El cine de animación siempre se ha visto con prejuicios cuando se trata de premios o festivales de cine. Pocas veces una película animada está en la sección oficial de Cannes o Venecia, y solo hay que mirar a los Oscar para darse cuenta de que tampoco la Academia mira a esas películas como al resto de obras. En toda la historia de los premios de Hollywood ninguna ha ganado el Oscar al mejor filme -âa secasâ, y solo tres títulos han logrado la nominación: La bella y la bestia; Up, y Toy Story 3. Las dos últimos lo hicieron después de que la institución ampliara las nominadas en dicha categoría, algo que vino en parte provocado por la ausencia en la ceremonia de 2009 de dos filmes como El caballero oscuro y Wall-E, la joya de Pixar que vio como películas como Milk o The Reader eran mejor consideradas.
Para ellos crearon esa especie de premio de consolación que es el Oscar a la Mejor película de animación. Una caja donde destacar los mejores trabajos del año, pero que al final acaba constriñendo a filmes que son considerados como un género, en vez de ver la animación como una técnica. ¿Cómo es posible que filmes como El rey león, El viaje de Chihiro o Del revés no estuvieran entre las cinco o diez obras más destacadas de su año? Al final la categoría ha colocado un techo de cristal que es difícil de romper.
Ese techo no afecta solo a la categoría reina, también al resto. Cuesta ver una película animada en otras categorías. Cuando gusta mucho reconocen su guion, o incluso en alguna ocasión excepcional su banda sonora o sonido. ¿Pero no tiene un filme animado un diseño de producción o una fotografía? Sí, pero no se aprecia igual que cuando las cosas ocurren en acción real.
Este año, en el que la carrera al Oscar está un poco descafeinada ya que ningún título parece el gran favorito y donde pocos están obteniendo el consenso absoluto de la crítica, muchos han visto en Robot salvaje una opción para romper esa barrera. Desde su presentación en Toronto el filme ha ganado el respeto de los medios y aparece en varias predicciones como posible sorpresa entre las diez obras que acaben siendo nominadas al premio a la Mejor película del año (por supuesto la dan como más que previsible ganadora del de Mejor filme animado).
El éxito de Toronto se repitió en el Festival de San Sebastián, donde Robot Salvaje âque llega este viernes a los cinesâ se presentó en la sección Perlak que recoge lo mejor que se ha visto en los certámenes de todo el mundo. En este caso, por supuesto que no estuvo ni en Cannes ni en Venecia, sino en el de la ciudad canadiense que sirve más como mercado y plataforma de cara a los premios que como festival real.
Lo presentaron su director Chris Sanders (responsable de Lilo y Stich o Cómo entrenar a tu dragón) y Lupita Nyong’o, que pone voz a la protagonista de este filme emotivo y con una animación con tintes impresionistas realmente hermosa. Ella es el robot que da título a la película y que se encuentra abandonado por una tormenta en una isla rodeada de animales salvajes. Allí tendrá que convivir con todos ellos y acabará siendo la responsable de un pato que debe aprender a volar para reunirse con los de su especie.
El cine de animación es el mejor instrumento para transmitir emociones. Creo que es una forma distinta de comunicación, más eficiente
El propio Sanders reconocía que estaban intentando posicionar el filme para obtener “más nominaciones como banda sonora o guion adaptado”, pero que era complicado en otras más técnicas como fotografía. “La percepción es diferente, pero si vas más allá del prejuicio te darías cuenta de que la forma de trabajar es la misma que en una película normal, solo que con una técnica diferente, espero que podamos llegar a que se entienda, así que la respuesta sería que sí, que existe un techo de cristal”, comentó.
Otro debate que aun está lejos es el de si el trabajo vocal en películas de animación también debería ser considerado al nivel de interpretaciones ‘normales’. Muchos vieron en el trabajo de Scarlett Johansson en Her digno incluso de ser premiado a pesar de que nunca se la viera y solo se la escuchara. Para Lupita Nyong’o este personaje fue “un gran reto”, y por eso quiso hacerlo. “Trabajo mejor cuando me siento incómoda y cuando me enfrento a algo nuevo”, indicó.
El trabajo no es solo doblar sin más matices, sino que “tenía que utilizar una voz para contar una historia emotiva, y hacerlo con un personaje que realmente no tiene emociones”. Un trabajo que define como “muy técnico”. “La historia evoluciona a través de la voz de ella, y al principio tenía una típica voz un poco robótica, que muestra una especie de optimismo constante, pero a medida que evoluciona la historia hay que transmitir con la voz que ella se va adaptando, y por tanto su voz también lo hace. Por eso al final tenemos una voz más redonda, más rica, con más matices y más relacionada con la madre en la que se convierte”, explica sobre su trabajo.
Sanders define este cuento como una historia sobre “la tolerancia, la bondad, el espíritu de cooperación y, por supuesto, el medio ambiente”, pero también subyace en su trama un alegato sobre el poder de contar historias, de la importancia de la ficción para construir otros mundos posibles. Nyong’o cree que es precisamente “esa capacidad de contar historias y aprender de ellas de forma compulsiva lo que nos diferencia del resto animal”. “Lo transmitimos todo a través de historias, no podemos evitarlo, lo hacemos con el cine, con la música, con la poesía o el arte”, añade, a lo que su director completa diciendo que confía en que las historias puedan hacer que las gente aprenda algo nuevo. “Ese es nuestro poder”, zanja.
En eso cree que el cine de animación tiene todavía más fuerza, y que “es el mejor instrumento para transmitir emociones”. “Creo que es una forma distinta de comunicación, más eficiente. No puedo explicar cómo funciona, pero sí creo que la experiencia es más duradera y capaz de desafiar al envejecimiento de cualquier otra forma de expresión”.