El Festival de San Sebastián, cuya 69 edición comienza este viernes 17 de septiembre, presentó una Sala Virtual Zinemaldia, en alianza con la plataforma auiovisual Movistar+. Es la primera vez en España que una plataforma de televisión acoge una sala de cine de un gran festival de los llamados “clase A”, los más importantes. No deja de ser una decisión sorprendente: su director José Luis Rebordinos es uno de los principales defensores de la presencialidad en los festivales. “El festival de San Sebastián será presencial o no será”, llegó a decir en una entrevista en el periódico ABC en 2020.
La justificación del festival se basa en “el refuerzo de la industria del audiovisual español” y el trasladar “al mayor público posible la experiencia del festival”. El Zinemaldia ha dado un paso, aunque tímido, casi testimonial, hacia el llamado modelo híbrido –presencialidad sí, pero ventana online también–, a pesar de que no lo hizo durante la pandemia.
Sobre la mesa, sigue abierto el debate sobre quién gana y quién pierde cuando los festivales apuestan por el modelo híbrido o por los cines como el lugar natural en el que se produce el intercambio entre público y creadores. En un contexto en el que la vacunación permitirá ampliar aforos y volver a cierta normalidad, las salas virtuales y las salas convencionales no se animan a dar un paso decisivo ni a manifestar públicamente sus intereses. Las negociaciones están abiertas.
Del salvavidas a la integración
“Estos dilemas son algo que se veía venir”, explica Carlos R. Ríos, director del certamen barcelonés D'A Film Festival y de la distribuidora Noucinemart. “En la industria hace muchos años que se habla de la crisis de la sala tradicional de cine, simplemente creo que la pandemia ha acelerado el debate”.
Una crisis que sigue de plena actualidad: durante la pandemia múltiples majors de Hollywood decidieron estrenar sus películas tanto en cines como en plataformas de VOD. Así lo hizo HBO MAX cuyas películas distribuidas por Warner en España se estrenaron en cines (Space Jam Nuevas Leyendas, Wonder Woman 1984), o Disney, que estrenó títulos como Mulán, Viuda Negra o Cruella simultáneamente en salas y en Disney+. Ahora la casa del ratón ha decidido que, para lo que queda de 2021, lo harán únicamente en salas.
“En su momento, poder celebrar el festival online fue una salvación. Tuvimos que decidir muy rápido y solo teníamos tres opciones: pospones, anulas o buscas otras vías”. El D'A celebró una edición completamente online y otra híbrida, debido a las limitaciones de movilidad, horarias y de aforo de la pandemia. Pudieron hacerlo gracias a una colaboración con la plataforma Filmin.
Aunque, como argumenta él mismo, “ya entonces se consideró la mejor solución para aquel momento. Es decir, manejamos una perspectiva de tres años en la que por ahora hemos gestionado dos ediciones distintas. La intención no es otra que ver cómo integramos esa ventana. Porque para mí no se trata tanto de hibridar como de integrar el concepto de la sala virtual dentro de un festival de cine naturalmente presencial”.
El futuro es incierto para festivales pequeños, medianos y grandes. “No creo que Cannes apueste por un modelo híbrido, teniendo en cuenta su férrea defensa de la exhibición tradicional y lo mucho que se juega si se imponen las ventanas online”, reflexiona Paula Arantzazu Ruiz, crítica de cine, doctora y profesora asociada en la Universidad de Castilla-La Mancha. “Es cuestión de política: Francia posee un engranaje muy sólido en relación con la protección del cine, tanto en materia de producción como en el de promoción de las salas”. Por otra parte, sí opina que “certámenes medianos y pequeños, con una política de premiers menos estricta o con una línea de programación más especializada, apostarán por el modelo híbrido. No solo en España, sino en otros países. En Italia, con mayor o menor implicación, parece que se apuesta por el modelo híbrido: el Cinema Ritrovato, la Mostra de Venecia o Pordenone, especializado en cine silente, han vuelto a ofrecer este año ventana online”.
