Lo que la polémica en torno a 'Ocho apellidos marroquís' ha enseñado sobre los derechos de los guionistas
El 19 de enero de 2023, hace casi un año, una nota de prensa sorprendía a los periodistas: “La saga de mayor éxito de la historia del cine español, cuyas dos primeras partes ―Ocho apellidos vascos y su secuela, Ocho apellidos catalanes― continúan ocupando la primera y tercera posición del ranking de las producciones nacionales más taquilleras, tendrá su continuación a partir del próximo 1 de diciembre de 2023, con el estreno de Ocho apellidos marroquís”.
¿Cómo era posible? Nadie tenía noticia de que la franquicia más exitosa de la historia del cine español hubiera rodado su tercera parte. ¿Podrían haber llevado en secreto la preproducción y rodaje de semejante bombazo durante tanto tiempo? La respuesta se encontraba un poco más abajo en la nota de prensa: “Ocho apellidos marroquís, que hasta ahora mantenía Casi familia como título...”. La tercera parte de Ocho apellidos no había nacido como tal, pero alguien decidió que por su humor, por su tono y al ser producidas por las mismas personas podría encajar como secuela sin que los espectadores se quejaran.
En aquella información había algo raro. No se mencionaba a ningún guionista. Lo más rápido era acudir a la anterior comunicación de aquel proyecto llamado Casi familia. En junio de 2022 se informaba del rodaje del filme que se definía como “una comedia en la que el choque cultural es el auténtico motor del humor, una película sobre esa ignorancia que nos hace juzgar y llenarnos de prejuicios antes de conocer aquello que estamos rechazando”. En aquella sí aparecían los créditos de los guionistas: Diego San José ―autor de los guiones de las dos anteriores―, Borja Echevarría y Daniel Castro.
Ante las informaciones citándole como guionista, San José aclaraba en Twitter que él no firmaba ese guion, sino que Casi familia es un argumento previo mientras que aquel libreto, el de Ocho apellidos marroquís “es un guion que firma Dani Castro”. En algún momento del proyecto, el texto de Casi familia empezó a mutar; y dos de sus responsables decidieron dar un paso atrás y no firmar un guion que ya no se parecía a lo que ellos habían escrito. Una práctica ante la que muchos se sorprendieron, pero que es más habitual de lo que parece y un derecho “clarísimo que todos los guionistas deberían tener claro”, tal como lo define Tomás Rosón, de Gravina Abogados, equipo asesor del sindicato de guionistas ALMA.
“Yo, desde luego, se lo explico continuamente. Tanto el de anonimato como el de pseudónimo son derechos morales de todo autor, no solo de los guionistas”, apunta Rosón. Si siempre ha ocurrido, con la llegada de las producciones de las cadenas privadas y las plataformas, es algo que ocurre “con mucha frecuencia”. “Esto se plantea cuando hay un primer guionista, y luego la plataforma, la televisión o la productora nombra a otro guionista que corrige el trabajo anterior. Cuando se negocia el contrato yo ya lo planteo. Si ese guion no va a ser mío me lo mandas y, si quiero, retiro mi nombre. Ya en muchos contratos se hace directamente así, porque ese derecho moral existe aunque no lo ponga en el contrato y podría exigirlo el guionista. Son derechos irrenunciables, o sea que aunque el contrato dijera exactamente lo contrario, daría igual, así que mejor que sea todo de una manera acordada”, añade.
El del anonimato y el del seudónimo son derechos morales e irrenunciables de todo autor, no solo de los guionistas
Una decisión que suele llegar antes de rodar, cuando ese guion ha sido cambiado por otra persona. “Cuando se rueda, la gente ya no se acuerda de los guionistas”, puntualiza el experto legal. “Suele ocurrir, más bien, cuando hay un tercer guionista que trabaja sobre el trabajo del guionista original, porque este responde por él pero si luego otro guionista, desde su punto de vista, lo estropea, tiene todo el derecho de decir que ya no se reconoce como autor en esa obra y por lo tanto no quiere figurar”, explica. Este es un punto que se incluye ya en muchos contratos, en los que la productora “se reserva la posibilidad de modificar lo que ha escrito el guionista”.
Hay casos especiales de guionistas que pueden blindar sus trabajos, pero son excepciones. Lo que hay que buscar es que los contratos sean justos con quien escribe los guiones. “No te puedo decir nombres, pero hoy mismo le he dicho a una productora que un guionista no iba a firmar ese contrato que habían presentado”, revela. “Muchas veces se pretende que firmen contratos donde básicamente parece que se les encargan unos ladrillos, y donde el productor decide hasta dónde trabaja el guionista y hasta cuándo le pueden echar en cualquier momento. Y claro, si el guionista no está desesperado, eso ya no lo admite”, zanja.
