“A veces, la gente se me echa a llorar –confiesa Chris Claremont cuando le preguntamos cómo lleva su estatus de leyenda del cómic–. Me ha pasado en Moscú, en París, en Madrid, por todo el mundo. Estoy firmando y a alguien se le saltan las lágrimas y me dice que le encanta mi trabajo, que adora a tal o cual personaje. Y una parte de mí levanta los puños y vitorea: ”¡Sí!“. Pero otra se asusta: ”Oh, Dios mío, entonces mi próximo guion tiene que ser mejor aún“.
Hablamos en el jardín de un hotel de Avilés. Claremont –guionista histórico de la casa Marvel, padre de los X-Men (La Patrulla X, en España), autor del cómic más vendido de la historia (casi 8,2 millones de ejemplares, en 1992), y el escritor que más tiempo ha permanecido al frente de una colección (17 años)– es una de las estrellas del festival Celsius, dedicado a la fantasía, el terror y la ciencia ficción, y un entorno, por lo tanto, con alta probabilidad de lágrimas fan.
A sus 71 años, camina apoyándose en un bastón. Le falta un poco el aliento en las parrafadas largas (y habla siempre en parrafadas largas), pide las gafas para firmar un cómic; su mujer, Beth, le recuerda que se tome las vitaminas. Parece que la edad ha hecho mella… hasta que toca hablar de cómics. Entonces levanta la voz, gesticula, chasquea los dedos para marcar el ritmo que debe tener una buena historia. Y parece tan lleno de energía como en 1975, cuando se convirtió en guionista de la moribunda serie de cómics X-Men y la convirtió en un best-seller cuya repercusión sigue siendo enorme. “Ahora trabajo para mi tercera generación de lectores, y me dirijo ya a la cuarta –dice, y él mismo parece impresionado–. Para mí, eso dice mucho del impacto que ha tenido”.
¿Dónde está la clave de ese impacto? ¿Qué es lo esencial en la escritura de cómics? “Dar con una buena historia y contarla, mejor si es junto a un gran dibujante –ríe–. Todo se reduce a eso: crear personajes y contar una historia, conflicto y resolución. La misma regla vale para novelistas o cineastas. La diferencia es que cada cómic es un capítulo de una historia mayor, así que resuelves el conflicto y, en la última página, incluyes algo que hace que el lector vuelva para el siguiente número. Y al siguiente. Y al siguiente. Es una aventura sin fin. Cuando se hace bien, ahí es donde reside la diversión”.
Con los X-Men, mi objetivo, en cierto modo, era romper las reglas. Conseguir un cómic que pudiera hablar a más personas
Con X-Men, evidentemente, lo hizo bien. Y en el éxito de la serie la diversidad jugó un papel importante. Un estudio del proyecto académico The Claremont Run concluyó que, en los 70 y 80, los cómics de La Patrulla X superan el test de Bechdel un 50% más de veces que todos los demás títulos de Marvel juntos. “Las mujeres son el 51% de la raza humana –dice el guionista–. Es un público muy numeroso, y yo quería que leyeran mis cómics, así que intenté darles personajes con los que pudieran empatizar, que pudieran hacer suyos; además, estaban basados en mujeres que conozco, igual de valientes y brillantes”. Los personajes femeninos, que Claremont incluyó y dotó de complejidad, eran, en efecto, una asignatura pendiente en el sector del cómic. “Mira, por ejemplo, a los Cuatro Fantásticos. Los tres personajes masculinos tienen poderes espectaculares. ¿Y la única mujer? Su poder es… desaparecer. Es una metáfora perturbadora, pero realista, de las relaciones de pareja en los años 60. Con los X-Men, mi objetivo, en cierto modo, era romper las reglas. Conseguir un cómic que pudiera hablar a más personas”. Incluso el título del cómic (X-Men, Hombres-X) merece revisión, a sus ojos. “No son solo hombres. Tiene que haber un título mejor, aunque, claro está, es una marca registrada”. Es una nada sutil referencia al título que él mismo quería ponerle a la serie, The Mutants, que Marvel rechazó… y que, se rumorea, podría adoptar ahora para algunos productos de la casa.
Pero la Patrulla X no solo dio espacio a las mujeres; también a personajes de otras razas y nacionalidades. “¿Por qué no darles una voz a todos? Cuando exploras su individualidad, su autopercepción y su visión de la realidad, haces que esos personajes sean interesantes. A más diversidad, más diversión y a más diversión, más se entusiasmarán los lectores. Y aprenderán algo, con suerte”. El subtexto, en aquellos años, fue fundamental. Claremont le dio la vuelta al tropo del superhéroe: los mutantes no eran gigantes de solemnidad mitológica, sino seres extraños y perseguidos. Y ese mensaje caló entre las minorías. “Los mutantes nacen con superpoderes, no los consiguen en un laboratorio ni en un viaje estelar. Pueden decir: nací diferente. ¿Por qué me odias por eso? Y esa metáfora la entendían las personas negras, y también los latinos, las personas LGBTI y los árabes. Lo que me rompe el corazón es que en los últimos 45 años eso no haya mejorado”.
¿En ningún sentido? Hasta 1989, las menciones explícitas a la homosexualidad estaban prohibidas por la Comics Code Authority. Destino y Mística, tal vez la pareja lésbica más icónica creada por Claremont, tuvo que jugar al despiste (¿son amigas? ¿son novias?) durante décadas. Ahora son oficialmente pareja en los cómics. Pero el guionista niega con la cabeza. “Nada ha cambiado realmente. Sí, ahora es más fácil presentar esas relaciones de forma explícita. Pero para mí eso no era el centro de la historia; el centro era el mundo en que vivían, y el mundo, especialmente en Estados Unidos, no es ahora más tolerante hacia la comunidad LGBTI. Tampoco hacia las personas nacidas en otros países. A veces releo ‘Dios ama, el hombre mata’ y me pregunto: en la sociedad actual, ¿seguiría siendo el reverendo Stryker el villano de la historia… o sería el héroe?”. (En ‘Dios ama, el hombre mata’, novela gráfica de 1983, el fanático Stryker lideraba una cruzada para acabar con los mutantes, a los que consideraba criaturas de satán).
