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Estreno de Cine

El pequeño Nicolás, el Manolito Gafotas francés, salta al cine para luchar contra los ‘influencers’

Javier Zurro

17 de diciembre de 2022 22:16 h

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En España, un niño de barrio, de Carabanchel, se convirtió en un fenómeno literario. Se llamaba Manolito Gafotas, y su éxito radicaba en que los jóvenes se sentían realmente identificados con las aventuras y líos de aquel chico con gafas, hijo de un camionero, que le gustaba cantar Campanera. Había algo clave en Manolito Gafotas, era un chaval de barrio. Un hijo de la clase obrera que se enorgullecía de ello y que vivía marcado por lo que le pasaba a sus padres, pagar la letra del camión, llegar a final de mes…

Si en España tuvimos a Manolito, en Francia tuvieron al Pequeño Nicolás, el protagonista de un gran número de libros que crearon entre los años 50 y 60 el escritor y guionista René Goscinny, creador de Astérix, y el dibujante Jean-Jacques Sempé. Nicolás fue, durante décadas, el gran icono de la literatura infantil francesa. Un éxito sin precedentes cuyos aciertos son los mismos que posteriormente tuvo la saga escrita por Elvira Lindo. Nicolás era un niño de verdad, travieso, contestón y simpático. Un hijo de la clase media que representaba a la sociedad francesa del momento. Si bien Nicolás nunca tuvo tanto colmillo social, sí que sirvió de espejo de la mayor parte de chavales.

Manolito y Nicolás tienen otra cosa en común, el cine vio en sus historias una posibilidad de hacer películas familiares que apelaran al público infantil. En España fue Miguel Albadalejo quien dirigió la estupenda primera adaptación, con una secuela ¡Mola ser jefe!, que no tuvo tanto éxito. En Francia, Nicolás vivió su primera traslación en 2009. Llevaban a acción real unos libros ilustrados y cambiaban los dibujos de Sempé por actores de carne y hueso. Ahora, el pequeño Nicolás vive el estreno en salas de cine de su nueva adaptación, pero esta en forma de animación.

Una película que no es una adaptación al uso. No se centra sólo en las idas y venidas del chaval, sino que juega al meta cine y nos cuenta realmente la historia de Goscinny y Sempé, dos artistas amigos que tienen la idea de crear un personaje para representar a todos los franceses. Un Nicolás que también cobra vida en el filme, y que incluso ve por televisión las entrevistas que dan sus creadores. Un hermoso juego que se ilustra con una animación inspirada en las acuarelas y que homenajea a las auténticas novelas.

Ahora es otra pareja de creadores, la que forman Amandine Fredon y Benjamin Massoubre, la que ha traído de vuelta a Nicolás. Lo han hecho en contra de las modas actuales. En un momento donde lo que se lleva es la animación hiperrealista, tridimensional y con acción frenética, ellos han creado un filme clásico, de líneas tradicionales y con el espíritu del original. No han sucumbido a la tentación de traer al personaje a la actualidad, y eso es algo que siempre tuvo claro Massoubre.

Para el codirector, una de las claves del personaje es que representa a la clase media y trabajadora a la que él también pertenece. De hecho, en una escena de la película se muestra cómo decidieron que fuera así y no un niño burgués. “Fue importante que no representara a una burguesía, sino a gente normal. Aunque efectivamente la palabra normalidad está sujeta a interpretación. Pero sí que creo que representa a las clases más populares con las que se puede identificar el mayor número de personas posibles. En ningún caso el pequeño Nicolás equivaldría hoy en día a un ‘influencer’ de Instagram”, dice y apela a la esencia de un personaje que poco se parece a los jóvenes que hoy en día se pasan el día viendo vídeos de TikTok.

Representa a las clases más populares. En ningún caso el pequeño Nicolás equivaldría hoy en día a un ‘influencer’ de Instagram

Un anti influencer que su director cree que volverá a conquistar a los niños como lo hicieron los libros originales, cuyo secreto estaba “en la poesía y la gracia que desprenden esas ilustraciones y en la escritura de Goscinny con sus historias cortas”. “Reflejaban el mundo a través de los ojos de un niño, y esto aportaba una parte poética. Es verdad que el mundo ahora es diferente, que las tecnologías son otras y las relaciones personales han cambiado mucho, pero creo que las dinámicas de los niños son parecidas porque todos seguimos saliendo al patio del colegio, todos seguimos teniendo ganas de hacer pellas en algún momento, todos tenemos una abuela con la que tenemos una relación muy particular y yo creo que son temas que con el tiempo no han cambiado tanto”, opina Massoubre.

Esta película toca de cerca al realizador, que confiesa que él “tenía un amor especialmente particular por la historia del pequeño Nicolás”. “Tanto mi padre como mi abuelo eran profesores de la escuela y ellos utilizaban muchísimo el libro del pequeño Nicolás pedagógicamente para enseñar a sus alumnos. Y entonces yo tenía esta especie de vínculo especial por mi padre y por mi abuelo, porque es una pasión que me han trasladado ellos”, dice de un filme que triunfó en el festival de animación de Annecy y que se presentó fuera de concurso en el Festival de Cannes.

Una heredera en el equipo

Para cuidar el legado del Pequeño Nicolás original se encontraba Anne Goscinny, hija de uno de los creadores de los libros que ha sido guionista de esta película, una presencia que el director no puede negar que fue una presión: “Evidentemente, no puedo decirte otra cosa. Hemos sentido una gran presión, también porque al final no dejan de ser dos fenómenos sociales. En Francia son dos autores que han sido una parte esencial de la cultura popular, y nosotros hemos tratado de de trasladar su esencia lo máximo posible. Hemos vuelto a releer las 222 historias que tenían publicadas. Las hemos estudiado como si nos enfrentamos a un doctorado, hemos explorado todos los archivos, todo lo que había publicado para llegar al fondo del asunto”.

Pero la presencia de Anne Goscinny también ayudó a esa parte que indaga en la vida de los creadores. Les abrió el baúl de los recuerdos de su padre, sus años en Argentina, les mostró su despacho y hasta su máquina de escribir. “En ese despacho estaban los dibujos originales de todas las historias, así que fue impresionante poder acceder a eso y nos ayudó mucho a entrar en el universo de su padre para luego recrearlo”.

El estilo de animación de la película ha querido replicar las ilustraciones de Sempé, con “su estilo tan particular de pluma y tinta”. Le han añadido ese toque de acuarela, pero esa decisión no ha sido aleatoria, sino que se basa “en unas ilustraciones que hizo para la revista New Yorker”. Su trabajo a mano ellos lo han hecho con ordenador, pero respetando los trazos clásicos del Nicolás de los 50.

Una película que demuestra de nuevo que la animación “no es un género, sino una técnica”. “Es verdad que hay una gran parte de la animación que está dirigida al público familiar, pero creo que también en el cine en general cada vez se ve más eso. Pero cada vez hay más películas de animación más adultas. O la animación japonesa, que es súper particular, e incluso los estadounidenses tienen una forma de hacerla muy diferente. La animación es demasiada diversa y variada para meterla toda en la misma caja”.