Zerocalcare, el dibujante que alumbra la periferia de Roma: “La gente cubre el vacío de los servicios públicos”

Carmen López

29 de septiembre de 2022 22:46 h

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En 2002, Zerocalcare llevaba una cresta roja en la cabeza y acababa de empezar su primer año en la universidad. Cada día se subía en el metro para ir al campus desde Rebibbia, su barrio de las afueras de Roma y cada día se quedaba en el vagón al llegar a su destino. Así se pasaba cinco horas en el suburbano hasta que llegaba el momento de volver a casa. Incapaz de decirle a su madre que quería dejar la carrera, paseaba su angustia de mentiroso durante medio día rodeado de viajeros, incluido un chaval que tampoco cumplía sus obligaciones escolares. Ese personaje aparece en su vida para liberarle de su engaño, pero también para meterle en un lío que incluye un dedo cortado en la puerta de su casa. Esta es una sinopsis muy resumida de Esqueletos, el último libro del dibujante italiano que la editorial Reservoir Books acaba de publicar en España, traducido por Carlos Mayor.

Es el cuarto título de Michele Rech –verdadero nombre del autor, quien tomó su seudónimo de un producto antical– que se edita en España. Antes vinieron La profecía del armadillo (2016), Kobane calling (2017) y Olvida mi nombre (2019), todos de la mano del mismo sello y con el mismo traductor, pero su fama llegó al país con la serie Cortar por la línea de puntos, que se estrenó en Netflix en noviembre de 2021. Fue un éxito explosivo en Italia, donde ya era un ídolo para miles de lectores, y un trampolín a otros países. Los usuarios de Filmaffinity la encumbraron al segundo puesto de las mejores series de 2021, por encima de otras producciones como Mare of Easttown. Ahora está preparando un nuevo proyecto con la plataforma, que no será una segunda temporada sino “otra historia”. “Como ocurre con mis libros, no llega a ser una continuación”, añade.

Esqueletos se desarrolla en el escenario habitual de la mayoría de sus cómics: Rebibbia, el barrio donde creció y sigue viviendo. “Creo que en los dos últimos meses como mucho me he alejado 700 metros de allí”, dice a elDiario.es en la sede de su editorial en Barcelona. Está en la ciudad para participar en la mesa redonda Novela gráfica: narrando las periferias dentro del Festival de Literatura Italiana a Barcelona (FLIB) el viernes 29 y, de paso, hacer promoción del nuevo libro. Otra vez se trata de un cómic autobiográfico –aparecen sus amigos de toda la vida como Secco y Sarah y su madre, retratada como una oronda gallina parlante– pero con tintes de thriller.

Calcare explica que es un homenaje al género, del que es admirador. “He contado una historia que en un 75% es verídica, con lo cual tampoco me ha requerido un gran esfuerzo hacer el guión”, sostiene. Entre las verdades que aparecen en las páginas está la existencia de ese siniestro dedo cortado y muchas de las vivencias de los personajes. Ha tardado veinte años en plasmarlo en un libro porque “quería hablar de las relaciones que tenía a principios de los dos mil. Pero veía que los sucesos estaban demasiado cerca en el tiempo como para contarlos hasta que esos hechos hubieran prescrito o esas personas estuvieran más alejadas de mí”.

El autor tiene una habilidad especial para narrar con humor situaciones que en realidad tienen poco de divertidas. La vida en un barrio popular de la periferia de una gran ciudad –lo mismo da Roma que Barcelona o París– puede estar llena de dificultades que, en su caso, son las drogas, la violencia y la falta de oportunidades. Sin embargo, considera que esos puntos negativos “no dejan de ser como anticuerpos”. “En el lugar donde yo nací, como no hay servicios nacionales, la propia gente es la que acaba cubriendo estos vacíos”, dice. Y pone como ejemplo el centro social okupado de su barrio donde “hay un gimnasio a precios populares, se ofrecen clases extraescolares a los niños y durante la pandemia se organizó la distribución de alimentos”.

