Erica Benner, filósofa: “Lo básico de la democracia es que compartamos el poder incluso cuando no estemos de acuerdo”

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —

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El libro de Erica Benner no es uno más sobre la crisis de la democracia occidental. La filósofa y profesora universitaria ofrece un viaje que pasa por Japón, Hungría, Reino Unido, Polonia, Estados Unidos y Georgia en el que mezcla dudas personales con la historia de las raíces democráticas en la antigua Grecia y los retos actuales de la democracia moderna nacida hace casi 250 años (explica por qué fue en Estados Unidos y no en Inglaterra). 

Benner, que ha dado clase en las universidades de Oxford, Yale y la London School of Economics, nació en Japón de padres estadounidenses y vive desde hace más de dos décadas en Berlín, pero su espíritu nómada refleja los dilemas de la democracia desde una perspectiva muy variada. Su libro, recién publicado en España por Editorial Crítica, se llama Aventuras en democracia y el título, idea de su editor, refleja bien su intento de escribir un ensayo que entretenga e incluso divierta. 

“Lo escribí en un momento en el que todos, incluida yo, nos sentimos muy estresados por el estado de la democracia, pero pensé que si iba a escribir sobre todas estas cosas que me importan tanto, tenía que divertirme. Quiero que los lectores también lo hagan, que sean críticos y disfruten del proceso de involucrarse en política de manera activa”, me cuenta Benner en esta conversación, editada por claridad y extensión.

El libro también tiene un poco de memorias, ¿por qué lo plantea como un viaje personal que no encontramos en otros libros sobre la crisis de la democracia?

Tengo la sensación de que el mensaje principal sobre la democracia recientemente ha sido que la democracia es una lucha existencial contra la autocracia. Es importante, y a menudo se trata de movilizar a la gente para que despierte y contraataque frente a personas oscuras, que dan miedo. Pero también creo que tenemos que contraatacar pensando de manera más creativa. Debemos pensar en la gente común y en involucrarla tengan la posición que tengan en lugar de sólo pensar en las personas que ya están polarizadas. 

Nos consideramos virtuosos guerreros de la democracia. Y todos los del otro lado, los que votan por los partidos “equivocados”, son nuestros enemigos. En realidad, muchos de quienes votan por partidos que se pueden considerar autocráticos son personas como el resto y con el mismo tipo de preocupaciones que los demás. No hay que deshumanizar a las personas al presentar el debate de esta manera tan oscura. Tenemos que ser más flexibles y pensar de manera más abierta. Tenemos que pensar en desafiar la autocracia, pero también en reformar lo que está mal en nuestra democracia.

Usted se centra en la responsabilidad ciudadana. ¿Somos demasiado pasivos mientras culpamos a líderes o instituciones? 

Sí, exactamente. En Alemania, estos días hay muchas entrevistas con votantes de la extrema derecha. Y cuando los ves en la televisión, de repente se te cae la imagen abstracta de personas poco ilustradas y engañadas por los líderes de esos partidos. A veces, se trata de jóvenes un poco desesperados como el resto del mundo en busca de empleos y oportunidades. Ven que sus comunidades están deprimidas. Sienten que varias generaciones, también las de sus padres y sus abuelos, todavía cargan con las heridas del pasado.

Esa es una de las razones por las que en España mi libro ha tenido buena acogida: en España la gente también entiende que el sentimiento de trauma se transmite durante generaciones. La gente está experimentando un período de crisis y estrés ahora, carga todo tipo de malos recuerdos y esto hace que reaccione muy a la defensiva. 

No se trata de que si estas personas recibieran ayuda de repente votarían contentos por los partidos tradicionales. El problema es que necesitamos partidos tradicionales diferentes. Necesitamos estructuras políticas diferentes. Y ese es el tipo de cosas que las personas pueden activar para cambiar cosas. Muchos jóvenes hacen esto en Alemania y en todo el mundo. Los jóvenes están asumiendo liderazgo como individuos para pensar en nuevas soluciones a los problemas de la democracia.

