Los testimonios que revelan cómo el franquismo construyó el mito de las 'solteronas amargadas’
La palabra solterona está llena de connotaciones. Todas negativas. Cuando alguien se refiere a una mujer como una solterona no solo quiere indicar que no ha contraído matrimonio, sino que además lo afirma de manera despectiva. La sociedad empuja a vivir en pareja, a formar una familia, a firmar un papel y cumplir con todos los clichés enseñados. La que no lo hace es señalada con ese adjetivo injusto. A las niñas se les asusta, se les dice que si no hacen lo que deben hacer, se quedarán “para vestir santos”, serán “unas solteronas”. En todas las familias hay algún ejemplo. “¿No querrás ser como tu tía Pili?”, y la imagen de esa mujer sola en su casa aparece como un fantasma dispuesto a aterrorizar a las niñas de todas las generaciones. Una amenaza que no se utiliza con los niños.
Carmen Martín Gaite estudió mucho a las solteronas, y manifestó que se las margina y se las caricaturiza, pero que nunca se las escucha para que cuenten su vida, que digan por qué no quisieron pasar por el aro del matrimonio. Las solteronas desafiaron las normas del patriarcado y las católicas, marcadas por la dictadura, que adoctrinaba a las mujeres desde pequeñas para que fueran buenas esposas y buenas madres.
Esto es precisamente lo que hace el director Manuel Jiménez en Solteronas, un documental que escucha numerosos testimonios de mujeres que no se han casado y que se ha presentado en el Festival de Málaga. Aquí sí las oímos contar su experiencia, el porqué de su decisión. En realidad son mujeres empoderadas, que desafiaron a su familia y a la sociedad. Sufrieron insultos, señalamiento y prejuicios. Ellas afirman que quedarse solteras es una decisión íntima y política. “Yo quería salir de mi pueblo, porque las mujeres allí estaban abocadas a hacerse el ajuar y casarse. Mi madre siempre se preocupó de que mis hermanas y yo fuéramos autónomas, que tuviéramos una forma de ganarnos la vida porque eso nos haría libres. Nos obligó a estudiar. Nos decía: tened vuestro dinero y no tendréis que aguantar a nadie”, dice una de las 26 mujeres que han participado en el documental.
No se ve su rostro. Ni se dicen sus nombres. Aunque están ahí para reivindicar su historia, tienen pudor. Les da vergüenza hablar. Creen que sus declaraciones no son importantes, cuando realmente derriban muros. “Todas las entrevistas empezaban igual, ellas decían que no tenían nada que contar, que su vida no era especial”, cuenta Manuel Jiménez, que confiesa que la mayoría no querían aparecer en cámara. “Muchas decían, ‘yo soy soltera, pero no solterona’, porque la palabra tiene esa carga, eso sigue estando ahí”, añade. Por eso su filme aboga por reapropiarse de la palabra. Darle la vuelta al lenguaje y que ese término ya no signifique algo negativo.
“Lo que queríamos hacer, salvando las distancias, es lo que ha hecho el colectivo LGTB con el término ‘maricón'. Es la manera de desactivarlo de alguna manera, porque tomas conciencia. Una de las primeras cosas que yo hice fue buscar en la RAE qué ponía que significaba solterona, y dice 'mujer entrada en años que no se ha casado', pero no dice nada más. En esa definición no hay nada malo, no hay un insulto. Lo malo estaba en la sociedad, en la visión que daba la sociedad”, opina el director.
En Solteronas, los testimonios de estas mujeres, procedentes de muchas clases sociales y distintas zonas geográficas de España, se mezclan con anuncios publicitarios donde se estigmatiza a las solteras, donde se las anima a buscar pareja. Programas de radio, películas… La ficción como perpetuadora del prejuicio.
La película se abre con un fragmento de la serie Arde Madrid, de Paco León y Anna Costa, ambientada durante el franquismo. En la escena se ve a Inma Cuesta defender su decisión de no casarse: “No quiero que mi vida consista en tener que cumplir con la obligación de un hombre. Ni desperdiciar mi vida y mi tiempo pensando en dónde estarás ni con quién. Ni aguantar su mal humor ni su silencio. No quiero que un hombre me diga esto sí o esto no, o estar agradecida porque no me pega, no quiero nada de eso. No quiero vivir a la sombra de otra vida”. Para Jiménez esa “carga negativa que no se sabe de dónde viene lo hace de las películas que hemos visto, una pedagogía invisible que estaba en las coplas, en los libros, en el teatro, en la publicidad…”.
Aunque esto no lo inventaron en el franquismo, sí que recuperaron esa noción de madre y esposa, y querían que la función social de la mujer fuera esa
Todas ellas tienen en común que vivieron esos prejuicios en dos momentos muy diferentes de España, en la dictadura y en la democracia. El director lo tuvo claro, porque aunque ese tópico negativo es universal y no solo propiedad de España, sí que había algo que hacía que aquí sea más profundo, y es que durante 40 años se educó a las mujeres para estar detrás del hombre y servirle. “La más joven tiene 58 años y la más mayor tiene 93, y aunque esto no lo inventaron en el franquismo, sí que fue entonces cuando recuperaron esa idea de madre y esposa, y querían que la función social de la mujer fuera ser madre y esposa; y la que no lo hacía estaba fuera de la sociedad”.
De 1944 es el testimonio que el documental muestra. Una consulta al doctor Luis Fernández en una revista en la que un lector preguntaba por la “conveniencia o no de dar a las jóvenes estudios profesionales”. “El mayor disgusto para mí sería ver a mi hija como una solterona seca por fuera y por dentro, amargada y haciéndose la vida imposible y amargándosela a todos los que trate como si fuera una ortiga”. La respuesta del doctor empieza hablando de “las pobres solteras” para defender que las solteronas suelen ser fruto de una torcida educación y una depravación de la identidad“. Mujeres que ”si hubieran sido educadas poniendo los valores de la mujer, como la abnegación, la paciencia, el afecto, la ternura o los sentimientos maternales“, hubieran optado por el matrimonio.
Aunque optimista por cómo el feminismo está cambiando la percepción sobre las mujeres, una experiencia hizo que Manuel Jiménez se diera cuenta de cuánto queda por hacer. Acudió a clase de Literatura y Mujer que imparte Amparo Quiles en la Universidad de Málaga. Quiles ha estudiado la representación de la mujer soltera en la literatura y las artes escénicas en el siglo XIX, y en su clase hay 52 alumnas y un solo alumno. Les habló sobre las solteronas, y la sorpresa fue que “la opinión mayoritaria era que se seguía viviendo esa realidad, que en cada celebración, cada boda y cada Nochebuena, a la que no tenía novio se le decía que se le iba a pasar el arroz, o que cuándo iba a darles una alegría, así que ese prejuicio sigue existiendo”. “Nos parece que no, pero el estigma se mantiene, y si ves las series actuales, el papel de las solteronas sigue siendo el mismo, ese personaje oscuro, que tiene algo de maldad”. Las 26 mujeres de su documental demuestran que las solteronas fueron, realmente, unas pioneras en salirse del molde marcado por el franquismo y deberían ser un ejemplo en vez de un insulto.
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