Entonces, ¿no ha cambiado nada en todos estos años? “En los 80 teníamos mucha más libertad creativa –dice Claremont–. Stan Lee [el histórico editor de Marvel] tenía tres reglas: entrega a tiempo, cuenta una buena historia y no seas un grano en el culo, que ya tengo mucho trabajo sacando adelante esta empresa. Teníamos la responsabilidad de hacer los cómics y no cagarla. Pero, poco a poco, fueron apareciendo elementos de control. Editores, ayudantes… que con el tiempo se implicaron más y más en las tramas y los personajes. Tenía sentido. Los guionistas cambiaban cada pocos años, así que los editores mantenían la continuidad. Excepto en mi serie, donde yo llevaba muchos años. Desde mi perspectiva, yo sabía mejor lo que hacía. Y me salí con la mía durante mucho tiempo”.
El fin de esa era dorada es la gran cicatriz en la historia conjunta de Marvel y Claremont: el dibujante Jim Lee, la estrella ascendente de la casa, empezó a dibujar X-Men y a querer tener voz y voto en los argumentos. Bob Harras, el editor, le apoyó. Claremont menciona el episodio con diplomacia. “Marvel tenía que encontrar un equilibrio entre lo que el guionista quería hacer y lo que el editor quería hacer. Y por eso me fui aquella primera vez; o más bien me pidieron que me marchara. Pero bueno, así funciona este negocio. Como decía Stan, puedes jugar con los juguetes, pero cuando acabes tienes que dejarlos en la caja, porque los juguetes son de Marvel”.
Ese sistema puede llevar a situaciones paradójicas. Claremont está a punto de sacar a la luz su nueva colección para Marvel, ‘Gambito’, basada en un personaje que él creó y que otros guionistas transformaron en alguien totalmente diferente. “Ha sido muy divertido, pero también irónico: el Gambito que todo el mundo conoce, y con el que he trabajado para esta serie, no es el que yo considero real en mi corazón. Así es la realidad. Algunas cosas funcionan, otras no y a otras las atropella un autobús antes de que puedan dar fruto”.
Lo que nos lleva a hablar de derechos de autor. Los personajes con los que Claremont “jugó” hasta 1991 (incluidos unos 150 creados por él), y de nuevo a partir de 1998, cuando volvió a la compañía, pertenecen a Marvel. Pero la huella de este guionista es alargada. “Piensa en ‘Ms. Marvel’, una serie protagonizada por una adolescente paquistaní; la historia no es mía, el personaje no es mío… Pero deriva de creaciones mías”. ¿Es duro perder el control de personajes y tramas? “Es la realidad –dice pragmático–. Me gustaría, sobre todo, que en las series y películas, en vez de un ”gracias a…“ al final de los créditos, en letras diminutas, hubiera un reconocimiento mayor para todos nosotros. Cuando se estrenó la serie ‘Legión’, mi nombre y el de [el dibujante] Bill Sienkiewicz estaban al principio, bien grandes, junto a los del guionista, el director y el productor. Para mí, esta fue la solución perfecta. ¿Por qué no pudieron hacer lo mismo en ‘Fénix oscura’, ‘Días del futuro pasado’ o ‘Los nuevos mutantes’? Bueno, hay un montón de razones legales. Pero esas películas no habrían existido sin el trabajo de los creadores originales y creo que debería haber una forma de expresarlo públicamente. Entiendo que no sea así, pero es frustrante”.
Es imposible hablar de Marvel sin mencionar su universo cinematográfico, un macronegocio que ha modificado con frecuencia el canon de los cómics originales, pero que también ha atraído a nuevos lectores. ¿Qué opina al respecto? “Bueno, eso está muy por encima de mis competencias –dice–. Me gustan mucho algunas de las películas”. ¿Cuáles? Duda un momento. “Mmm, no, eso es asunto mío”. ¿Qué opina de Capitana Marvel, una película que, 50 años después de que Claremont decidiera dar un papel relevante a las superheroínas, sigue siendo tachada por algunos de “inclusión forzada”? El guionista ríe. “Mi controversia personal con ‘Capitana Marvel’ es que le quitaron todos los poderes a Fénix [personaje creado por Claremont] para dárselos a ella, lo que a su vez acabó arruinando la película de ‘Fénix Oscura’. Pero eso nos daría para otra entrevista”.
Los mutantes de Claremont, de hecho, han tenido desigual fortuna en pantalla (dato curioso: en las primeras negociaciones para la adaptación de X-Men, James Cameron iba a ser el productor, y sugirió para la dirección a Kathryn Bigelow). Claremont ha especulado que tal vez una serie captaría mejor el espíritu de la Patrulla. “Algo tipo ‘Juego de tronos’, una historia-río; esa sería tal vez una buena manera de empezar de cero –apunta–. Pero es solo mi opinión. No me corresponde a mí decidirlo, solo especulo desde el exterior, como cualquiera. Me encantaría que mi trabajo fuera una parte activa del universo cinematográfico. Me encantaría ser yo una parte activa de ese universo. Esos días, sospecho, han pasado. Sin embargo, me gustaría mucho que una serie o una película tuvieran un impacto tan grande y duradero como los cómics. Y si alguien en Marvel puede hacerlo, me encantará verlo”.