La historia de Walt Disney Company es la del sueño estadounidense en sí mismo. Comienza en 1923, en una diminuta oficina de Los Ángeles cuyo alquiler costaba unos 10 dólares al mes. Walt y su hermano Roy, que por entonces se recuperaba de tuberculosis, producían una serie de cortos animados con los que intentaban llamar la atención de Hollywood. La suerte llegó con Alicia en el país de las maravillas (1923), que mezclaba dibujos con imágenes reales. Fue el primer cimiento de un gigante que alcanzaría dimensiones inimaginables.
A juzgar por los datos parecía que cualquier pequeño empresario podía acabar creando al ratón más famoso del mundo si se empeñaba lo suficiente. Sin embargo, las cifras actuales distan mucho de aquel supuesto humilde estudio forjado mano a mano por dos hermanos: al estudio de Mickey Mouse le han crecido las orejas, tanto que ha pasado de ser un competidor más en la taquilla norteamericana a convertirse en el líder absoluto.
Parte de culpa la tiene la capacidad adquisitiva de la compañía. Disney ha ingerido cualquier compañía capaz de hacerle frente: en 2006 fue Pixar (por 7.500 millones de dólares), en 2009 Marvel (4.000 millones de dólares), en 2012 Lucasfilm (4.000 millones de dólares) y, más recientemente, en 2019, 21st Century Fox (71.300 millones de dólares). No hay rival que se resista a la chequera del ratón.
En 2019 siete de las diez películas más taquilleras son de la factoría Disney. La expectación generada con los finales de sagas parece ser uno de los grandes responsables. Vengadores: Endgame o Star Wars: el ascenso de Skywalker no son películas sin más, sino el punto final a fenómenos con sus consecuentes años de taquillazos.
Una de cada tres personas que fue al cine durante el pasado año, lo hizo para ver una cinta de Disney. Pero ¿cómo hemos llegado exactamente este punto? Para ello tenemos que remontarnos hasta 1991, año en el que Sony Pictures era líder en la taquilla norteamericana con el estreno de Terminator 2.
Antes el dominio de Disney no estaba tan claro. Entre 1994 y 1996 su estrategia fue la de llenar el mercado con decenas de producciones, entre las que se encontraban El Rey León (1994) y Toy Story (1995). Pero no les funcionó del todo en los años venideros y es en 2012, tras la compra de Lucasfilm, cuando la estrategia de la compañía cambió por completo: reduce la media de películas estrenadas a cambio de llevar únicamente taquillazos a la gran pantalla.
Solo una de las diez películas más taquilleras de la última década no lleva el sello del conglomerado del ratón. Jurassic World (2015) es la única que ha sido capaz de colarse en un top donde Star Wars y Marvel son los claros protagonistas. Y eso, teniendo en cuenta que películas como Frozen 2 o El ascenso de Skywalker siguen en cartelera y, por tanto, sumando monedas en las arcas de la productora.
La variedad de los estudios era mucho más aguda en la década de los 90 o de los 2000. Solo hay que contemplar las tres primeras películas de cada una de ellas: hemos virado de un mercado repartido entre Paramount, Universal o Sony a otro con un solo nombre. De hecho, Avatar 2, el as bajo la manga que le quedaba a Century Fox para triunfar en la década venidera, ahora también es propiedad de Disney.
Como ya se ha mencionado, uno de los éxitos de Disney fue apostar por pocos estrenos que a la vez fueran grandes taquillazos. La compañía descubrió que esta era la fórmula para hacerse con el mercado cinematográfico, estrategia que dista mucho de la empleada en la década de los 90 cuando llegó a lanzar más de 400 películas.
La concentración de cintas, como se puede comprobar, es más pronunciada a medida que pasan los años. Crear universos con significación propia, como ocurre con Star Wars o Marvel, genera la existencia de un gran número de adeptos expectantes por cada nuevo detalle revelado.
Además, muchas de estas películas no son autoconclusivas, sino que necesitan de una segunda parte (o muchas más) para ser entendidas en su totalidad. Se aplica la lógica de las series a la gran pantalla. Y el efecto es mayor si, como ha ocurrido este 2019, coinciden varios finales de tramas abiertas en estos sellos. No es gratuito que Endgame haya sido definida como el “crossover más ambicioso de la historia”. Hasta que llegue el siguiente.
Pasemos a números concretos. Puede que tengamos la sensación de que Disney hace una película tras otra sin parar, pero lo cierto es que el pasado 2019 solo estrenó 10 películas que fueron suficientes para hacerse con 34,7% de la taquilla de EEUU.
Ni siquiera en 1995, cuando estrenaron la friolera de 51 películas, consiguieron tanto porcentaje de entradas vendidas (fue un 23,4%). ¿Cuándo se pasó a esta nueva estrategia? Como se puede comprobar, aunque parezca paradójico, la adquisición de Marvel y posteriormente de Lucasfilm fueron clave para reducir el número de estrenos.
Quizá no todos lo recuerden, pero comenzamos los primeros años del siglo XXI con una taquilla dominada por Harry Potter y la piedra filosofal y La comunidad del Anillo, ambas de 2001. Warner era responsable de arrastrar a miles de niños (y adultos) hasta las salas de cine, algo que un año después repetiría Sony con Spider-Man, la primera de la trilogía del arácnido dirigida por Sam Raimi.
Sin embargo, en la última década comenzamos a ver cómo Disney monopoliza la mayoría de los estrenos. El despertar de la fuerza llega incluso a arrebatar el trono de Avatar, que era la película con mayor recaudación de taquilla (según cifras ajustadas a la inflación contando las entradas del estreno original).
Mickey ya tiene todas las Gemas del Infinito y, por tanto, la fórmula para reventar casi la mitad de la taquilla con solo un chasquido de dedos. El tiempo dirá si en alguno de los 14 millones de posibles futuros existe algún otro estudio capaz de hacerle frente.