Con la voz quebrada, doce horas después de recibir el Premio Cervantes, Cristina Peri Rossi atiende a las llamadas de la prensa desde su casa en Barcelona. Un broncoespasmo y una insuficiencia cardiaca le obligan a tomar aire entre frase y frase. “Se fue el médico por la puerta y entró el Cervantes”, dice a los periodistas que se interesan por su salud y la felicitan por adelantado: este viernes, 12 de noviembre, cumple 80 años. “Me emocionó mucho la llamada del ministro Miquel Iceta, de verdad, nunca vi 125.000 euros juntos”, bromea a pesar del cansancio.
La autora uruguaya considera el Cervantes como “un puente entre mis dos amores, que son España y Uruguay”. El galardón más importante de las letras en español suele alternarse entre los dos lados del Atlántico. Este año tocaba en Latinoamérica, pero Cristina Peri Rossi es ganadora por partida doble.
En 1975 obtuvo la nacionalidad española después de huir de la dictadura militar uruguaya con 31 años y de que el régimen franquista le negara un pasaporte en el exilio. “Lo veo como un reconocimiento a los escritores que hemos intentado establecer una relación fraterna entre países y de enriquecimiento mutuo”, razona.
En el fondo ella se considera una agnóstica de las fronteras y de cualquier etiqueta en general. Siempre ha rechazado referirse a sí misma como lesbiana o bisexual, aunque su obra le ha convertido en un referente homoerótico y feminista. “Nunca he pretendido que una sola idea explicara la diversidad del mundo”, escribe en su poema Humildad.
“Yo sé que soy una escritora muy subversiva, muy contestataria y que no me callo lo que pienso. Buscaba cambiar el mundo para restablecer la justicia y la igualdad. He sido polémica”, admite. El enorme agradecimiento no esconde su sorpresa ante haber sido elegida por el Ministerio de Cultura: “No estoy en ningún circuito, no tengo camarilla literaria y no tengo enchufes”, explica.
Yo sé que soy una escritora muy subversiva, muy contestataria y que no me callo lo que pienso. Por eso el Cervantes ha sido una sorpresa
No sabe si la ideología progresista del Gobierno actual ha tenido algo que ver, pero sí que esto “no habría pasado con uno de derechas”. “Lo he recibido como un regalo de los dioses”, añade, “pero no quiero entrar en el circuito de los grandes premios”.
Recuerda una anécdota “de cuando todavía había pesetas”, en 1992. La editorial Plaza y Janés (Penguin Random House) le ofreció un premio de dos millones de pesetas con la condición de incluir unos cambios en el libro que estaba escribiendo, La última noche de Dostoievski, para hacerlo más comercial. “Me considero una persona muy honesta. Estoy orgullosa de no haberme vendido por unos milloncitos. Ojalá hubiera más buenos escritores así”, reflexiona. La escritora de La nave de los locos ha preferido el circuito independiente a los grandes sellos para no hacer este tipo de concesiones. Por eso la mayor parte de su obra está publicada en el modesto sello Menoscuarto.
“He pagado el precio de estar en pequeñas editoriales, editoriales que aman lo que escribo y que aprecian lo que hago”, valora, aunque su obra “tiene más repercusión de lo que se cree en España”. Reivindica como ejemplo el último contrato que firmó para traducir al chino varios libros y La insumisa, su última biografía publicada en 2020, que “se estudia en todas las universidades de Estados Unidos”.
Visor prepara una edición especial que verá la luz en diciembre y reúne sus 16 libros de poemas: Evohé (1971), Descripción de un naufragio (1975), Diáspora (1976), Estado de exilio (1973-2003), Lingüística general (1979), Europa después de la lluvia (1987), Babel bárbara (1991), Otra vez Eros (1994), Aquella noche (1996), Inmovilidad de los barcos (1997), Las musas inquietantes (1999), Estrategias del deseo (2004), Habitación de hotel (2007), Playstation (2009), La noche y su artificio (2014) y Las replicantes (2016). La “poesía reunida” que había publicado Lumen llegaba hasta el 2004, pero tampoco incluía Las musas inquietantes, uno de los preferidos de Cristina.
Me considero una persona muy honesta. Estoy orgullosa de no haberme vendido a ningún premio por unos milloncitos
Feminista, pero sin competir
Cristina Peri Rossi es considerada una maestra de la prosa corta, género en el que se estrenó y al que pertenecen sus primeros libros. Debutó en 1963 con Viviendo, una recopilación de cuentos. En 1969 escribió su primera novela, El libro de mis primos, que la consagró como una de las voces más importantes de su generación y la única mujer incluida en el boom Latinoamericano.
Decidió publicar con el apellido de su madre en homenaje a la mujer que le transmitió la pasión por la literatura y como un claro compromiso feminista. A partir de ese momento, el peso ideológico, coincidente con el golpe militar en Uruguay y su exilio, y la carga erótica, que la definió en un referente de la literatura homosexual, fueron in crescendo en sus textos.
Sobre ser la sexta mujer en 45 años en ganar el Premio Cervantes, Peri Rossi reflexiona: “No es un campeonato y, aunque yo soy feminista, no quiere decir que tenga que haber quince poetas buenos y quince buenas: la bondad y la calidad no tienen nada que ver con el número. Aunque seguramente hay pocas, no sé si son muchas las que se quedaron sin ganarlo”.
“Ser mujer no puede ser un obstáculo, pero tampoco un campeonato, y quizá una o dos quedaron fuera habiéndolo merecido, pero tampoco son tantas porque escribir no era antes una actividad reconocida para mujeres que tenían que cuidar de la casa, de los hijos y acompañar al marido”, indica. Menciona como ejemplo a Clarice Lispector, la autora brasileña que es conocida en España, en parte, por la insistencia de la propia Peri Rossi. “Espero que me hayan dado el Premio Cervantes porque soy buena escritora que da la casualidad que es una mujer”, dice.
No es un campeonato de mujeres contra hombres y, aunque yo soy feminista, la bondad y la calidad no tienen nada que ver con el número
Elena Poniatowska, que también ganó el Cervantes en 2013, dijo que leer a Cristina Peri Rossi le daban ganas de hacer el amor. “Elena es una mujer muy sensible y muy inteligente, y cuando lo dijo me sorprendí. Pero a mí también me dan ganas de hacer el amor cuando leo algunos de mis poemas”, dice riéndose. “Si la gente hiciera más el amor de manera placentera y tierna, y no como un acto agresivo o de posesión, nos iría mucho mejor”, se plantea.
Se considera una mujer de ambiciones humildes: “Mis libros no van a cambiar la sociedad, pero con que cambien a una sola persona me vale”. Por desgracia, asume que la literatura no despierta las mismas pasiones. “Reconozcamos que el motivo por los que la gente sale la gente a la calle a quemar contenedores es por los partidos de fútbol. La literatura es algo menor. Un partido lo siguen millones de personas, mientras que un libro sutil puede alcanzar una tirada de 3000 ejemplares. Con ello nos debemos dar cuenta de que a la gente le va lo grosero y lo primitivo más que lo refinado”, concluye.
Pero a ella le basta con sentarse a charlar en Plaça Catalunya con un desconocido que le quiera contar lo que ha sentido leyendo sus libros: “Me gusta esa terapia individual”.