La cita con Antonio Luque, líder y esencia de Sr. Chinarro, es en las mesas de pícnic de un parque en las afueras de Barcelona, un entorno inusual para una entrevista. Lo habitual es que se realicen en la cafetería de un hotel o un bar en el centro de la ciudad.
Pero la idea es buena: un martes por la mañana no hay más ruido que el de los coches en la lejanía y además hace sol. Nos reunimos con él para hablar, entre otras muchas cosas, de Asunción, su último y decimoséptimo disco, con el que ha vuelto al sello Mushroom Pillow.
El título del álbum, según su autor, se presta a más de una interpretación: “Mi abuela se llamaba Asunción y murió el año pasado, pero también es por el verbo asumir también, claro. Yo me preguntaba por qué en verano se decía es el Día de la Asunción o de La Ascensión, si era una equivocación”. Pero descubrió que realmente era lo mismo, y ese es el juego que le interesa. “Asumir lo que hay te ayuda a liberarte, a elevarte. Asumir que la vida no era para tanto. Nos complicamos mucho y solo somos un pequeño accidente de la materia inorgánica”, afirma.
Han evolucionado en su forma, pero las letras de Sr. Chinarro siguen teniendo un carácter reflexivo que el disco en su conjunto trata de admitir. No obstante, también hay cortes que hablan de no conformarse. Es lo que hay, pero podría ser mejor. “El otro día puse un tuit algo naif en el que me preguntaba acerca de lo de Siria, si no habría alguien que pudiera hacer algo. Hubo uno que me contestó 'Dar dinero a Unicef' y me dio un poco la risa. Sigo planteándome cómo podría hacerlo”, considera el cantante.
Lleva más de 20 años grabando discos, aunque fue a partir de El fuego amigo cuando empezó a vivir de la música. Acababan de echarle de la fábrica de bollería industrial en la que había trabajado durante cinco años (un dato de su vida laboral que se suele destacar) y pensó que había llegado el momento de ganar dinero de verdad con sus canciones.
“Primero me echaron de la fábrica y la compró Panrico, y luego la vendieron a un fondo de esos buitre y empezaron a hacer recortes”, considera Luque. De hecho, añade que la fábrica cerró unos años después, “como casi todas”, y que ahí pensó que “tendría que hacer las letras más comprensibles para llegar a más gente”.
Para conseguirlo contó con la ayuda de Jota (de Los Planetas), y así siguió unos cuantos discos hasta que aprendió a expresarse “de otra manera”. “He tenido mucha suerte, lo más normal sería que hubiese acabado como tanta otra gente en los años de la crisis, pero escapé”, menciona.
La industria
En el ámbito del periodismo musical no se suele hablar de dinero, aunque la reivindicación de la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores del sector cada vez está tomando más fuerza. De hecho, se ha formado la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositoras, aunque Luque no está demasiado interesado en sus acciones.
“Con esos modales que tiene ese que da tanto por saco en Twitter, conmigo no van a contar. No sé realmente quiénes son, pero están todo el rato interpelándome”. Argumenta, además, que identificar “sindicato” con “cócteles molotov o con barricadas” es algo que le parece “muy del siglo pasado”.
Por otro lado, se indigna mucho con las bandas que aceptan tocar gratis a cambio de promoción o la pulsera del festival porque “están haciendo competencia desleal”. La respuesta de Sr. Chinarro estos es clara y contundente: “Me gustaría decirles que se dediquen a otra cosa, que se vayan a joder a otro”. Y no solo se refiere a grupos nóveles, que representan su proyecto en el primer año, sino “a bandas que llevan diez años de carrera”.
Para esas nuevas formaciones tiene un consejo: “Ser profesional desde el principio. Tener esa vocación de cobrar. Esto lo he hablado con otros compañeros. Yo desde el principio, en el primer concierto que hice en mi ciudad, pensé: esto vale pasta. Concretamente fue en el Café Lisboa de Sevilla, lugar donde según el artista, se atrevió a pedir 50.000 pesetas. ”Y no iba a ir nadie, los que iban a tomar café ese día y cuatro colegas, pero me dieron las 50.000 pesetas“, explica.
¿Qué es lo que da más dinero ahora a los músicos? ¿Las ventas o los conciertos? Luque no se corta a la hora de opinar, aunque sus respuestas puedan ser controvertidas. “Si por mi fuese, no se fabricaban más vinilos y CDs. Lo subiría directamente al streaming. Suena bien, aunque los comprimen un poco”.