Nos consideramos virtuosos guerreros de la democracia. Y todos los del otro lado, los que votan por los partidos "equivocados", son nuestros enemigos. En realidad, muchos de quienes votan por partidos que se pueden considerar autocráticos son personas como el resto y con el mismo tipo de preocupaciones que los demás

En el libro habla de manera positiva sobre Alemania, como un país moderado, modesto, menos polarizado, pero ahora estamos viendo el ascenso de extremistas. ¿Ve más peligros? 

Las amenazas siempre han estado ahí, pero sigo creyendo que no es un país polarizado en absoluto. Si nos fijamos en los mapas electorales, incluso en el Este, el pico de la extrema derecha es algo más del 30% por el tipo de estructura multipartidista, a diferencia de Estados Unidos o el Reino Unido. En Alemania todavía hay mucho margen de maniobra. Si superan algunos de sus prejuicios sobre cómo es la otra parte, hay mucho más potencial para debatir y encontrar soluciones.

La amenaza no viene sólo de un lado. La experiencia de posguerra dio un sentido de responsabilidad a personas que son las mejores defensoras de la democracia alemana. Es casi irreal en algunos aspectos. Los alemanes son muy duros consigo mismos. Tienen una idea muy clara de cómo debería ser una Alemania adecuadamente democrática. Y cuando la cosa cambia un poco, o hay un par de líderes que dicen cosas que van en contra de la Constitución, reaccionan de una manera que hace que sea muy difícil hablar.

Los alemanes necesitan hablar y necesitan aprender a escuchar en lugar de estar congelados por el miedo histórico de retroceder

Escribe en su libro que uno de los temas de los que es difícil hablar en Alemania y otros países es la migración. ¿Cuál es la manera?

Justo anoche vi un programa en la principal cadena de televisión alemana que entrevistaba a personas a izquierda y derecha. Y en general casi todos estaban de acuerdo en que lo principal es que tenemos que hablar. A menudo ha sido la gente de la izquierda y de la CDU quienes decían que hay cosas de las que simplemente no se habla. Pero ahora está cambiando. Algunos siguen defendiendo ser firmes e incluso prohibir Alternativa por Alemania, pero la mayoría se está inclinando por poder hablar sobre cosas de las que no se podía hablar cómodamente. 

Otro tema que me ha interesado mucho con mis alumnos es la cuestión Israel-Palestina. Mis estudiantes de posgrado en la Escuela de Gobernanza Hertie sentían que no podían hablar de eso en la universidad o fuera de ella. No tenían clases sobre eso ni foros de debate, y algunos organizaron un grupo y lograron romper la barrera del silencio. Debían ser cuidadosos sobre cómo lo hacían, pero funcionó y lograron no ser etiquetados como “personas del lado equivocado”. Ese es el tipo de cosas que Alemania necesita con urgencia. Los alemanes necesitan hablar y necesitan aprender a escuchar en lugar de estar congelados por el miedo histórico de retroceder. 

En su libro pone más énfasis en esta necesidad de hablar que en la desinformación. ¿Es más grave la falta de diálogo que el diálogo entre personas desinformadas? 

Tienen que ir en paralelo, obviamente. Es un punto interesante. Pero la desinformación y la toxicidad online, como la de la machosfera, son grandes problemas de nuestro tiempo. 

Uno de los problemas de la extrema derecha es que existe un grupo enorme de miedos dando vueltas. Escribo sobre los miedos históricos que están alimentando lo que vemos ahora, para que cuando abordemos problemas como lo que sucede en Internet también seamos conscientes de por qué la gente está comprando lo que ve. Algunas razones están determinadas por tu origen y lo que tú y tus padres habéis experimentado en el pasado.

Y hace falta tener más sensibilidad sobre la historia de nuestros propios orígenes y, por lo tanto, del poder de otros pueblos en una democracia. Esa ha sido mi motivación para escribir el libro. Trataba de descubrir los motivos de mi ambivalencia sobre la democracia como mucho mejor que cualesquiera que sean las alternativas. Estoy de acuerdo con eso, pero creo que no es suficiente con las abstracciones. Tenemos que pensar de dónde venimos y luego preguntar a otras personas por qué tienen dudas. 

Uno de los miedos de los que habla es a la igualdad de género. ¿Hasta qué punto es esto una amenaza para la democracia? ¿Lo son los hombres?

