El mensaje era sencillo, pero había que lanzarlo con una puesta en escena adecuada: “Esto no ha terminado”. Con Vengadores: Endgame habiéndose convertido en la película más taquillera de la historia —título que volvería a Avatar de James Cameron tras un socorrido reestreno en China—, era inevitable pensar que, con el fin de la Fase 3 también, llegara el fin de los Vengadores, y de ese proyecto megalomaníaco que Kevin Feige inaugurase en 2008. Once años después, el Universo de Marvel (UCM en adelante) había triunfado. Y Feige ahora necesitaba convencer a los fans de permanecer junto a él, en lo que viniera.
La Comic-Con de San Diego de 2019, celebrada meses después del taquillazo de Endgame, fue el escenario elegido. Y, más allá de instantes icónicos como el anuncio del retorno, Mjolnir en mano, de Natalie Portman—consumado en la reciente Thor: Love and Thunder—, lo que Feige ofreció a cambio de esa paciencia fue lo habitual: logos y fechas, entre los que destacaba algo novedoso. En la inminente Fase 4, la continuidad también se apoyaría en varias series originales destinadas a Disney+. Como resultado no habría mes, casi no habría semana, en la que el fan no tuviera su ración de Marvel. Sonaba muy bien sobre el papel.
Entonces llegó la pandemia.
Un comienzo difícil
La idea de que la Fase 4 diera inicio al año siguiente, en 2020, fue imposibilitada por el coronavirus. De descubrir que se le acumulaba el contenido para ver entre series y películas, al fan le tocó esperar un año entero sin ningún producto de Marvel, hasta que Bruja Escarlata y Visión reinició la maquinaria a principios de 2021. Desde entonces, los títulos han llegado con la asiduidad prometida, tanto a cines como a Disney+, y aún así en la Comic-Con celebrada hace pocos días se han repetido los modos y la desesperada invocación de la euforia, a tres años de la última vez que nos exhortaran a confiar.
De todo lo anunciado en la convención se extraía un sentimiento básico, parecido a la asunción de una derrota: Feige quiere dejar atrás esta fase. La Fase 4 ha sido la de la COVID-19, la de los retrasos de estreno, la del litigio con Scarlett Johansson por los ingresos de Viuda Negra. También ha sido donde el malestar de los artistas de Marvel por la explotación de sus creaciones ha alcanzado la conversación pública, junto al trato denigrante a los técnicos de efectos digitales. Por último, ha sido la del infernal rodaje de Black Panther: Wakanda Forever, marcado por la muerte de Chadwick Boseman y los problemas causados por Letitia Wright, tanto por una lesión en el set y como por su postura antivacunas.
Fue lo primero que nos llegó desde el evento: con Wakanda Forever, este 11 de noviembre, se termina la Fase 4. La Fase 5 empieza en febrero de 2023 con Ant-Man y la Avispa: Quantumania, concretándose tras ella muchos otros proyectos cuya existencia ya había sido rumoreada pero ahora tiene un hueco fijo en el calendario. La dinámica, por lo demás, es la misma que la revelada en San Diego 2019: cuatro películas al año, rodeadas de un ingente número de series —también de animación, con ¿Qué pasaría si…? o X-Men 97— hasta el final de la fase a finales de 2024. A priori no hay ninguna decisión extravagante, pues se ha partido de que las promesas de 2019 valgan para 2022. ¿Lo valen?
Para discernirlo, habría que ensayar un rápido análisis de cómo ha sido esta Fase 4 que toca a su fin. A primera vista, hay nociones extendidas: Eternals fue un desvío fallido, Spider-Man: No Way Home recuperó el aroma a evento tras la dupla Endgame/Infinity War, y ha ido cundiendo un progresivo desdén hacia las series. Solo Bruja Escarlata y Visión, la primera de todas, logró causar algo de consenso, entre cabeceras de escasas pretensiones (Ojo de Halcón), planteamientos consuetudinariamente fallidos (Falcon y el Soldado de Invierno) y desarrollos que desmerecían el buen sabor de los primeros capítulos (Ms. Marvel).
Que pese a este historial el MCU se empeñe en seguir produciendo series a mansalva, implicaría que son quejas —acaso por alejarse de termómetros habituales como cifras de taquilla o críticas de prensa— que no han terminado de trascender. De hecho, ciertas series del calendario de la Fase 5 aparentan poseer una escala que no desmerezca los estrenos en cine. Algo que ya se dijo hace tres años, pero ahora se percibe una mayor convicción. Ahí está Secret Invasion, adaptando un famoso arco de los cómics que ha congregado a un amplio reparto, y cuyas consecuencias argumentales deberían poder rastrearse más allá de sí misma.
