien es el humor y el mal es la falta de humor'. Creo que la película da, sobre el final, ese golpe, pero mientras hace un montón de cosas y te lleva por un montón de sitios hasta que, finalmente, en algún momento dice que lo que distingue a mi padre y a Clorindo es la posesión del humor. De alguna manera creo que eso es casi como una especie de código que no solamente rige esta película sino toda la vida de mi padre, toda la vida de Clorindo y todas las películas que he hecho. Eso tiene que ver con la palabra humor, que desde siempre para mí fue casi como una especie de cosa sagrada. Lo cual es paradójico porque el humor precisamente trata de que no haya nada sagrado. Ahí está la paradoja.
La película comienza diciendo que no trata sobre un director hablando de su padre, pero acaba haciéndolo, y de alguna forma también hablando de usted como padre, ya que también aparece su hijo en pantalla.
Creo que en todo momento es una película sobre mí siendo padre. Hay otra cosa interesante, a las películas sobre padres se las puede ver como duelos, pero no un duelo en el sentido inglés de hacer el duelo cuando muere, cosa que también, sino como un duelo del Oeste. En mi caso, creo que es un duelo contra mi padre. Si te fijas, el cartel de la película es la tapa del libro de mi viejo [su padre escribió un libro sobre Clorindo Testa] en la cual yo he reemplazado parte. Es una pequeña batalla entre padre e hijo. Es una película sobre yo siendo padre y sobre él siendo padre conmigo. Yo hago cosas que, muy íntimamente, son como las cosas que yo hacía con mi padre.
También, gracias a ese artículo de La Nación que se menciona, el filme acaba vinculando la historia personal con la Historia con mayúsculas, la de Argentina.
Eso es lo que proponía el imbécil que escribió el artículo.
Pero de alguna forma usted acaba comprando esa teoría.
Sí, pero no por los motivos que él señala, pero de alguna forma tenía razón.
En todas sus películas la historia de Argentina atraviesa todo. Aquí, aunque sea sobre la paternidad, también aparece.
Es interesante la pregunta. Creo que no hay manera de hacer una película en Argentina en la que la historia no la atraviese. Sobre todo cuando uno habla de los padres, ¿qué es la historia sino el padre de uno? La tragedia de vivir en la historia de un país es una cosa que está ahí, como fondo, como un paisaje, y cuando uno filma un paisaje no dice ‘aquí hay un árbol, aquí hay un horizonte…’. Con la historia pasa lo mismo, uno no dice ‘ahí ha estado la dictadora, aquí la falta de dictadura, la democracia’. Es algo que está ahí al fondo, más o menos desplegado. Es interesante cómo funciona la historia en ese sentido. Eso me parece muy bonito, la manera en que el cine refleja la historia, y por eso es tan difícil. En Argentina, por ejemplo, se volvió muy frecuente acusar a las películas de no reflejar la historia, de no tener una relación con la historia. Y es mentira. No se puede no tener una relación con la historia. Se puede ser más o menos consciente de la relación que uno está construyendo y hay que ver si ser más o menos conscientes es mejor o peor. Tal vez cuanto menos consciente sea uno de cómo refleja la historia, la historia se refleja mejor. Es como cuando uno se mira al espejo. Si uno pone una cara más decidida, de pronto queda más como uno quiere, pero no está reflejando necesariamente mejor a uno. Tal vez el espejo nos refleja mejor cuando no sabemos que nos está reflejando.
No hay manera de hacer una película en Argentina en la que la historia no la atraviese. Sobre todo cuando uno habla de los padres. ¿Qué es la historia sino el padre de uno?
El viernes se estrena en España también Pequeña flor, que ha escrito usted y también ha dirigido Santiago Mitre, como Argentina, 1985 que ha sido un fenómeno de taquilla en su país y aquí. Antes decía que sus seguidores son muy pocos, pero de repente vive un fenómeno de masas como este, ¿cómo ha vivido esto?
Lo he vivido como una rareza, una particularidad. Como un viaje a la Antártida. Tintín en América, Tintín en el Congo y Tintín en el mundo de las películas que hacen un millón de espectadores en Argentina. Lo viví de manera muy intensa porque hice un poco de embajador de la película y la película generó muchas discusiones de tipo político, y como se me dan bien las entrevistas pues me mandaban a mí a hablar y a discutir con los políticos. Ha sido una aventura más para mí, ver cómo funcionan las cosas en el mundo del cine.
Los hermanos Russo, directores de Los Vengadores, han dicho que su película es maravillosa. Nunca pensé que vería el universo Marvel vinculado al universo de Llinás.