Asumir el cambio
Aunque ahora haya saltado a la palestra, no es una práctica extraña. El guionista Cristóbal Garrido, autor de Reyes de la noche, Fariña o Lo dejo cuando quiera, y miembro de la junta directiva de ALMA, reconoce que a él también le ha ocurrido. Fue en la película Los Japón, cuya primer versión del guion escribió junto a su inseparable Adolfo Valor antes de retirar su nombre y quedar solo acreditados bajo el paraguas de “una idea de”.
Para Garrido no es una cuestión solo de que el guion sea bueno o malo, de que le guste más o menos cómo haya quedado, sino que hay que entender que lo que se dice en esa película es responsabilidad de quien la ha escrito y tiene ese crédito. “No creo que todo el mundo se sienta superorgulloso al cien por cien de toda su carrera y no pasa absolutamente nada. El problema es cuando tú ves un guion que no es tu guion. Cuando tú has vendido un guion que se lo dan a una productora o a un director y luego se reescribe entero. Ahí hay un punto en el que, si además no te gusta la película, no puedes asumir esa autoría porque no tiene sentido”, cuenta desde su experiencia.
Añade otro elemento a tener en cuenta: “Quizás en ese nuevo guion hay chistes de los que no te quieres hacer responsable, porque si pasa cualquier cosa te van a señalar a ti, que eres el que aparece en los créditos. En este caso, con Los Japón, Adolfo y yo lo tuvimos claro. No nos gustó cómo quedó la película. Lo hablamos con la productora, con Mercedes Gamero, con Antena 3 y no hubo ningún problema. Fueron supercomprensivos y todo el mundo se portó bien, nadie nos obligó a nada”. No era una cuestión de que no le gustara, sino que “si el guion está reescrito de pe a pa, cada palo que aguante su vela”.
El problema es cuando tú ves un guion que no es tu guion. La productora se lo ha dado a un director y se ha reescrito entero. Si ni siquiera te gusta la película, no puedes asumir esa autoría
Garrido cree que todos los guionistas son conscientes de que esas situaciones se pueden dar. “No creo que haya alguien al que le pille por sorpresa. No sé si hay algún guionista tan ingenuo que desconozca la posibilidad de no firmar, pero yo siempre he sido consciente de que esa posibilidad cabe. Me lo he planteado algunas veces, pero otras pienso que ni siquiera merece la pena. Creo que el gran problema, a veces, cuando piensas en no firmar un guion, es que tampoco quieres que se arme lío en torno a la película. Nosotros no dijimos públicamente absolutamente nada, porque al final una película es algo en lo que trabaja mucha gente, en la que se ha invertido un montón de dinero y que lo último que te apetece es convertirte tú en protagonista tres días antes del estreno. Creo que va en contra de todos y tampoco aporta demasiado. Luego, con el tiempo, sí que se puede hablar, pero en nuestro caso, preferimos mantener el perfil bajo”.
Coincide con Tomás Rosón en que normalmente se explicita en el contrato esa posibilidad o suelen avisar, pero “seguro que hay gente que de repente ha ido a un estreno y se ha encontrado con una película que no era la que había escrito”. Aquí unas pistas para ver si se avecina una situación así: “Si trabajas con productoras normales, en un entorno laboral normal, te suelen invitar al rodaje, sueles tener relación con el director… si de repente el director desaparece y nadie te invita al rodaje, sabes que ahí está pasando algo. Ahí es cuando tienes que tener todas las alertas, llamar a tu abogado y pedir ver la película antes de que se estrene”.
Para llegar a esa situación en la que los guionistas tengan claro que pueden y deben defender sus derechos han pasado muchas cosas, entre ellas la creación y fortalecimiento de su propio sindicato (ALMA) y su propia entidad de derechos (DAMA). “Claro, es que hace 10 años tú podías pasar la vida sin conocer a más de otros dos guionistas, porque era un trabajo muy solitario y poco gremial. Era muy difícil encontrarte con otra gente con la que poder contrastar tus experiencias y movilizarte de manera conjunta”, dice Garrido, que recuerda cómo en cuanto se juntaban “más de cuatro o cinco personas en una misma sala” y se empezaban “a contar las jugadas” que les hacen, eso llevaba a la movilización. “Siguen pasando cosas, pero hay una diferencia clara del estatus del guionista”, concluye. Ahora un guionista sabe que no firmar un guion que ha sufrido cambios es un derecho que no pueden arrebatarle.
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