“El caldo de cultivo de la invasión del campo de Las Palmas lo hemos hecho nosotros”

Alexis Ravelo (Las Palmas, 1971) lleva una chapa en la solapa de su chaqueta contra las prospecciones petrolíferas en Canarias. Es una más de las reivindicaciones de este escritor que acaba de conseguir el premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón por La estrategia del pequinés (editorial Alrevés). En esta, como en sus anteriores novelas, sobre todo la saga sobre exmarinero Eladio Monroy, muestra a personajes del lumpen, buscavidas y perdedores que hacen cualquier cosa por salir adelante.

Él mismo trabajó durante años como camarero y también ha llegado a dar talleres de escritura en la cárcel. Conoce bien el habla canaria y la situación de los habitantes de la isla: el alto paro y maternidad juvenil. Y todo ello está en sus libros. Hemos hablado con él, el hombre del momento en el género de la novela negra, ya que solo hace unos meses también consiguió el Getafe Negro con La última tumba.

Ganó la última edición del Getafe Negro con ‘La última tumba’ y ahora acaba de obtener el Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón con ‘La estrategia del pequinés’. Es el escritor del momento.

Están todos borrachos (risas). La verdad es que no estoy acostumbrado a estas cosas. Yo creo que son golpes de suerte, depende de los criterios de los jurados y los compañeros tenían muy buenos libros [para elegir]. Estoy intentando acostumbrarme a lo que es ganar porque nunca he sido un ganador. De hecho, mis novelas son sobre perdedores.

De hecho, trabajó como camarero y en otros oficios hasta que empezó con la literatura más en serio.

Sí, fui camarero durante 24 años. Terminé como jefe de sala de un pub hasta hace cinco o seis años. Cogí la bandeja a los 14.

¿Qué se aprende del oficio de camarero para ser escritor?

Para ser escritor cualquier oficio te enseña. El ser camarero te enseña el trato con la gente y vivir en la calle, que es sobre lo que escribes. Como camarero conoces a muchísima gente, a tipos humanos muy peculiares.

¿Y en qué se parece a ser escritor?

Ser camarero es más útil porque por lo menos aplacas la sed de la gente y la haces feliz. Un escritor lo que debe hacer es inquietar a la gente y hacerla sentir incómoda, sacarla de su zona de confort. Yo diría que no se parecen mucho.

¿Por qué empezó a escribir?

Empecé a publicar en el año 2000 y a escribir bastante antes. Asistí a unos talleres de escritura con Mario Merlino y por allí pasaron Bryce Echenique, Augusto Monterroso… Yo estaba estudiando bachillerato a distancia y con vistas a empezar la carrera; hice filosofía pero no la acabé. Pero siempre había escrito. Escribes un poema a la chica que te gusta, luego a la que está contigo y finalmente a la que te deja, que suele ser la misma. Fue Mario Merlino quien me hizo ver que me dedicara más en serio a esto, ya que había un poco de talentillo. Y me puse a escribir. Publiqué un libro en el 2000, pero me daba mucha vergüenza porque era muy malo. Luego estuve seis años dedicándome a escribir por encargo, copys publicitarios, jingles… Hasta que en 2006 escribí otra novela, Tres funerales para Eladio Monroy. Cuando nos dimos cuenta en la editorial, que era muy pequeñita, habíamos reimpreso 5.000 ejemplares por puro boca a oreja porque nos costaba hasta que nos pusieran en las librerías. Antes había tirado dos novelas porque me parecían muy malas.

En esta historia retrata la vida de un exmarinero. Y como ocurre en todas sus novelas, el protagonista es un buscavidas, un perdedor y un luchador a la vez. ¿Se basa en su propia experiencia?

Hay más de personas que he conocido. La serie de Eladio Monroy es hard boiled básico. Los detectives en Canarias no se dedican a cosas que den mucho juego a una novela sobre violencia y los policías no es un ámbito que yo conozca demasiado. Conozco más la vida de la calle y decidí que mi investigador fuera exjefe de máquinas de la marina mercante porque he conocido a varios jefes de máquinas que eran grandes lectores, ya que ellos están ahí vigilando un motor y tienen que ocupar su tiempo. Me pareció interesante que la parte culta del personaje fuera por ahí.

Ahora España está plagada de buscavidas.

Sí, y cada vez habrá más. De hecho, yo he pasado de escribir historias hard boiled a escribir historias protagonizadas directamente por delincuentes habituales. Además se ve en la narrativa de los escritores jóvenes, como Claudio Cerdán, cuyos personajes son el tuerto, el policía corrupto, expresidarios...

¿Qué tiene lo marginal como hecho literario?

El lado oscuro es muy atractivo. A mí como lector no me interesan los libros que tratan sobre sueños, sino sobre pesadillas. La vida es más pesadilla que sueño. Puede llegar a ser un sueño, pero si logras cerrar los ojos lo suficiente. Hay que vestirse de inocencia para ser feliz ahora mismo. El lado oscuro es el interesante, las situaciones límites son las que nos van a interesar como lectores.

En La estrategia del pequinés los personajes son una prostituta, un parado y un yonki. ¿La España de los 80 o la actual?La estrategia del pequinés

Es que sigue ahí. Seguimos teniendo la figura del buscavidas. Estos personajes son todos talluditos, sobre todo los dos varones, y todos tienen circunstancias personales que les hacen necesitar dinero. Y por eso acaban aceptando el encargo de un narcotraficante local para atracar a su jefe, que es quien recauda en la isla para blanquear dinero.

