“¿Como decorarías un armario si tuvieras que vivir dentro?”, se pregunta el protagonista de La importancia de ser rosa casi en las últimas páginas de su historia. Lejos de ser un spoiler, la cuestión resulta clave para entender qué es lo que hace especial este viaje a la mente del compositor del grupo musical Manos de Topo, Miguel Ángel Blanca, que ilustra Núria Inés, también conocida como Tinta Fina.
Él dice llevar toda su vida intentado ser otra persona. Intentó ser cantante, triunfar como guionista, como documentalista y como cineasta experimental. Sigue en ello. Ella es docente, ilustradora y colaboradora habitual en nativa.cat y en la compañía de teatro Kaddish.
Juntos plantean una pregunta cuya respuesta es única en cada interlocutor, invita a una reflexión pretendidamente vacua, a decir una boutade, forzar los límites de lo que tenemos por costumbre imaginar, que viene ser poco o nada. Solo nos atrevemos imaginar el futuro y eso es tener poca imaginación.
Por suerte, unas pocas veces al año nos encontramos con ese tipo de lectura que nos empuja a ir un paso más allá. Editorial Barrett ha publicado, sin armar mucho revuelo, un viaje introspectivo que resulta ser una de las novelas gráficas españolas más estimulantes del año. Y todo por culpa de un color: el rosa. Y de dos artistas que lo visten y lo llevan dentro.
Surrealismo entre el magenta y el fucsia
La importancia de ser rosa nació hace dos años, cuando Tinta Fina conoció a Miguel Ángel Blanca en una sesión de L’eix del mal, asociación 'discófila' que se daba citaba una vez al mes en un local de Barcelona para pinchar discos y hablar de la música que les gustaba. “Hice como una crónica gráfica del encuentro. Miguel la vio y pensó que podría ilustrar un guion que había escrito. Y me encontré con La importancia de ser rosa. Tengo que decir que me pareció súper interesante y bizarro a la vez”, cuenta ella.
Él, en cambio, sugiere que el origen de esta novela, como de tantas de sus creaciones, “empieza con imágenes extrañas en mi cabeza, cosas de pervertido que intento disimular”. Miguel Ángel Blanca defiende que, “tanto en las canciones como en las películas que he hecho, la cosa funciona de esa forma. Esa imagen te está susurrando. Y tiras del hilo. Sigues escribiendo y cuando tienes todo el material sobre la mesa puedes hacer el puzzle. Vale, todo aquello iba de esto. No estás enfermo”, describe el autor su proceso creativo.
Ambos talentos cuajaron de forma inesperada en la historia de un joven retraído que vive atrapado entre un suegro con cara de gallina que habla solamente citando a Chomsky y una novia que pone huevos y hace tortillas con ellos, genial reformulación de aquella cita de Dalí que decía que el canibalismo era una de las manifestaciones más evidentes de la ternura. Protagonista sin nombre cuya único atisbo de felicidad surge cuando observa, e incluso acosa, a una joven desconocida en un autobús.
Entre la comedia absurda y el terror intimista, esta obra abraza el surrealismo más bretoniano sin contemplaciones. “La cosa partía de esos personajes que había en el universo de Manos de Topo y que Nuria conocía; canciones como No un francés cualquiera o Tragedia en el servicio de señoras podrían sonar durante la lectura”, explica Miguel Ángel, guitarra y voz del grupo catalán que en 2016 dijo adiós a diez años de carrera tras cuatro discos y centenares de conciertos.
“Cuando empezamos con todo esto, Nuria y yo hablamos mucho de Jodorowsky, de Fernando Arrabal, de Lynch, de art brut y de las tradiciones extrañas de los pueblos profundos que parecen de otro planeta”, enumera Miguel Ángel. “Finalmente, llegamos a la conclusión de que el cómic iba de eso, de abrir cajas mágicas que están llenas de cosas sexis que nos dan miedo, de pesadillas que todos queremos que nos ocurran”.
Pesadillas como quedarse encerrado en un armario que, si lo pensamos mejor, podemos decorar como nos venga en gana.
