La portada de mañana
Acceder
365 días de horror en Gaza: “Mucha gente prefiere morir. Los que mueren descansan”
La financiación de las campañas de Vox y Alvise, bajo sospecha
OPINIÓN | Dale, Elon, por Antón Losada

El dibujante Craig Thompson investiga la geopolítica del ginseng: “La gente no quiere saber que lo recolectan niños en EEUU”

Craig Thompson (Michigan, 1975) es uno de los dibujantes más importantes de su generación. Conocido mundialmente por el éxito de Blankets (2004), Thompson ha sido un autor poco prolífico, tendente a embarcarse en proyectos ambiciosos que le ocupan durante años. Tras Habibi (2011), un relato orientalizante de amor y fe, ha tenido que pasar más de una década para volver a leer un cómic suyo dirigido al público adulto.

Raíces de ginseng (Astiberri, con traducción de Óscar Palmer), es un libro a medio camino entre el periodismo y la autobiografía, en el que el autor viaja a su Wisconsin natal y a China para explorar el cultivo del apreciado y costoso ginseng, las relaciones entre Estados Unidos y China y su propia infancia, en la que pasó veranos enteros trabajando en los campos de ginseng con su familia.

Durante su visita a España, Craig Thompson ha conversado con elDiario.es, y explica así el origen de este proyecto: “Yo quería escribir sobre plantas, debido al momento que vivimos de crisis climática. Pero no sabía cómo enfocarlo, porque no soy botánico”. “El ginseng me parece una planta fascinante, especialmente en lo que respecta a toda la historia del comercio entre Estados Unidos y China”, añade, evocando el trabajo de su infancia. Thompson explica cómo se le ocurrió introducir un enfoque autobiográfico: “Cuando le decía a la gente de qué iba a tratar el libro, podía ver que los aburría. Así, cuanto más profundizaba, más enfatizaba la parte personal”. El resultado final intenta mantener el equilibrio entre su documentada investigación sobre el cultivo del ginseng y la memoria, “una especie de secuela de Blankets”, reconoce.

Las casi 450 páginas de Raíces de ginseng transitan por la historia de China, Laos y Estados Unidos, por las complejidades técnicas del cultivo de esta raíz a la que se le atribuyen grandes cualidades terapéuticas, y por la propia infancia del autor, que creció junto a su hermana y hermano en una familia autoritaria, cuyos padres son cristianos renacidos. Combinar todo eso no le resulto excesivamente complicado. “Más bien fue un proceso intuitivo. Cuando la narración se volvía más densa, con demasiada información, giraba a lo personal y a lo emocional. Y al contrario: cuando notaba que estaba centrándome demasiado en mí, volvía a la investigación”, explica.

Thompson tiene como gran referente en este libro al maltés Joe Sacco, del que es gran amigo. “Ambos residimos en Portland durante un tiempo”, explica el dibujante, que se deshace en elogios hacia Sacco: “Creo que es el dibujante de cómics más importante de Norteamérica, y el creador del cómic periodístico; antes de él había algunas cosas, pero Sacco le dio una forma única y poderosa”. Para Thompson, no se trataba tanto de querer hacer un libro similar a los de Sacco, como de seguir su metodología: “Quería sumergirme en la investigación, salir del aislamiento de la mesa de dibujo y hablar con gente de todo el mundo. La verdad es que me encantó investigar sobre el ginseng y entrevistar a tanta gente. Aprendí mucho”.

El aspecto humano

Durante toda la lectura de Raíces de ginseng queda patente que Craig Thompson intenta mantener un punto de vista neutral. A pesar de tener sus propias ideas, deja hablar a sus entrevistados y rara vez emite juicios de valor directos sobre lo que le cuentan. “Habría sido fácil decir lo que yo pensaba, pero he intentado no imponer al lector mi agenda”, explica.

Esto se aplica especialmente a todos los asuntos de política internacional que se tratan en el cómic, cuando se aborda el comercio del ginseng entre Estados Unidos y China. “Yo no soy un especialista en esto: solo estoy intentando humanizar esos lugares. En Estados Unidos, los medios de comunicación siempre dan una mala imagen de China —señala el autor—. Se centran más en los asuntos políticos que en la gente que vive allí, pero yo prefería adoptar una escala humana, más pequeña”. Por supuesto, la agitación política de los últimos años en su propio país ha jugado un papel importante en la realización de la obra. “Mi estado, Wisconsin, jugó un papel principal en la elección de Trump en 2016”, recuerda el autor de Adiós, Chunky Rice (1999).