También Daredevil, claro. Daredevil: Born Again como la incorporación oficial del superhéroe que Charlie Cox interpretara para Netflix, realizada de forma escalonada. Tras su cameo en No Way Home, Cox reaparecerá en la inminente She-Hulk, además de en Echo (spin-off de Ojo de Halcón) y por fin en Born Again. Serie que, con sus 18 episodios previstos, parece afianzar la presencia de Marvel en streaming, colocándola en relación de igualdad ante las películas. El objetivo sigue siendo que Marvel diversifique tanto sus caminos como para que series y películas se confundan entre sí. La cumbre de esa cuidadosa serialización en función a la cual, por otra parte, el UCM logró despegar en primer lugar.
Ahora bien. La experiencia de la Fase 4, entre otras cosas, ha permitido vislumbrar cuáles son las limitaciones de este modelo híbrido. Y son aquellas por las que el entusiasmo no es el mismo que cuando San Diego 2019. A diferencia de entonces, los espectadores ya saben a qué se refería realmente Feige con “esto no ha terminado”.
Una huida hacia delante
Otra revelación importante de esta Comic-Con fue que estas tres nuevas Fases conforman la Saga del Multiverso, como en su día conocimos la Saga del Infinito. Y, al igual que esta, la Saga del Multiverso culminará con dos películas de los Vengadores, entre las que apenas mediarán seis meses: Vengadores: The Kang Dynasty en mayo de 2025 y Vengadores: Secret Wars en noviembre de 2025. Junto a 4 Fantásticos, son las únicas películas que se han identificado por ahora de la Fase 6, y tanto sus títulos como lo visto en instancias previas, ayudan a que nos podamos hacer una idea de en qué consistirán.
Para empezar, Kang el Conquistador es un villano clásico de los 4 Fantásticos a quien ya hemos conocido en Loki (al menos, a una de sus variantes). Le interpreta Jonathan Majors y reaparecerá como villano de la tercera entrega de Ant-Man, allanando el terreno para que en el nuevo díptico de Vengadores el tejido de la realidad colapse y se enfrenten entre sí todos los superhéroes del universo (de múltiples universos). Todo inspirándose en Secret Wars, el primer gran evento multitudinario de Marvel en las viñetas. Publicado a mediados de los 80, es el que entrega las líneas maestras de lo que esperar en las dos próximas Fases.
La Saga del Multiverso se dirige por un lado a este clímax, y por otro a Thunderbolts —concluyendo la Fase 5 en 2024— como agrupación de varios antihéroes que han ido apareciendo en películas previas, de Yelena Belova (Florence Pugh) al Barón Zemo (Daniel Brühl). En este último plan, se puede captar interés por un Escuadrón Suicida alternativo al de DC, pero apartándonos por un segundo de los detalles narrativos no estaría de más mirar quién está a cargo de Thunderbolts. O de Vengadores: The Kang Dynasty. Uno es Jake Schreirer, director especializado en televisión. Otro es Destin Daniel Cretton, que ya ha dirigido en el UCM Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos.
Las Fases 5 y 6 consolidarán la diversificación de Marvel con series que parecen películas y viceversa, pero también consolidarán una tendencia casi convertida en norma y muy relacionada con este énfasis en lo televisivo: la utilización de directores sin firma. Una vez que James Gunn concluya su trilogía de Guardianes de la Galaxia el año que viene, no quedarán cineastas en las filas de Marvel con sello reconocible. Quedarán nombres prometedores como Nia DaCosta (artífice de la última y estupenda Candyman, hoy a cargo de la secuela de Capitana Marvel), pero nombres susceptibles de ser asimilados por la visión de Feige.
Esquivando los debates habituales acerca de autoría o libertad creativa en el UCM, lo que sobre todo da a entender esta decisión es que la prioridad de Marvel Studios se ha terminado constriñendo a la homogeneidad y la estandarización. Esta última se le está resistiendo más a cuenta de la cuestionable calidad de las series, pero es un activo que marida excelentemente con la pretensión de fundir cine y streaming en una experiencia transmedia, y con el máximo punto conector de estas tres nuevas Fases: el desfile de personajes intercambiando cameos, formando equipos o enfrentándose entre sí. Que es justo, precisamente, de lo que va Secret Wars.
La coartada del Multiverso está sirviendo para que afloren rostros queridos por el fandom. Canalizados por ficciones como escaparates de IPs, dedicados a proclamar la omnipotencia de Disney tras absorber Marvel y Fox. De eso va todo, de lucir músculo corporativo para admiración de los espectadores, atrapados en un régimen autocombustible de reconocimiento y anticipación hacia lo que está por suceder —con esas escenas postcréditos apuntando a mil direcciones distintas—. Está por ver si la estandarización de lo mediocre terminará irritando al fandom, pero si ocurre siempre habrá otra Comic-Con a la vuelta de la esquina.