La asunción de la madurez

Aunque el grueso de los acontecimientos suceden en la primera juventud del protagonista, el cómic tiene saltos temporales que trasladan la acción a la actualidad. Así, el autor trata temas que le incumben a día de hoy, como el de la paternidad. La mayoría de sus amigos han procreado pero él continúa sin tener una familia propia, lo que le causa la inquietud del que siente que se queda atrás. “Durante mucho tiempo me sentí demasiado joven para tener un hijo y de la noche a la mañana me sentí demasiado viejo, como si ese proceso ya no fuese natural. Es difícil hacer algo autobiográfico sin tratar este tema”, dice. “Además es una manera de hablar de la distancia entre las expectativas que tienes cuando eres joven y la vida que acabas viviendo de mayor, que no deja de ser el tema central del libro.”

Ahí también entra el trabajo, que es en el único aspecto vital que siente que ha alcanzado su objetivo. Sin embargo, también cae en la trampa de “la clase creativa”, como la define en el cómic, que dedica la mayoría de las horas del día a trabajar. “Sí, lo que había sido siempre un placer o mi válvula de escape, con los años se ha convertido en mi esclavitud. Pero el 60% de las cosas que hago son para librarme del sentimiento de culpabilidad, con lo cual, trabajo el doble. Pero es una manera de hacer las paces conmigo mismo”.

Explica que esa culpabilidad es más bien un sentimiento del deber. “Siempre he vivido en un entorno político y de alguna manera, si querías que algún periódico publicara algo acerca de algo que era importante para ti, la única opción era que te detuviera la policía o te pegara. Ahora tengo otros medios para dirigirme a muchas más personas y no me parece adecuado no utilizar esa visibilidad para hablar de esos temas”. Asimismo, comenta que siempre ha vivido rodeado de gente “más culta, más inteligente o que ha estudiado más” que él. “Sin embargo, no llegan a final de mes o no acaban de tener un trabajo más o menos estable. A mí me ha ido bastante bien y me parece bastante injusto no aprovecharlo”.

Conciencia política

Aunque Esqueletos llega ahora a España, en Italia ya está presentando un libro posterior titulado No Sleep Till Shengal (Bao Publishing), un reportaje en viñetas del viaje que hizo a Irak para conocer la realidad de la comunidad Ezida de Shengal. Es un trasunto de continuación de Kobane Calling, en el que contó su travesía por Turquía, Irak y Siria para conocer el conflicto bélico del Kurdistán. “Durante todos estos años he seguido en contacto con la comunidad kurda y su causa y hace un año salió la necesidad de hablar de lo que estaba pasando en Shengal porque allí la población se ve amenazada por un lado por Irak y por otro por Turquía. Un poco lo que había pasado con Kobane”.

El miedo que pasa durante toda su visita al Kurdistán es uno de los aspectos más humorísticos del primer libro. En esta última ocasión, partió de Italia más tranquilo, con el pensamiento de que el turismo occidental era más habitual en esta zona y que el Isis había perdido un poco de influencia. Sin embargo, cuando llegó al terreno se dio cuenta de que estaba bastante equivocado. “De entrada, vi que había células dormidas del Isis que se iban activando, lo cual es un peligro. Es un país que está totalmente dividido, casi de una manera feudal y controlado por distintas fuerzas: el estado iraquí, las milicias chiítas, los filoturcos… no estaba preparado para ello y me resultaba bastante difícil de entender”.

Hace menos de una semana que la ultraderecha de Giorgia Meloni ganó las elecciones en Italia. Por supuesto, le han sacado el tema cada vez que ha aparecido en público, pero con su perfil de activista político de izquierdas es inevitable hablar de ello. “Por un lado no hay nada nuevo y por otro, sí. En Italia hay un bloque conservador que a lo largo de los años ha ido llegando al poder, primero con Berlusconi, luego con Salvini, ahora con Meloni, pero es el mismo”, afirma. “La diferencia de Meloni en cuanto a los otros dos es que es la heredera directa de una tradición y un pensamiento que lleva 80 años existiendo, que nos conecta directamente con el fin del fascismo y por primera vez encuentra un espacio en las instituciones”.

No piensa que vaya a haber grandes cambios a nivel económico o de política internacional porque los referentes de Meloni “no dejan de ser también el neoliberalismo y el atlantismo”. “No creo que vayamos a entrar en una etapa de dictadura militar fascista, lo que me da miedo es que quien venga después, aunque el Gobierno sea de otro color, no cambie las leyes que se aprueben ahora. Que se vayan montando una encima de la otra y cada cual aprovechándose por su propio interés”.