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Crítica

‘Red One’, Dwayne Johnson intenta recuperar el favor del público con una moribunda comedia navideña

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Buena parte del humor de Red One se basa en que Dwayne Johnson le desee a sus compañeros de reparto ‘Feliz Navidad’ con la cara más seria del mundo. Se supone que es el guardaespaldas de Papá Noel y no hay cosa que le importe más que la alegría de los niños —“Salvemos la Navidad” es otra cosa que dice a menudo—, de forma que su amedrentador físico establezca un contraste algo así como “hilarante” con su actitud marcial. El humor se basa, por todo ello, en la complicidad del público y en esa imagen mediática que The Rock lleva construyendo metódicamente cerca de veinte años. Imagen donde confluye precisamente la mezcla de fiereza y afabilidad, e imagen de la que depende Red One con desesperación. Si no funcionara, la película no tendría nada.

Esta combinación es lo que ha llevado a erigir a Johnson como sucesor natural de Arnold Schwarzenegger, porque ambos saben reírse de sí mismos. Con algún matiz, sin embargo. Johnson, por ejemplo, empezó a juguetear con la impresión que despertaba en el público un poco más rápido: cuando aún distaba de ser una estrella total interpretó para Southland Tales (2006) a un personaje inspirado en su figura. Y, a diferencia de Schwarzenegger con Terminator o Conan el Bárbaro, a Johnson no le conocemos por tener “personajes”, sino que siempre es él. Dwayne Johnson, La Roca, exluchador de la WWE, encadenando identidades nuevas e intercambiables.

Así que en Red One interpreta a un tal Callum Drift —guardaespaldas de Papá Noel que se topa con que su jefe ha sido secuestrado en la víspera de Navidad—, pero sobre todo interpreta a Dwayne Johnson. Además, produce la película con su sello Seven Bucks: una empresa que debe su nombre a los míseros “siete dólares” que llevaba en su bolsillo justo antes de probar suerte en la WWE y empezara a ganarse el amor de EEUU. Es una anécdota que seguramente conozcas si has visto Young Rock, la serie producida por el mismo Johnson que se basa en su propia vida y se ha extendido a tres temporadas. ¿Un monumento a su ego? Puede ser, pero es un monumento que solo ha sido posible porque, en efecto, la gente le quiere. Casi tanto como él se quiere a sí mismo.

Solo que en Red One pasa algo extraño. Johnson repite sus ademanes, equilibra con el cuidado acostumbrado el número de sonrisas de su personaje y el tono con el que ha de soltar sus frases lapidarias, sigue comprometido con que todo él sea sinónimo de gran entretenimiento familiar… y aun así no cuaja. De hecho Red One es una película horrorosa, únicamente capaz de mover a la indiferencia y el hastío, y de proclamar con esplendor agreste la pérdida de cualquier encanto. 

Algo pasa con La Roca

Hay un puente nítido entre Red One y una película titulada Alerta roja, más allá de la semejanza entre títulos. El título original de este film de acción que Johnson protagonizó con Gal Gadot y Ryan Reynolds era Red Notice, y bien puede ser el triunfo más categórico de la carrera de The Rock. Han pasado tres años exactos desde su lanzamiento en streaming y Alerta roja sigue siendo la película más vista de la historia de Netflix: más de 364 millones de horas vistas. Una salvajada que acaso haya tenido una consecuencia no tan buena para la plataforma, porque Alerta roja también fue en su día la película más cara de Netflix. Había costado 200 millones de dólares, nada menos.

Como terminó “compensando”, desde Alerta roja Netflix ha fortalecido la costumbre de que sus blockbusters tengan presupuestos absolutamente insensatos. El agente invisible —con el mismo Chris Evans que da la réplica a Johnson en Red One— costó otros 200 millones, y el próximo 14 de marzo Netflix estrena Estado eléctrico con Millie Bobby Brown y Chris Pratt amparada en una inversión de, tomemos aire, 320 millones de dólares. Es cosa de Netflix valorar si este incremento presupuestario le sale rentable, pero lo que ha de importarnos ahora —más allá de que en dichas películas seamos incapaces de ver el dinero por algún lado— es que acabando 2021 había razones de peso para confirmar a Johnson como estrella total. A todo el mundo le caía simpatiquísimo, tanto como para pasar por alto la decepción en taquilla que había sufrido poco antes de Alerta roja.

Jungle Cruise era una película de Disney que había costado lo mismo que Alerta roja, y que en el marco pandémico apenas pudo cubrir su presupuesto a través de los cines. Aunque hayamos olvidado que existió, era un film determinante para Johnson por su vínculo con un importante proyecto que llevaba años gestando: acaso consciente de que le hacía falta algún personaje icónico para ser el nuevo Schwarzenegger, The Rock quería un superhéroe. Jaume Collet-Serra, director de Jungle Cruise, iba a repetir con Johnson para Black Adam. La película que fue el principio del fin. La responsable de que el idilio de Johnson con el público se resquebrajara.

Black Adam iba a ser originalmente el villano de ¡Shazam!, film que DC estrenó en 2019. Pero Johnson creía que este personaje merecía una película para él solo, y además no consideraba al personaje de Zachary Levi como un enemigo digno. Estos juicios tan autoparódicamente narcisistas desataron una tormenta perfecta: Black Adam se materializó en un momento de vacío de poder en DC, así que Johnson pudo orquestar a través de Seven Bucks el regreso de Henry Cavill como Superman, prometiendo en la escena poscréditos de Black Adam un épico enfrentamiento con su antihéroe. Todo se fue a la porra cuando James Gunn ascendió a nuevo líder de DC Studios a finales de 2022, con sus propios planes para Superman. El regreso de Cavill no se materializó, y el hundimiento de taquilla colindante de Black Adam lo hizo todo más embarazoso.

