Han pasado 36 años desde que toda una generación de adolescentes cayeran rendidos ante Top Gun: ídolos del aire, la película que encumbró a Tom Cruise a la fama. Sin embargo, en la película de Tony Scott, quien realmente robaba cada plano y expulsaba carisma por todos sus poros era aquel secundario chuleta y provocador que se hacía llamar Iceman. Un tupé imposible, unos labios prominentes y ese toque de joven conflictivo fueron más que suficientes para que Val Kilmer se convirtiera en una estrella.
Sin embargo, para Val Kilmer, Hollywood no era como lo había soñado siendo un niño cuando rodaba películas caseras con sus hermanos. Su relación con la industria es compleja, la de un actor capaz de interpretar algunos de los personajes más emblemáticos del cine comercial reciente (Batman o El santo) y ser conocido como uno de los 'enfants terribles' del cine, pero que ocultaba en su chulería una fragilidad que no mostraban las estrellas masculinas del momento. La carrera de Kilmer sufrió el mismo destino que aquellos jóvenes rebeldes con los que siempre se le relacionaba, auge y caída de un actor que pudo comerse el mundo y acabó condenado a subproductos de segunda y firmar autógrafos para satisfacer a los fans que todavía le recordaban. Desde hace unos años, además, Kilmer se encuentra sin voz debido a las consecuencias de un cáncer de garganta.
Detrás de esa imagen de tipo duro y provocador, hay una persona sensible y desconocida. Una persona que, además, grabó en cientos y cientos de horas toda su vida. Val Kilmer grabó un making of de su carrera y sus momentos personales que se mantenía guardado en cajas en un almacén hasta que los directores Leo Scott y Ting Poo se enteraron. Al verlo, decidieron utilizarlo para realizar Val, un conmovedor trabajo donde se sigue todo el trayecto vital del personaje y que llega este viernes a Filmin. La película comienza a lo grande, con imágenes grabadas detrás de las cámaras de Top Gun. Allí, durante el rodaje, Kilmer comienza su leyenda de chico malo con una frase mientras mira desafiante a la cámara: “Más vino, más sexo, más drogas… y menos Tom Cruise”. Hay documentos impagables, como el backstage de su obra de Broadway donde, siendo un chaval, compartió escena con dos imberbes Sean Penn y Kevin Bacon en Slab Boys.
Un retrato sentimental que cuenta con la aprobación del propio actor, que aparece en su duro momento actual, y de los hijos del mismo, Mercedes y Jack, que también son coproductores del filme. De hecho, Jack es quien pone la voz a su padre, que ahora mismo no puede hablar. Una decisión emotiva para lograr que el propio Kilmer actúe como narrador de su historia pero recordándonos que aunque no sea su voz real la que se escuche, sí son sus palabras y sus recuerdos.
Fue Kilmer quien le descubrió a Leo Scott semejante tesoro. Habían trabajado juntos hace diez años en un proyecto sobre Mark Twain y el actor le llamó para preguntarle si le podía ayudar “con su archivo de cintas de vídeo”. “Le estresaba que aquellas copias estuvieran almacenadas y pudieran deteriorarse, pudrirse o quedarse obsoletas. Durante nueve meses estuve digitalizándolas en mi garaje con un asistente, y fue cuando vi el material cuando pensé que era increíble que algo así existiera”, cuenta el director que nunca imaginó lo que encontraría en aquellas grabaciones.
Los realizadores estiman que hay alrededor de 800 horas grabadas por el propio Val Kilmer. Desde sus primeras interpretaciones con sus hermanos creando películas caseras, hasta momentos detrás de las cámaras con leyendas como Marlon Brando en La isla del doctor Moreau. Por si fuera poco material, ambos buscaron más y rodaron metraje nuevo. Unas 200 horas de grabaciones extra que hicieron que el proceso de montaje fuera muy complejo debido a la cantidad ingente de imágenes que tenían.
“Tardamos mucho en encontrar un primer corte de la película. Teníamos muy claro el tono y que sería en primera persona. Teníamos hasta un borrador de lo que queríamos, pero todo eso cambió drásticamente durante la realización de la película. La película se estructura en torno a escenas de su pasado que se narran cronológicamente intercaladas con otras que pertenecen a momentos reales de Val en el presente. Con tanto metraje y tantas posibilidades fue importante no sentirnos abrumados. Comenzamos construyendo bloques de escenas, luego las juntamos y después encontramos formas interesantes de intercalar pasado y presente”, recuerdan sobre el proceso de creación.
Las escenas de archivo de Val confirman ese encanto arrollador del actor. Para los directores, su magia consiste en que “nunca deja de sorprenderte, y eso se nota en la vida cotidiana y en sus actuaciones”. “Es una persona extraordinariamente divertida pero todo tiene esta sabiduría y espiritualidad, además es una persona que escucha”, dicen de un actor del que no les interesaba el lado oscuro, la caída a los infiernos, sino mostrar “su lado humano”. “Aunque la gente piensa en Val como una estrella de Hollywood, él es y siempre ha sido un artista con una gran fuerza creativa y expresiva. A lo largo de su vida, en tiempos difíciles, Val ha encontrado una manera de usar el arte y la creatividad como una forma de sanar”, comentan.
El actor no prohibió ninguna faceta de su vida. Les dio la llave del almacén con todos los archivos y ellos decidieron. No hubo censura ni autocensura, pero eligieron “contar una historia sobre su vida”, por lo que intentaron encontrar un equilibrio entre “los momentos difíciles de su vida, así como también los alegres”. Así consiguen un retrato personal e inesperado de un actor con “un carácter fuerte que se guía por su propia brújula”. Para ellos, la mezcla que tenía Val Kilmer es única, porque pocas veces se encuentra “un actor formado en Shakespeare, pero que tiene algo de punk y de rock dentro de él”. O como el propio Val Kilmer se define a sí mismo: “Una persona inteligente y sensible con alma de payaso”.