La mayoría de los hombres que conozco son encantadores, y, aunque a alguno no le guste, nos veo a todos como personas muy similares en nuestra humanidad. Pero sin duda las viejas ideas sobre la masculinidad son una de las cosas más difíciles de alejar porque han estado siempre con nosotros. ¿Qué otra división en la humanidad ha sido más fuerte que la división entre hombres y mujeres, y los roles asignados? Todas lo sabemos como mujeres.

No creo que la masculinidad como tal tenga que ser una amenaza. Tampoco es realista esperar que todos cambien de manera repentina, hombre o mujer o como quiera que se identifique alguien, y abandonen ciertas ideas que todos tenemos sobre cuál es nuestro papel. Pero necesitamos pensar en desmantelar las viejas ideas de masculinidad y tratar de encontrar formas de cambiar la visión de la democracia como “un club de tíos”, que todavía nos acompaña. 

Como en el caso de la campaña contra Kamala Harris…

Ha sido ver a Kamala Harris subir al escenario y escuchar inmediatamente comentarios como “las mujeres sin hijos y con gatos”, como dijo el candidato republicano a vicepresidente J.D. Vance, o comentarios sobre su coeficiente intelectual. En parte, vienen de grupos tóxicos online…  La machosfera es una de las fuerzas más poderosas y peligrosas en este momento. Hay que trabajar sobre todo con los hombres jóvenes. Las mujeres jóvenes están sufriendo esto en redes. 

Esa es una de las muchas cosas en las que nuestras democracias necesitan centrarse: lograr que la acción política regule toda esa esfera y no permitir que las grandes empresas y sus clientes de pago lo hagan.

Necesitamos pensar en desmantelar las viejas ideas de masculinidad y tratar de encontrar formas de cambiar la visión de la democracia como “un club de tíos”, que todavía nos acompaña

¿Qué se puede hacer? El tener más mujeres líderes parece haber desatado una reacción...

Más mujeres en el poder. La idea de cuotas se practica en una mezcla muy extraña de países. A veces, los países que no necesariamente uno esperaría tienen este tipo de requisitos y al revés. ¿Por qué funcionan en algunos lugares y en otros no? No es mala idea tener cuotas, aunque eso depende de cada democracia. No creo que sea un principio absoluto, pero se trata de lograr que más mujeres organicen actividades políticas, grupos de protesta y debate. Y es importante que sea también en Internet para contrarrestar la presencia de personas online como este tipo… 

¿Andrew Tate?

Eso es. Estaba en Pekín dando clase a estudiantes bastante jóvenes este verano, y todos habían visto a Andrew Tate. No estaban muy seguros de qué pensar. Sabían que era malo, pero también estaban intrigados. Él es muy famoso.

Por eso los grupos de mujeres jóvenes tienen que hacer todo tipo de cosas online, también involucrando a los hombres. Siempre pienso que la mejor manera de luchar contra cualquier tipo de fuerza divisiva es tratar de crear vínculos con otros para conseguir aliados: mujeres líderes con aliados masculinos. 

La 'machosfera' es una de las fuerzas más poderosas y peligrosas en este momento. Hay que trabajar sobre todo con los hombres jóvenes

Otro de los grandes asuntos de su libro es la desigualdad económica. ¿Hasta qué punto es una amenaza para la democracia?

Es el mayor problema. Es algo que sentí muy joven sin saber nada de economía, simplemente yendo a visitar la casa de mi madre en Luisiana. Y viniendo de Japón, nunca había visto desigualdad tan grande. Luego empecé a conectar eso con el hecho de que hay tantas personas excluidas ya sea por raza, origen social o simplemente mala suerte de un sistema de mercado económico hípercompetitivo. 

Eso obviamente va a distorsionar la democracia, porque el punto básico de la democracia no es sólo proteger la libertad de cada individuo, lo que significa que puedes hacer lo que quieras. El punto básico de la democracia es tratar de unir a las personas, que compartamos el espacio y el poder incluso cuando no estemos de acuerdo de una manera sostenible en el tiempo, no sólo en el momento. 

