El 3 de julio de 2007, familiares y amigos de las víctimas del metro de Valencia bajaron en la parada de metro de Plaza de España e hicieron el recorrido que deberían haber hecho las personas que fallecieron en aquel trayecto un año antes. Homenaje silencioso que les llevó hasta la estación de Jesús, donde habían perdido la vida sus hijos, sus hermanas, sus padres, sus colegas, sus compañeras.
“Os queremos y no os olvidamos, como tampoco olvidamos que vuestra muerte fue consecuencia de un fallo de seguridad de la línea 1 del metro”, leía aquel día Rosa Garrote, actual presidenta de la Asociación Víctimas Metro 3 Julio, en un manifiesto en el que pedían a las autoridades valencianas que reconocieran que el accidente había sido evitable y que pusieran en marcha medidas para que sucediera un nuevo descarrilamiento. Que se hiciese algo para que nadie más tuviera que pasar por lo que pasaron ellos. Aquel día significó un punto y aparte de una lucha que no había hecho más que empezar, pero que aún no ha terminado.
En 2018 se cumplirán doce años desde aquel día y, sin embargo, hace unos meses la jueza de instrucción Nieves Molina decidió archivar de nuevo la causa que pretendía investigar el accidente y dirimir responsabilidades. A día de hoy los familiares siguen defendiendo que el responsable no fue únicamente el conductor del ferrocarril -que murió entonces-, y que no se ha esclarecido lo ocurrido. Por eso, la ilustradora Cristina Durán y el guionista Miguel A. Giner han unido fuerzas con la periodista Laura Ballester para crear El día 3: un cómic doloroso e impresionante para Astiberri que habla de justicia, implicación social, reivindicación y dignidad.
Viñetas contra una mentira programada
Todo empezó cuando Miguel Ángel Giner leyó Lluitant contra l’oblit, un libro escrito por la periodista del Levante-EMV Laura Ballester en el que narraba, pormenorizadamente el largo trayecto de las víctimas del metro de Valencia. Periodismo de investigación que dignificaba la lucha de los familiares a la vez que sacaba a relucir las irregularidades cometidas por las autoridades valencianas, y los resortes de una estrategia del silencio orquestada para disimular un terrible suceso ocurrido seis días antes de la visita del Papa a la capital del Turia.
“Los dos somos bastante activistas y tocamos siempre temas sociales”, explica Cristina Durán, quien ha dibujado El día 3. “Cuando ves que puedes hacer algo relacionado con tu trabajo, que puede servir para dar a conocer una realidad silenciada, siempre te motiva más. Con el texto de Laura, nos pusimos manos a la obra enseguida”, cuenta la ilustradora.
“El trabajo de Laura era muy bueno. De hecho, desde el principio quise que apareciera como coguionista porque hemos utilizado frases suyas que quise que estuvieran en la narrativa final”, explica Miguel Á. Giner, que se ha encargado de escribir el guion. “Traducirlo al lenguaje del cómic fue, sobre todo, un proceso de intentar respetar todo el trabajo periodístico de Laura y otros muchos periodistas, y darle una forma narrativa que pudiera vehicularlo todo. De ahí la invención de una familia ficticia que funcionase como hilo conductor”, explica.
El día 3 arranca con una joven estudiante llegando a su casa de la facultad. Al poco llega su padre y comen juntos, en una escena de cotidianidad absoluta. La radio local, que hasta el momento explicaba los preparativos para recibir al sumo pontífice Benedicto XVI, interrumpe su emisión para informar de un accidente entre las paradas de Jesús y Plaza España en el metro. “Tu madre iba en ese metro”, dice el padre. La historia de una familia rota, como una más de las centenares de familias a las que aquel 3 de julio cambió la vida.
“Hemos partido de lo que aprendimos en nuestro anterior cómic, Una posibilidad, en el que narrábamos la historia de una niña con parálisis cerebral que también es un tema bastante duro”, explica Cristina Durán. “Queríamos darle ese tono de documental, narrar las cosas como fueron siendo respetuosos con la voz que utiliza Laura para contarlo. Sin cargar las tintas en los momentos más duros”, cuenta la ilustradora valenciana. “Por eso hablamos mucho con Laura, y también con la asociación de víctimas. Hemos estado en contacto permanente con Rosa y Beatriz Garrote -la actual y la anterior presidenta de la asociación-. Hay muchas cosas que, antes de hacerlas, las consultábamos y consensuábamos con ellas. Era muy importante que las víctimas se sintieran identificadas con este libro, que lo hiciesen suyo”.