Romper esquemas para encontrar el orden
A pesar de todo, descolocar al lector pero atraparlo en la lectura, no se consigue solo componiendo una historia tocada de genialidad. En lo formal, La importancia de ser rosa también encuentra un particular poder expresivo basado en la fuerza onírica de sus imágenes y el sano desprecio por la arquitectura lógica de la viñeta que da como resultado su impetuosa narración sin orden ni concierto, pero con un plan.
“Creo que lo que le gustó a Miguel Ángel de mis historietas es que no estuvieran marcadas por el viñeteado habitual, que la expresión y el trazo marcaran tanto la historia como ya lo hacen los diálogos”, explica Tinta Fina. “Cuando me escapo de la viñeta es porque no quiero que se lea el dibujo como algo secuenciado y de forma amable, quiero forzar al lector a que lo construya en su mente, como un sueño en el que al despertarse, tenga significados diversos”, explica la ilustradora de La importancia de ser rosa.
“Me gustan los autores con los que buscas relaciones entre sus composiciones y tu cabeza. Eso me da confianza porque no me idiotiza y me divierte porque te meten en su juego”, explica la artista catalana. Cita nombres como Sergio Toppi o Mike Mignola, pero también se siente influenciada por la el arte secuencial de algunos mangas.
La concepción de la página surge de ambos: “Recuerdo que había una secuencia que no nos cuadraba. Miguel fue a fotocopiarse unas páginas y empezó a jugar a remontarlas en plan collage y luego me uní para mover piezas. Me ayudó muchísimo a pesar de que significaba entintar otra vez todo”, describe.
Confiesa que nunca había vivido nada tan surrealista como el trabajar con Miguel Ángel Blanca: “Lo más cerca que había estado del surrealismo eran las pelis de Buñuel, Muchachada Nui, Amanece que no es poco y los libros de Pere Calders, que me flipan”, explica.
Busca el rosa que llevas dentro
David Lynch decía en aquella locura llamada Atrapa el Pez Dorado, que las ideas eran como peces. Si uno solo quiere pescar peces pequeños puede quedarse tranquilo en aguas poco profundas. Pero si lo que queremos es pescar un gran pez dorado, tenemos que adentrarnos en aguas más profundas. En el subconsciente donde las ideas, como los peces, son enormes y abstractos.
En este terreno La importancia de ser rosa juega su última carta gracias a reflexionar sobre conceptos abstractos con ideas muy reales. “Todos los temores y las ideas que desprende el protagonista son formas de hiperventilar mis propios miedos. Y tengo varios, así que todo resulta muy terrenal: la necesitad de que algo increíble ocurra, el opinar constantemente de todo, el tener que tomar partido para tener la sensación que existimos, tener la sensación que otros momentos de nuestra vida en realidad forman parte de otra realidad”, reflexiona Miguel Ángel Blanca.
“Me gusta hablar de cosas humanas y, por suerte, somos todos tan vulgares que la mejor forma de conectar es buscar en lugares comunes como punto de partida”, explica el autor. “La cotidianidad es lo único que tenemos para conectar con las otras personas. Lo increíble no le ocurre a nadie. Ese es mi material de trabajo”.
La importancia de ser rosa es, también, un tratado alucinado de la búsqueda de significado detrás de cada decisión. De lo que nos empuja a hacer eso y no aquello. Quién habla cuando escuchamos nuestro subconsciente.
“Ser rosa para nuestro personaje es mantenerse fiel a lo que realmente quiere ser. Lo que realmente anhela. Algo que el resto de la gente juzgado, muy sibilinamente, para intentar convencerte de que no es lo que quieres”, explica Tinta Fina.
“Recuerdo una vez, de niño, que me pedí un helado de fresa y todos se rieron de mi en el bar. Fue increíble, como la vergüenza primigenia. En el cómic el rosa se juega como eso que ocultas, ese algo que forma parte de ti pero te niegas a compartir con el mundo. Paradójicamente, es lo único que te hace especial. Eso es lo rosa.”, explica Blanca. “Todo es una contradicción. La vida moderna odia que seamos especiales, solo pretende lo clónico para poder intercambiarnos en cadenas de montaje. La pregunta siempre es la misma: ¿Cómo decorarías un armario si tuvieras que vivir dentro de él?”.