Y si hay desigualdades enormes por las que las personas que tienen más poder no tienen contacto con nadie más entonces falta el sentido de responsabilidad mutua y es fácil que olviden que hay un amplio espacio que las sostiene. Todos deberíamos ayudar a sostenernos entre nosotros. Cuando eso desaparece, la gente se siente mucho más atraída por los partidos políticos que protestan contra el sistema, que es sobre lo que se basa gran parte de la extrema derecha.

El punto básico de la democracia no es sólo proteger la libertad de cada individuo, lo que significa que puedes hacer lo que quieras. El punto básico de la democracia es tratar de unir a las personas, que compartamos el espacio y el poder incluso cuando no estemos de acuerdo de una manera sostenible en el tiempo, no sólo en el momento.

El ideal de igualdad ha ido unido a lo largo de la historia a sistemas autocráticos. ¿Por qué es tan difícil lograr el equilibrio?

No creo que sea realista buscar la igualdad a la par en una sociedad grande, dinámica, de personas libres. Esto se remonta a las ciudades más pequeñas de la antigua Atenas. Y todavía vemos los mismos patrones, incluso en sociedades pequeñas y homogéneas. Como dijo Maquiavelo, habrá algunas personas que obtendrán mucho más que otras y muchas veces querrán dominar a los demás porque tienen mucho más. Y luego habrá otras que no querrán ser dominadas y reaccionarán frente a quien ejercer el control. 

La forma en que los seres humanos trabajan juntos tiene desequilibrios. Y por eso la democracia es un sistema que en su raíz intenta lograr un equilibrio sabiendo siempre que será imperfecto.

Si pensamos que la democracia tiene que lograr un equilibrio perfecto y luego arreglarlo como una máquina, entonces no volverá a moverse a menos que alguien haga algo muy malo y corrupto. Eso es ingenuo. Pero muchas personas en la era moderna han operado con una idea automática de la democracia en la que se configura la maquinaria, se establecen las instituciones y una constitución, con una sociedad que no sea desigual de manera muy llamativa, y luego ya funciona sola. Pero no, no se gestiona sola. Debes tener personas muy comprometidas no sólo con la idea de mantener intactas las instituciones, sino también el equilibrio en la sociedad, incluso cuando son ellas las que podrían estar perdiendo un poco. Quizás tengas que pagar más impuestos porque eres más rico que yo. Pero si no tienes a nadie que quiera hacer eso, entonces la democracia está muerta. La democracia necesita de personas comprometidas. Y todo esto significa el equilibrio. 

Muchas personas en la era moderna han operado con una idea automática de la democracia en la que se configura la maquinaria, se establecen las instituciones y una constitución, con una sociedad que no sea desigual de manera muy llamativa, y luego ya funciona sola. Pero no, no se gestiona sola. Debes tener personas muy comprometidas no sólo con la idea de mantener intactas las instituciones, sino también el equilibrio en la sociedad

Como usted dice, algunos problemas ya estaban en la raíz de la creación de la democracia antigua en Grecia. ¿Hablamos más de esto por lo que está pasando en Estados Unidos ahora o hay una crisis más específica de estos tiempos?

La globalización significa que muchos mercados están poco regulados, lo que termina beneficiando a algunos mucho más que otros. La globalización está impulsada en gran medida por Estados Unidos. Recuerda a la antigua Atenas, que también era hegemónica, pero cuanto más grande se hacía, más complacientes se volvían los atenienses acerca de lidiar con sus propios problemas. Se enamoraron de la imagen de sí mismos como los mejores, los más grandes y los más libres. Dejaron de buscar su propio equilibrio dentro de Atenas, pero también se excedieron en términos de tratar de dominar otras ciudades en una guerra que resultó en la crisis de la democracia ateniense.

También creo que algunas ideas modernas han causado algunos problemas en la democracia. Por ejemplo, la idea de democracia unida con el progreso, porque la gente se vuelve complaciente al pensar que si tenemos buenas instituciones democráticas, somos poderosos y nuestra gente parece estar relativamente bien entonces todo irá por buen camino. Esto conduce a la falta de autocrítica, que es necesaria para la salud de la democracia.