Conoce bien a los presidiarios porque dio talleres de escritura en la cárcel. ¿Qué aprendió allí?

Muchísimo. Un interno me dijo una vez: “El rato en que estoy leyendo no estoy aquí”. Estar allí me enseñó que caer en la cárcel es una cuestión de suerte, la vida te puede poner en tesituras que te pueden llevar perfectamente allí. Aprendí que el sistema español es uno de los más punitivos de Europa, y que si te quieres superar puedes hacerlo. Había gente allí que contra viento y marea estaba estudiando, se metía en todos los talleres…

El sistema más punitivo, dice.

Sí, me acordé de lo que me dijo una vez un fiscal al que yo le decía, “qué, ¿metiendo a los malotes en la cárcel?”. Él me decía: “No, a los malotes no, a los que no tienen dinero”. El 80% de los reclusos que conocí estaban allí por asuntos relacionados con el narcotráfico. Y no hablo de grandes narcotraficantes, sino de pequeños camellos que se acaban metiendo para pagarse lo suyo.

Y por supuesto no hablamos de banqueros ni nada de eso.

No, no, banqueros no conocí a ni uno (risas).

Vive en Las Palmas de Gran Canaria y sus novelas se desarrollan en esta ciudad. ¿Caladero de novela negra?

Sí, sí, el banco canario sahariano está dando grandes satisfacciones. La tendencia en España es la de dar voz a la periferia. Pero es un fenómeno habitual. Cuando hay un centralismo cultural durante tanto tiempo se le da voz a la periferia. Ha ocurrido también en México. Hasta hace un tiempo parecía que todos los escritores eran de DF, y ahora ya vemos a los del norte, sur, Ciudad Juárez etc. En España también está ocurriendo. Tenemos grandes autores vascos como Jon Arretxe, Javier Abasolo… Grandes autores extremeños como Julio Fuentes, autores de la zona de Levante…

Dentro de esa tendencia de escuchar las voces de la periferia, los canarios tenemos nuestro cachito que, además es muy especial, porque tenemos un español muy peculiar, una especie de puente entre Hispanoamérica y Europa. Allí siempre hemos tenido en cuenta que hay que pensar como [Juan] Rulfo, es decir, no hay que salir de Comala para tratar asuntos universales. Canarias es nuestra Comala que además da mucho juego. Yo vivo en una ciudad portuaria de 400.000 habitantes que está pegada a otra que tiene 100.000 habitantes. Imagínate, es mucho más grande que otras ciudades de la península que están constantemente saliendo en los medios.

Canarias también aparece mucho. Y por asuntos turbios: secuestros de niños, las perforaciones petrolíferas, la invasión del campo de fútbol de Las Palmas…

Sí, tenemos dos niños desaparecidos y la famosa invasión de campo de Las Palmas… El caldo de cultivo de esos pibes que se tiraron a la cancha lo hemos puesto al fuego nosotros. Cuando dejas de invertir en cultura e inviertes solo en fútbol la hemos fastidiado. Y en una isla que tiene un alto grado de paro juvenil y de maternidad juvenil, todas esas cosas influyen y es normal que ocurran. Sin contar con las prospecciones petrolíferas que nos han metido porque sí y que están en contra no solo del sentir popular, sino del sentido común.

¿Canarias está olvidada por el Gobierno central?

No, todo lo contrario. Nos tienen muy en cuenta para hacernos viajar con el certificado de residencia entre los dientes, para unas prospecciones petrolíferas de las que sólo se va a beneficiar una empresa, para derribarnos una biblioteca porque se carga la normativa. En Canarias hay muchas edificaciones que se cargan la normativa y no ha habido tanta contundencia contra ellas como contra esta biblioteca que en 2012 tuvo 400.000 entradas de usuarios en una ciudad que tiene 380.000 habitantes.

Es muy fan de Jim Thompson. ¿El hombre es un hijo de puta?

Estoy con Thompson y con Freud: somos unos malos bichos en cuanto nos dan permiso. La sociedad es la que tiene que hacernos buenos.

¡Qué hobbesiano!

Sí, claro. Cuanto más justa sea la ley, mejor sea la educación… Y en ese sentido no soy hobbesiano. Yo entiendo que la política y la forma de organización social deben ser las mejores posibles, que garanticen las libertades, pero la libertad de alguien culto y educado. Cuanto mejor sea la sociedad, mejor va a ser el individuo y en ese sentido soy más marxista que hobbesiano. Si nos dejan sueltos somos unos malos bichos, el tema es educarnos para no ser malos bichos. El hecho de ser seres humanos nos lo da el trato con los demás. El infierno no es el otro, el otro es el paraíso.

¿Vivimos en una novela negra?

Depende del tipo de novela. En una policiaca no, porque enigma no hay, pero la sociedad que estamos viviendo es un caldo perfecto para escribir novela negra. Sobre todo porque los velos de la ideología funcionan cada vez con más eficiencia. La única manera de tirar abajo los velos de la ideología es con revulsivos como el que te puede ofrecer una novela negra, algo que te saca de tu zona de confort y te diga ‘esto es la realidad y lo que pasa’. Y en ese sentido los escritores podemos hacer un trabajo que no hacen los periodistas, porque ustedes necesitan datos, fuentes, y nosotros sólo necesitamos dos ojos.

¿Certifica que la salud de la novela negra en España es buena?

Sí, es muy saludable. Se demuestra estos días aquí con autores jóvenes y con autores de siempre. Creo que está mejor que nunca porque al mismo tiempo autores de otras generaciones como Andreu Martin, el maestro, o Juan Madrid, siguen presentando libros y renovándose.