Para Toni Espinosa, responsable de los Cinemes Girona, “teniendo en cuenta los tiempos de incertidumbre que hemos vivido, es normal que el modelo híbrido tenga sentido para algunos festivales”, pero si las salas virtuales se normalizan “habrá que ver cómo son y lo que se puede ver en ellas”. Ver películas en tu casa, según él, “no es disfrutar de un festival, ni tiene nada que ver con un festival de cine donde las obras han sido pensadas para verlas en el cine. Creo que en el futuro, hacer grandes festivales 100% digitales no tendrá sentido. Es como si la exposición más importante del año te la enseñaran en una tablet. No es lo mismo, ni puede serlo”.
No opina de la misma forma Jaume Ripoll, director de contenido de Filmin: “celebro que haya festivales que apoyen el modelo híbrido, y que haya otros que digan que prefieren mantener la presencialidad”, defiende sucinto. No en vano, también es director del Atlántida Film Fest, que recorrió el camino contrario a casi la totalidad de los festivales de nuestro país: empezó hace más de 11 años como el primer festival de cine online de España, y hace seis años que además de verse en Filmin también celebra una versión presencial en Mallorca. “El Atlántida es evidentemente parte interesada en el futuro del modelo híbrido, pero es que creo que nuestro modelo es positivo porque es beneficioso para los espectadores”.
Para Ripoll “tenemos que plantearnos que ciertas películas, no todas, tienen una dificultad notable para llegar al público. Y si un modelo híbrido de festival permite a esa película tener una visibilidad extra, que vaya en beneficio de su carrera comercial, bienvenido sea”. Si una película pequeña que solo se podía ver en un festival localizado y no tenía una distribución asegurada, consigue verse en toda España a través de una plataforma, no solo multiplica sus espectadores, también sus posibilidades de conseguir finalmente estrenarse en cines.
El ADN de un festival de cine
La sala virtual del Festival de San Sebastián es solo el último ejemplo de un cambio de paradigma que encuentra vías muy rápidas de expresión. El anuncio del certamen donostiarra despertó suspicacias entre exhibidores como Iñaki Elorza, director de la unidad de cine de Cines SADE y secretario de Asociación de Salas de Cine de Euskadi, que mostró su rechazo a la sala virtual en redes. Este periódico se ha puesto en contacto con Elorza, que ha declinado hacer declaraciones. De igual manera FECE (Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España), ha preferido no opinar sobre el tema.
Por contra, un festival como Sitges, que el año pasado ofreció una sala virtual con parte de su programación, este año vuelve a apostar por la presencialidad como su modelo natural. “Un festival enorme con una base de espectadores muy potente y que perdía parte de su esencia, sin duda, con el salto a la pantalla virtual”, opina Paula Arantzazu Ruiz.
El debate está a flor de piel en la industria y no está resuelto. Y apela directamente a la razón de ser de cualquier festival. “El ADN de un festival lo forman sus películas”, opina Carlos R. Ríos, “pero también muchas otras cosas: las salas, los espacios de encuentro, el intercambio entre los creadores y el público, esa sensación de comunidad que se genera… Todo eso debe volver y por eso los festivales tienen que trabajar mano a mano con las salas y defenderlas como espacio natural para ver cine”. Y añade que “esto no significa que los festivales investiguen esas otras pantallas virtuales para tener, además de una presencialidad, cierta potencialidad más allá de su territorio”.
“Claro que un festival de cine es algo más que ver películas: además de cultural, es un acto social y económico”, opina Ruiz. “Por eso mismo no creo que el modelo se abisme hacia una crisis. Evidentemente se enfrenta a cambios, pero estas transformaciones no van a herir de muerte a una de las principales infraestructuras de la industria del cine”.
Antes de la pandemia, en los Cinemes Girona que gestiona Toni Espinosa se celebraban una media de 22 muestras y festivales de cine al año. Muchos de ellos ya trabajan con las salas buscando fechas para volver a programar. “Creo que la gente que hace festivales, en general, sabe que hay que hacerlos en el cine, que es donde hay que vivirlos y estar en contacto con el público”, defiende el responsable de estas salas catalanas.
“El futuro dependerá de los festivales y los distribuidores, de cuán valientes sean unos y otros para entender que el mundo ha cambiado, para abrazar ese cambio de modelo, sin menospreciar lo que teníamos antes”, describe Jaume Ripoll. “Dicho esto, creo que la parte presencial de los festivales es imprescindible por muchas razones. Ojalá la situación sanitaria nos permita celebrarlos siempre”.