El Oso de Oro honorífico lo recibirá después de la proyección de El cielo sobre Berlín, pero Wim Wenders es un cineasta inquieto, en activo, y mientras La sal de la tierra (codirigida junto a Juliano Ribeiro Salgado) espera en la antecámara de los Oscar como candidata a mejor documental, la Berlinale ha sido también el escenario para la presentación de su nueva ficción: Every Thing Will Be Fine.
Wenders ya había experimentado con el cine en 3D. Su aproximación al personaje y obra de Pina Bausch fue un éxito. Buen conocedor y amigo de la coreógrafa, consiguió que Pina no sólo se amoldara a los movimientos de los bailarines sino que acercara también al espectador el juego de texturas de sus montajes, todo con una definición arrolladora.
En esta edición de la Berlinale no se había publicitado especialmente que Every Thing Will be Fine era también en 3D a juzgar por la sorpresa de buena parte de la prensa internacional al recibir las gafas a la puerta del cine. Sí se sabían pinceladas del argumento y no parecía cuadrar con la apuesta formal. A saber: un escritor (James Franco) atropella a un niño y la tragedia marca tanto su vida como la de la madre (Charlotte Gainsbourg) y hermano de la víctima. Pero para el director alemán tiene su lógica: “El 3D lo engrandece todo, también los sentimientos” y no es descabellado aplicarlo a un género como el melodrama que nunca ha rehuido las posibilidades ofrecidas por la tecnología en el cine.
Douglas Sirk, de origen alemán como Wenders, es uno de los nombres más asociados al melodrama clásico. Huyendo de la Alemania nazi acabó afincado en Hollywood y rodando títulos tan emblemáticos como Sólo el cielo lo sabe (1955), Escrito en el viento (1956) o Imitación a la vida (1959). Sirk tradujo el atormentado mundo interior de sus personajes a la pantalla con la ayuda del tecnicolor y elaborados movimientos de cámara. Nunca se amedrentó a la hora de experimentar con ello y, de haber estado a su alcance, el 3D habría sido incorporado muy probablemente a su lista de herramientas.
Wenders ha trabajado asiduamente en Estados Unidos también aunque no haya tenido que fijar su residencia allí por obligación. Otros tiempos los suyos. Pero un cineasta cinéfilo como él invita a buscar conexiones y la influencia del cine norteamericano -incluso de la pintura, como la obra de Edward Hopper- se percibe en toda su filmografía.
Como Fassbinder antes que él, Wenders rinde homenaje en su nueva película a Douglas Sirk y al melodrama. Se nota en la composición de buena parte de los planos de Every Thing Will Be Fine y en la exuberante naturaleza de Canadá -la nieve, los árboles de hoja caduca, los prados y lagos- donde transcurre la historia. El rostro impávido de James Franco, con su tupido pelo oscuro, recuerda también al de Rock Hudson en Sólo el cielo lo sabe o Magnífica obsesión (1954), película en la que un accidente era también el desencadenante de la acción.
Pero, a diferencia de Sirk, Wenders es contenido en la trama, en la banda sonora y en el perfil de sus personajes, tanto que el espectador que busque la catarsis del llanto está destinado al fracaso. En cuanto a la apuesta formal, será debatible la opción del 3D pero llama la atención que pocos se hayan preguntado por otro problema de profundidad que sí lastra la película: la interpretación de James Franco. Su frialdad impregna el relato y se acaba añorando el envoltorio kitsch con el que Sirk siempre arropaba a Rock Hudson, dejando a los secundarios la parte del león, de Dorothy Malone a Robert Stack.
El 3D no lo puede todo en el mundo de las emociones, pero el trabajo de Wenders deja claro que tampoco es un formato exclusivo de películas de acción o animación. El tedio que provocan algunas de ellas, además, ha demostrado que el formato puede resultar inútil en cualquier género cinematográfico.
¿Si Wenders hubiera rodado en blanco y negro, como en tantas otras ocasiones, habría habido objeciones? En El estado de las cosas (1982) uno de sus personajes afirmaba: “La vida es en color, pero el blanco y negro es más realista”. Habían pasado décadas desde que el cine invitara a descubrir la realidad en blanco y negro y que la crítica se lamentara del “reino de las sombras”, tal como describió Gorki el invento de los Lumière. Pero con los años, el cine, tan lleno de vida, pareció más realista a las generaciones que se criaron con él.
¿El 3D para el melodrama? Quizá sea solo cuestión de tiempo, de acostumbrarse. Pina, a su manera, ya abrió el baile de la música y el drama en tres dimensiones.