Uno de los mejores guionistas del mundo es tartamudo. De pequeño no le gustaba hablar por sus balbuceos y porque creía que no tenía nada que ofrecer en las conversaciones. Con nueve años sus padres le llevaron a ver ¿Quién teme a Virginia Wolf? y el pequeño Aaron Sorkin, que no entendió demasiado de la obra, se sintió fascinado por el sonido del diálogo. Se obsesionó con aquello y quiso imitarlo. Comenzó a escribir. Pronto se dio cuenta de que ahí tenía un nivel suficientemente alto como para abrirse al mundo y contar cosas. Hoy Sorkin es el autor de algunos de los guiones más sofisticados y desafiantes del siglo XXI, títulos como La Red Social o Monyball son suyos. Aunque de momento sea la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca su obra magna.
Sorkin ha estado dos años, de 2012 a 2014, con los guiones de The Newsroom, le gustan las series porque dice que le obligan a escribir. Porque cuando tiene todo el tiempo del mundo, le cuesta. Él siempre busca la perfección. Y ahora se estrena su última película, una biografía (otra) sobre el fundador de Apple, Steve Jobs. La dirige Dany Boyle, el tipo de Trainspotting o Slumdog Millionaire y la protagoniza Michael Fassbender, el actor de Shame o Prometheus. Sin embargo, la estrella no es ni el director ni ningún miembro del reparto, esta vez la estrella es el guionista. Pero con Steve Jobs Aaron Sorkin tiene un gran hándicap. ¿Cuánto material post mortem del padre del iPhone puede soportar el público? Ninguno más. O eso podemos traducir de la penosa taquilla que ha hecho la película en EE.UU. 17 millones, poco más que el otro biopic rodado deprisa y corriendo en el que Ashton Kutcher asumía el papel del genio.
Hay un documental de entrevistas, The Lost Interview y otro fascinante retrato documental titulado The Man in the Machine. Ahora llega esta película, Steve Jobs, que además está basada en na biografía de Walter Isaacson. Y si nos ponemos con los libros que se han sacado sobre Jobs no acabamos nunca. Nadie va a ver Steve Jobs para saber más sobre la vida de Steve Jobs. Pero escribe Sorkins y ese es motivo suficiente para entrar al cine y dejarse hipnotizar por su minuciosidad en los diálogos y su implacable narrativa.
Bajo la influencia de Shakespeare y William Goldman
Todo el mundo sabe quién es Shakespeare pero con William Goldman puede haber dudas. Goldman es el guionista de Todos los hombres del presidente o La princesa prometida, y es uno de los mayores referentes de Sorkin. Ambos escritores están presentes en Steve Jobs a través del estilo de Sorkin.
La película pretende hacer un retrato realista, incómodo y en definitiva emocionante sobre Jobs. La manera que Sorkin ha elegido para hacerlo ha sido dividir la película en tres actos que se corresponden con los minutos anteriores al lanzamiento en público de tres productos creados por Jobs: Macintosh, Next e iMac. Cada acto comienza en lo más alto utilizando ese rasgo shakesperiano llamado ‘in media res’ del que Aaron Sorkin ya hizo gala en El Ala Oeste de la casa blanca. El ‘in media res’, significa que los personajes ya están en marcha cuando todo comienza y Sorkin revitalizó este concepto narrativo propio del teatro isabelino para inventar otra figura narrativa: el ‘walk and talk’; esto es, los personajes recitan diálogos vertiginosos mientras recorren los pasillos, entran a las habitaciones, paran, se sientan, se levantan, cruzan una puerta…
Los tres actos de Steve Jobs tienen una fuerte carga dramática. En el primero la audiencia de un auditorio está expectante ante el nuevo invento de Apple (de Jobs), el Macquintosh. Sin embargo un espectador medianamente informado sabrá que este ordenador compatible con nada fue un auténtico fracaso. La tragedia o su inminente llegada es una constante en la película. Sorkin analiza la tiranía y la audacia de este personaje al que va colocando en diferentes escenarios pero siempre detrás del telón. Sus duelos dialécticos con Woz, el cofundador de Apple, desnudan la personalidad feroz y arrogante de Steve. Woz es el único que es capaza de decirle las verdades. Verdades que se transforman en incisivos ataques y contrataques en las manos de Sorkin.
Sin embargo, los tres clímax de esta película quedan reservados para los encuentros que mantienen Steve Jobs y John Scully, el ex directivo de Pepsi que el propio Jobs fichó para su empresa. Fassbender y un también magnífico Jeff Daniels recitan los diálogos escritos por Sorkin con fiereza. Se dicen muchas cosas y muy rápido y el espectador no siempre llega a captarlo todo. De la misma forma que William Goldman en Todos los hombres de presidente consigue que el espectador, a pesar de perderse en el entramado político, no quiera otra cosa que escuchar una y otra vez las llamadas de ese infatigable Robert Redford. En Steve Jobs el guionista vuelve a hacer música, como lo hizo en este brillante monólogo de Will McAvoy en The Newsroom (Minuto 6:30), donde hace un uso reiterativo del nosotros para darle un impacto casi melódico al texto.
Aquí nadie ordena el código rojo
Puede que a Steve Jobs le falte una escena a la altura del portentoso final de Algunos hombres buenos, cuando Tom Cruise arrincona a Jack Nicholson y a través de su dialéctica le hace caer en su propia trampa para confesar de una vez qué él sí ordenó el código rojo. Sin embargo, Steve Jobs no necesita un secuencia así, el guionista lo suple con un par de momentos de inmensa sensibilidad entre Jobs y su hija Lisa, a la que tardó años en reconocer como suya. Sorkin ya hizo el ejercicio de meterse en la piel de un antipático Mark Zuckerberg y no le ha costado hacer una segunda vuelta con Steve Jobs, primero le destroza pero nunca se aleja demasiado de la idea de que, a pesar de todo, el genio era un ser humano.
El guionista ha conseguido el retrato más profundo de todos los realizados hasta ahora. En la película hay fragmentos que son pura ficción, pero son necesarios para poder apoyar las claves de su escritura, los monólogos extenuantes y llenos de datos que casi ninguna persona real podría manejar, el sentido del humor que marcan muchos de los diálogos y que en la película son la base de la fascinante relación de Jobs y su jefa de márketing Johanna Hoffman (Kate Winslet) y también las imágenes que es capaz de crear a través de su prosa en los momentos más altos del drama. Dany Boyle ha hecho un gran trabajo plasmando el libreto, pero sin duda Steve Jobs es la obra de autor de Sorkin y quizá la mejor de sus películas. Y la próxima probablemente sea todavía mejor, sencillamente porque cuánto más escribe, mejor escribe.