Johnson quería inaugurar una saga dentro de DC con Black Adam, diseñada para su lucimiento exclusivo. La recaudación no lo permitió, y además condujo a la ira de Warner cuando Johnson llegó a filtrar datos falsos a la prensa sobre los números de su película. Desde entonces hemos visto un repliegue en la carrera de Johnson. Consciente de cómo se ha estropeado su imagen en la industria, The Rock ha hecho a toda prisa las paces con Vin Diesel para volver a Fast & Furious, y se ha enredado con Disney en la producción simultánea de la secuela de Vaiana (estreno este 29 de noviembre) y de su remake en acción real, donde volvería a ser Maui. También ha hecho Red One. Una película de Amazon MGM Studios que, menuda sorpresa, ha costado 250 millones de dólares.  

Carbón por Navidad

El absurdo presupuesto de Red One no solo se explica por la inercia que venía arrastrando Johnson, sino por otros motivos aún más chocantes. La historia se basa en una idea de Hiram García, hermano de la exmujer de Johnson Dany García, con quien fundó Seven Bucks en 2012. En su día Hiram había sido el asistente personal de The Rock, pero ha terminado ascendiendo a líder de Seven Bucks y es el productor principal de Red One. Según una fuente de The Wrap que explicaba por qué el rodaje ha sido tal desastre, “había pasado de hacerle los batidos de proteínas a dirigir su compañía”.

La inexperiencia de García no fue lo único que elevó el presupuesto de Red One. Hasta entonces Johnson arrastraba cierta mala fama por su comportamiento en los rodajes, pero todo se exacerbó en esta coproducción con Amazon que Warner Bros distribuye a nivel internacional. Johnson llegaba tarde por defecto a cada jornada tras pasarse varias horas en el gimnasio, y tenía la molesta costumbre de orinar en botellas de agua que dejaba por ahí. Su actitud movió a que el presupuesto se fuera de 50 millones a 200 más, y en resumidas cuentas es algo que hay que tener presente para calibrar por qué Red One ofrece la experiencia cochambrosa que ofrece.

Red One es otro artefacto delimitado según los pálpitos de Johnson, según su forma de entender el cine de entretenimiento. Hiram García dio con la idea del secuestro de Papá Noel como una posible vuelta de tuerca al imaginario navideño, que finalmente Chris Morgan (guionista habitual de Fast & Furious) se ocupó de concretar. Esto podría deparar una de las escasas virtudes de la propuesta, pues básicamente lo que se ha querido hacer es “militarizar” todo lo que asociamos al Polo Norte, y acercar la mitología aparejada a coordenadas superheroicas. Es lo que conduce a que el Papá Noel de J.K. Simmons (llamado “Nick”, por San Nicolás) no sea un hombre obeso, sino un tipo que se tira 12 meses mazándose en el gimnasio como disciplinada preparación para repartir todos los regalos posibles cuando llegue Nochebuena. Una ocurrencia típicamente The Rock.

En la misma línea, personajes del folclore europeo que lindan estas festividades —como Krampus, o la Bruja Gryla que encarna Kiernan Shipka— se convierten en villanos intercambiables de blockbuster, desde la misma lógica que presenta un oso polar antropomórfico como mano derecha de The Rock. No es descabellado que en algún punto del largo camino que ha recorrido Red One —su preproducción empezó antes de que se estrenara Black Adam— esta película hubiera podido ser buena, pero no es el caso ni por asomo. Nadie, salvo quizá un Dwyane Johnson que se esfuerza demasiado, parece querer estar en Red One. Ni el director Jake Kasdan (cómplice de The Rock en las dos últimas Jumanji) ni los encargados de los efectos digitales más zafios de la temporada, afeando unas escenas de acción siempre envueltas (¿o camufladas?) en la oscuridad.

El reparto tampoco se esmera mucho por dignificar un guion alérgico a tomarse con el mínimo gamberrismo esta idiotez monumental. Podríamos hablar en esto del desaprovechamiento de Simmons o de lo perdidísimas que están Lucy Liu y Bonnie Hunt —hay veces que ni saben dónde mirar en sus planos—, aunque seguramente sea más productivo destacar a Evans por cómo el guion planta sobre sus hombros la responsabilidad de emitir “espíritu navideño”. Esto es, que el cínico cazarrecompensas que interpreta posee un arco dramático a resolver durante su alianza con Johnson, destinado a ser un mejor padre y a celebrar la Navidad como se merece.

Como consecuencia a Evans le toca lidiar con los diálogos más lamentables, pues en su alegato por una ingenuidad esencial —la que nos empuja a tener los mejores sentimientos ahora que se acercan estas fechas— no deja de regodearse por accidente en lo muerta que está Red One. La película muestra entonces qué había detrás del personaje mediático de Johnson durante todos estos años. Y como solo había cálculo —un cálculo fácil de derrumbarse con solo un par de tropiezos— pues así de desagradable es Red One, y así de oportuno es que se estrene con el margen suficiente como para que, llegadas las Navidades, hayamos podido olvidarla completamente.