Para Sr. Chinarro, el trabajo no aumenta de calidad “por ponerlo en un plástico”, un material que “no estaría de más dejar de consumir”. Continúa diciendo que parece “un poco putada a Mushroom Pillow, que acaba de fabricar el disco. Pero tampoco se han hecho muchas copias: generalmente ya son tiradas limitadas de 2.000 CDs y 500 vinilos, una cosa así”.
Asimismo, comenta que una buena posibilidad es que todos los músicos suban los trabajos a la red con un sistema de remuneración con el que cobrar royalties, que dará menos dinero que antes pero se reducirá el trabajo de fabricación y distribución.
Aunque anticipa posibles quejas de artistas con menos seguidores que Sr. Chinarro: “Si te escuchan 500 personas al día, qué te va a llegar… Además está lo que negocies con el sello. Hay gente que entrega el disco y luego no les dan nada, pero es que tienes que negociar”.
Los festivales
Otro jardín complicado: la discusión sobre si los grandes festivales están masificados y están perjudicando a los circuitos de los conciertos en salas. Si los precios son demasiado altos y la calidad de sonido cuestionable. Si la experiencia de ver a las bandas en grandes eventos es peor que en un entorno más reducido.
“Cuando hay mucha demanda empieza a haber clases, como en los partidos de fútbol a los que nadie discute. Si vas a un partido del Real Madrid, necesitas una entrada de las caras para ver a los futbolistas de cerca”. Hace la analogía con la zona Vip de los festivales, las cuales suelen tener zonas privilegiadas rodeadas con vallas para aquellas personas que han pagado más. “¿Que es caro? Pues claro. Ir a ver al Real Madrid también lo es y nadie le dice nada a Florentino”, mantiene.
Como ejemplo pone el Primavera Sound, que incluso fue objeto de mofa en el programa de José Mota por supuestamente presentar grupos demasiado desconocidos. “Pero es el único festival, con algunas excepciones y con el BBK, que atiende a la calidad de la música. Viene gente de todo el mundo. Y si quieres ver al grupo de cerca o consigues el pase de artista o lo pagas”, indica.
Dice que no quiere parecer un abogado del festival barcelonés (que ahora también se celebra en Porto), pero es indudable y no niega que su relación es buena. Ha tocado en él y El Segell del Primavera licenció su disco anterior, y mantiene que “los conciertos son actos sociales, la gente bebe cerveza con los amigos, enseña su ropa… eso también me parece bien”.
Antonio Luque cree que la Feria de Abril “ya no se hace por el flamenco” y aún así sigue teniendo mucho éxito. “¿La vamos a criticar porque la gente no conoce quién es Antonio Mairena?”, se pregunta. A lo que automáticamente responde: “Pues no, es que yo tampoco sé quién es. No pasa nada. Qué se puede hacer mejor en el Fórum ¿Una batucada gigante? ¿Un botellón enorme? Bueno, hay días para hacer eso también”.
La música “de ahora”
Actualmente está escuchando con devoción el último disco de MGMT “posiblemente el mejor grupo en activo del momento”. Los nuevos géneros como el trap no le interesan nada: “Es que esos sonidos así como de teléfono móvil… no suena bonito”, argumenta.
Luque sostiene que las estrellas del trap “son muy jóvenes” y que “han crecido con eso”, pero que “esos temas de que si se drogan, que follan mucho… son de una simpleza conmovedora”. Él mismo lo compara con otro grupo que no siempre cantó a gusto de todos. “También yo flipaba con La Polla Records cuando tenía 16 años, supongo que es algo parecido. Ya darán un paso más, evolucionarán en su propio discurso y en sus necesidades”, observa.
Para su descontento, a su hijo de 11 años lo que le va es el rap. “El otro día me escuchó en una entrevista por la radio diciendo que no me gustaba y me miró ofendido, como diciendo 'papá, yo te he enseñado un montón de letras'”.
También le pide que le grabe algunas bases, o que le lleve al estudio de grabación donde monta Jaime Beltrán, el guitarra. “Se da cuenta de que me levanto muchos días a la hora que me da la gana y que vivo más relajado que su madre, que es abogada”, algo que no pasa desapercibido para su primogénito. “Él toma nota, no es tonto”, concluye.