La ciencia y el arte reflexionan sobre el conocimiento de la realidad y sus límites a partir del impacto de la mecánica cuántica en la exposición del CCCB “Cuántica”, un proyecto que nació del programa insignia del laboratorio de física de partículas CERN, en colaboración con la fundación FACT de Liverpool.
“Cuántica” aborda cómo los lenguajes y las metodologías de las prácticas artísticas transdiciplinares pueden contribuir a la comprensión de la ciencia.
Para entender el mundo subatómico, se ha de percibir que ese terreno está regido por unas propiedades distintas del mundo macro, ha explicado este martes el físico José Ignacio Latorre, colaborador de la exposición, que se inauguró hace unos meses en Liverpool y que, tras su paso por Barcelona, se exhibirá en Bruselas y Nantes.
El objetivo final de la exposición es ofrecer reflexiones más próximas a los modelos y experimentos científicos mediante la participación de personas del campo de la cultura, que muestran el trabajo que ocupa al CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), donde tienen lugar complejos experimentos de física de partículas.
Para ello, en los últimos tres años un grupo de artistas fueron invitados a residir en el CERN con el fin de desarrollar sus prácticas artísticas estableciendo un diálogo con ingenieros y físicos de partículas.
En la exposición, el itinerario científico conduce de una forma accesible al visitante a través de nueve ventanas de conocimiento, que lo llevan a preguntarse sobre los principios cuánticos fundamentales: sus consecuencias filosóficas y sus aplicaciones tecnológicas omnipresentes.
Mónica Bello, comisaria de la muestra junto con José-Carlos Mariátegui, ha resumido que “Cuántica” es “una exposición de arte, ciencia, tecnología y humanidades”.
Bello ha recordado que la física cuántica es “una de las ciencias que remiten a la materia, una forma fascinante a partir de la cual pensar el mundo y esto se hace desde la mirada de los artistas y los científicos en la exposición”.
Tras advertir que “la ciencia está en su infancia y la mecánica cuántica apenas está comenzando”, Latorre ha señalado que “sólo tres generaciones de humanos han conocido la física cuántica de las 50.000 generaciones que ha poblado la Tierra”.
Desde finales del siglo XIX, ha añadido, la humanidad ha iniciado la segunda revolución cuántica que nos permitirá tener ordenadores cuánticos.
Precisamente, al final de la exposición un mapa muestra los 70 grupos científicos que trabajan actualmente en la obtención del primer ordenador cuántico y anticipa las consecuencia geopolíticas que tendrá para el primer país que lo consiga.
Así, según ha dicho Latorre, “es una barbaridad intelectual pero al mismo tiempo es una amenaza a las comunicaciones de toda la Tierra, incluidos los mensajes y los correos electrónicos encriptados. Como siempre, la ciencia en su extremo es poder”.
Entre las obras expuestas, el colombiano Juan Cortés propone en “Supralunar” (2018) un acercamiento poético a la materia oscura, esa entidad extraña y desconocida que los científicos creen que respalda la formación de galaxias enteras.
En “Choque cósmico” (2018), la artista danesa Lea Porsager invita al espectador a colocarse unas extrañas gafas 3D para experimentar “imaginaciones neutrínicas” a partir de los neutrinos, una de las partículas más abundantes del universo, con una filosofía de fondo: mezclar ciencia y esoterismo.
El estudio británico HRM199 imagina en “uno1uno” (2018) una situación del año 4250, cuando el lenguaje matemático se convierte en un método arcaico, que le sirve para preguntarse si el lenguaje es el apropiado para describir el mundo y de qué modo esta elección condiciona aquello que puede ser conocido.
“En estado de pecado”, del también británico James Bridle, explora la pertinencia del concepto de aleatoriedad como estrategia para preservar la diversidad, el pensamiento creativo y la originalidad en un mundo cada vez menos sometido al azar.
En “Rescatando mi propio cadáver. Parte 3”, la mexicana Julieta Aranda explora los orígenes del humanismo y reflexiona sobre nuevas y posibles formas de existencia.
Suzanne Treister proyecta en “La teoría holográfica del universo de la historia del arte” más de 25.000 imágenes cronológicas de la historia artística, desde las pinturas rupestres hasta el arte contemporáneo global, incluyendo arte alternativo y psicodélico.
La proyección de vídeo de 25 imágenes por segundo remite asimismo a las acciones del acelerador de partículas del CERN.
Un ejemplo ilustra el cambio que se avecina: en la física clásica de Newton, para abrir una cerradura con una llave que se halla en un manojo con millones de otras llaves se debería probar una a una hasta dar con la correcta, mientras que en la física cuántica se puede crear una superposición de llaves y probarlas simultáneamente; y esa superposición estará en la base de los nuevos ordenadores cuánticos.