Hay una cuestión en este nuevo libro que resulta inevitablemente controvertida: aunque Thompson recuerde con cariño los veranos trabajando en el ginseng, tanto él como su hermano no dejaban de ser dos niños pequeños llevando a cabo duras tareas de campo durante largas jornadas bajo el sol. “En Estados Unidos, el trabajo infantil era habitual hasta los años 40 —explica el historietista—, y los niños trabajaban en las fábricas durante muchas horas, en condiciones muy peligrosas”. El trabajo infantil se prohibió, pero se estableció una excepción: “La agricultura familiar. La gente que tenía granjas esperaba que sus hijos contribuyeran a la economía doméstica”, señala Thompson.

La enfermedad crónica en las manos

Pero el autor es muy consciente de que la situación actual es diferente a la que él vivió durante los años 80. “Ahora no tenemos granjas familiares, sino grandes corporaciones. Y no vas a encontrar niños blancos, como yo lo era, trabajando en la agricultura. Pero sí encontrarás a los hijos de los inmigrantes trabajando los campos estadounidenses”. Aunque en Raíces de ginseng se esfuerza por no explicitar su opinión, en la entrevista resulta más crítico: “La gente mira hacia otro lado, porque no quiere saber que los productos que compra en el supermercado han sido recolectados por niños, en los Estados Unidos. No hablemos ya de lo que sucede fuera, en países donde hay menos regulaciones”. Tal y como cuenta en su obra, cuando eran niños él y su hermano —quien también participa en ella, con algunos dibujos— podían quedarse con parte del dinero que ganaban, que invertían en comprar juguetes, chucherías y, sobre todo, tebeos. “Pero la mayoría de los niños que trabajan hoy en Estados Unidos no tienen opción, lo hacen para ayudar a sus familias. Es supervivencia, no diversión”, reconoce.

En Raíces de ginseng, Craig Thompson también cuenta los problemas que supuso una enfermedad crónica que afecta a sus manos. “Fue el mayor reto que afronté”, admite. “Era reluctante a incluirlo en el libro, porque me daba miedo parecer demasiado quejica. Pero luego me di cuenta de que todo el mundo tiene sus propios problemas de salud en un momento u otro: es una experiencia humana de vulnerabilidad totalmente comprensible”, explica el autor.

Cuando le preguntamos a Thompson por el estado de sus manos hoy, reconoce que el problema todavía persiste: “Ha ido a peor en los últimos años, se dispara con el estrés. Seguramente está influido por los productos químicos a los que me vi expuesto cuando era pequeño, en los cultivos de ginseng. Es difícil de decir, es como cuando alguien es diagnosticado con un cáncer. ¿De dónde viene el cáncer? Hay muchos factores, algunos genéticos, otros ambientales”.

El autor sigue dibujando a pesar de los dolores, mientras trabaja para entender que no puede curarse, “pero sí detener su progresión”, asegura, para lo cual ha probado diferentes terapias, tal y como se observa en su reciente cómic.

La primera novela gráfica extensa

La importancia de Blankets es difícil de igualar. En España, fue uno de los primeros cómics de tanta extensión (600 páginas) que se publicó directamente como un solo libro en lugar de como una serie de volúmenes más pequeños. Fue una apuesta arriesgada de la editorial, Astiberri, que salió muy bien: Blankets es un longseller, que ha alcanzado ya siete ediciones.

“En Estados Unidos sucedió lo mismo: antes de Blankets no se habían publicado libros de cómic tan largos”, recuerda Thompson. “Las novelas gráficas solían serializarse, como sucedió con Maus de Art Spiegelman, Jimmy Corrigan de Chris Ware o Agujero negro de Charles Burns. Nadie había visto una novela gráfica como esta, sin serialización previa. Tuve mucha suerte, fue el momento idóneo”.

La sombra de su primer gran éxito editorial está muy presente en Raíces de ginseng, no solo por volver a tratar con su pasado familiar, sino también porque se incluyen varias citas visuales a aquella obra que le hizo arrasar en los principales premios de la industria del cómic estadounidense en 2004: los Eisner, los Harvey y los Ignatz. “Hoy envidio la inocencia de Blankets”, reconoce Thompson. “Yo tenía 23 años, no existía la industria de la novela gráfica aún. Para mí fue una obra de amor, no lo hice por dinero. Trabajaba de ilustrador y luego, en mi tiempo libre, trabajaba en Blankets, para mí mismo. No pensaba en que nadie pudiera leerlo”, desarrolla.

Hoy las cosas han cambiado mucho, tanto para el mercado como para él mismo. “En Blankets hay una falta de autoconsciencia que hoy he perdido, porque ahora hay una industria, tengo lectores, y existen unas expectativas hacia mi trabajo. ¡Incluso hay una crítica académica de novelas gráficas! Es algo con lo que entonces ninguno de nosotros podía soñar. Echo de menos esa inocencia. También tener 20 años [risas]”.