Miguel Á. Giner coincide en describir su obra como resultado de un trabajo conjunto de mucha gente. Cuenta que, además del libro de Laura, también se basaron en todo el trabajo que hicieron Barret cooperativa, creadores de la web de 0 responsables, y responsables del documental La estrategia del silencio. “Todo esto sitúa nuestro cómic como un elemento transmedia, una pieza más en una historia sobre la que diferentes artes dan su visión”, explica Giner.
“Somos personas comprometidas socialmente y utilizamos el cómic como una herramienta para el activismo. De hecho, es lo que nos apasiona y nos seduce a la hora de hacer historietas”, resume el guionista de El día 3, sobre por las razones que les empujaron a contar esta historia. “El cómic es un arte como otro cualquiera y muchos de los que tenemos un compromiso político estamos utilizando este arte como arma de sensibilización”.
Un arma que sigue de plena actualidad según Cristina Durán: “Cuando empezamos el libro se había conseguido la segunda comisión parlamentaria y se había reabierto el caso, que era una de las principales demandas de las víctimas. El objetivo final del libro, pues, era contar esta historia para demostrar que la protesta y el poder de la gente puede llegar a cambiar las cosas”, cuenta.
Sin embargo, “estábamos a mitad del libro cuando la jueza, el año pasado, decidió volver a cerrar la causa. Ahora las víctimas están esperando el resultado de un recurso. La realidad ha decidido que El día 3 no tenga un final, que vuelva a ser un libro reivindicativo”.
Una lucha en azul, gris y rojo
Para narrar esta lucha, Durán y Giner utilizan de forma extraordinaria los recursos del lenguaje del cómic. Juegan con la arquitectura de la página, el color y la metáfora visual y narrativa.
“Durante lo dura la escritura de un guion de estas características, te conviertes en una persona obsesiva. Intentas buscar todo constantemente las soluciones más adecuadas a tus propuestas narrativas”, cuenta Giner. Él se ocupó de dotar a la narración de un peso considerable de seriedad, arraigada poéticamente gracias a su utilización del color. “Cuando imaginaba la historia nunca la imaginaba con color debido a la gravedad de lo narrado. Tuvimos que eliminar la opción a todo color desde el principio”, cuenta. “Decidimos utilizar el bitono que habíamos experimentado ya en Una posibilidad. Después vino el detalle del rojo, que es el mismo recurso que recordarás de La lista de Schlinder : en un entorno apagado, de repente hay un elemento que destaca sobre el blanco y negro. El rojo hace que todo adquiera otro significado, así que busqué qué elementos de la narración debían aparecer con mayor fuerza narrativa”.
“A nivel del dibujo utilicé mi estilo de siempre. Lo que sí que ha sido un reto es averiguar lo que dibujaba y lo que no porque había escenas realmente duras”, explica, por su parte, Cristina Durán. “Ambos teníamos claro que no íbamos a ser sensacionalistas. No queríamos hacer nada explícito ni escabroso sobre todo por respecto a la víctimas”.
“Lo que sí que he hecho mucho es buscar ciertas metáforas visuales para encontrar otra forma de contar las cosas”, puntualiza. Metáforas como la ausencia de ilustraciones de los rostros de Francisco Camps, Juan Cotino o Rita Barberà, representados con caras informes llenas de tentáculos. “¿Qué por qué no les dibujamos la cara? Pues si te soy sincera la razón principal es porque pensábamos que no se lo merecían”, dice la ilustradora de El día 3. “Utilizando esa metáfora de los tentáculos lo que hacemos es reflejar la falta de humanidad. Hemos jugado con ese concepto abstracto y también con su peso en el plano dentro de la viñeta: si salen de espaldas, o su cuerpo está cortado por el cuello… Queríamos representar que tal vez hubo momentos en los que intentaron acercarse o comprender a las víctimas. Nadie es un villano al 100%. Pero otras veces tomaron decisiones totalmente inhumanas y eso tenía que quedar claro”, asegura.
Una línea de metro obsoleta, sistemas de seguridad que no funcionaban como deberían y un Gobierno que prefería correr un tupido velo hicieron que aquel 3 de julio no fuese otro día normal. Seis días después, Benedicto XVI estuvo en la parada de Jesús cinco minutos. Cuatro segundos por víctima. Casi doce años más tarde, siguen habiendo 43 muertos, 47 heridos y 0 responsables de un suceso evitable. Recordarlos es otra forma de evitar que vuelva a suceder.