Eso no me sorprende porque puedo imaginar por dónde ha venido [la productora de Argentina, 1985] es una de las grandes productoras del Universo Marvel, Victoria Alonso) Supongo que hay cosas que me divierten. El otro día me invitaron al estreno de Wakanda Forever, y como yo soy fan y mi hijo también, allí fuimos. Eso son pequeñas ventajas. Victoria Alonso nos mandó algunos regalos de Marvel… El aspecto Marvel del asunto es lo que más disfruto… Es muy extraño. Veremos a dónde va. Puede ser más extraño todavía. Puede alcanzar niveles de sorpresa físicos todavía más grandes.
¿Le interesan los Oscar?
¡Por supuesto!, ¿cómo no me va a interesar? Desde luego, sería uno de los chistes más graciosos de mi vida. Si piensas las cosas que a mí me han guiado desde siempre son el humor y la aventura. No hay mayor conjunción de esos elementos que nosotros recibiendo el Oscar. Sería muy divertido. Veremos. Creo que no le doy el valor que pueden darle otros, pero el valor que le doy está bien.
Fue muy interesante el artículo que escribió cuando se le acusó de no ser fidedigno a la realidad con la película.
Esa es mi tarea oficial como diplomático de la película, discutir con los grandes pensadores. Eso es muy interesante, porque fíjate que el cine no le importa a nadie. Eso es lo que yo comprendí. Porque ese artículo que yo escribí les pareció bien a todas las personas a las cuales les interesa el cine, pero a la gran mayoría le pareció una tontería completa. El cine dejó de importar. Tal vez nunca le importó a nadie el cine. Quieren utilizar una película para sus discusiones y las pequeñas reglas que rigen el cine no le interesan a nadie.
Toda la vida he luchado no solo para no hacer cine nacional, sino para ir contra el cine nacional. Y ahora, de pronto, tenía que hacer cine nacional. Fue muy difícil
Algunos seguidores del cine que ustedes hacen les acusaron de hacer una película demasiado convencional, sin embargo han encontrado otros públicos, ¿cómo han vivido esta posición en el medio, nueva para ustedes?
Yo creo que escribimos un guion que nos dejó satisfechos. Era muy difícil escribir un guion que nos dejara satisfechos a nosotros en ese terreno, porque era un guion que significaba meterse en un territorio inhóspito, que es lo que en Argentina se llama 'cine nacional'. El productor nos dijo que la película tenía que ser cine nacional. En un momento dado nosotros nos aproximamos a este tema y yo inmediatamente empecé a pensar en una aproximación fantástica, y el productor, con mucho sentido e inteligencia, dijo, 'déjense de joder, hagan una película sobre el Juicio de las Juntas'. Y eso fue muy duro porque nos estaba diciendo 'tienen que hacer cine nacional', y yo toda la vida he luchado no solo para no hacer cine nacional, sino para ir contra el cine nacional. Y ahora, de pronto, tenía que hacer cine nacional. Fue muy difícil. La duda era cómo hacer cine nacional que de alguna manera tenga que ver conmigo. Pues precisamente escribiendo una película que se pareciera más a una película de los años 30 en Hollywood que a una película argentina de los años 80. Yo creo que es así, aunque está disfrazada y se parece superficialmente a las películas de los años 80, pero creo que se parece más a una película clásica de Hollywood que podría haber hecho uno de esos directores como Fritz Lang o Capra. Algo parecido a Los verdugos también mueren, y con pasos de comedia necesarios. Utilizamos los trucos de Hollywood más que nunca. La película triunfó, y al final quien triunfó fue Hollywood sobre el cine nacional, más que nosotros. Pero bueno, parte del triunfo de Hollywood es que no se note, que su medicina sea secreta. Y en ese sentido es una película a la antigua disfrazada de cine nacional.
Fue un desafío grande hacer una película que se pareciera a las películas que no nos gustan. No creo que sea simplemente una película convencional argentina como las de Campanella. No estoy de acuerdo. Puede tener algunos momentos demagógicos, pero en líneas generales, creo que no lo es. Puede tener algunos momentos románticos, pero el objeto en sí mismo no creo que sea nada romántico. Había que hacer un objeto que fuera inmensamente popular. Y aquí hay una cosa, uno no puede hacerlo de manera cínica. O al menos nosotros no podemos. No podríamos dirigir de manera cínica un objeto popular. Nos tiene que satisfacer a nosotros, porque si no, no funciona. No por una cuestión de ética, sino por una cuestión estética. Si uno no escribe con alguna convicción, el público lo nota. No se pueden hacer películas populares de manera cínica, es un error y no tiene nada que ver con nosotros.