El feminismo afroamericano y de clase de bell hooks: escribir sobre cultura para transformar la sociedad

Ignasi Franch

7 de agosto de 2021 21:54 h

0

La estadounidense Gloria Jean Watkins, más conocida por su nombre artístico bell hooks (en minúscula), es un nombre clave del feminismo antirracista y con un fuerte componente de clase. Su obra había ido llegando a las librerías españolas con cierta timidez, pero se está recuperando a un ritmo acelerado. Desde el año pasado, han llegado a las liberarías ¿Acaso no soy yo una mujer? (Consonni), Teoría feminista: de los márgenes al centro (Traficantes de Sueños), su ensayo experiencial sobre la pedagogía en un contexto académico, Enseñar a transgredir (Capitán Swing), o Todo sobre el amor (Paidós). Ahora Traficantes de Sueños ha publicado Afán. Raza, género y política cultural, un recopilatorio de artículos.

La autora comenzó a tener relavancia en la vida pública en la década de los 80. Era una época difícil para los discursos feministas. Según ensayistas como Susan Faludi, reinaba un cierto clima de reacción contra las protestas y los avances conseguidos durante el ciclo de movimientos en favor de los derechos civiles de colectivos tan amplios como las mujeres o las personas afroamericanas. Aún así, a pesar de que hooks emitía sus discursos en un contexto adverso, no dejó de ser incisiva en el cuestionamiento crítico de aliados posibles.

Por ejemplo, son frecuentes las críticas de la autora a un feminismo blanco y 'clasemedianista', que ha considerado ciego o poco sensible a los problemas añadidos de la raza o la clase social. La obra de hooks, en cambio, apela de manera incansable a la interseccionalidad, a un feminismo que busque eliminar las opresiones de género, de raza, de clase y de cualquier otro tipo, integrando todas estas causas en su agenda. Y apunta la interconectividad de ese machismo, ese racismo y esa exclusión económica o ese rechazo a las diferentes maneras de amar que se intentan confrontar desde los movimientos sociales.

Para hooks, la interseccionalidad no solo sería una apuesta política o humana para compartir preocupaciones y sumar energías, sino una estrategia necesaria para afrontar unos problemas vinculados y que no pueden compartimentarse. La autora expone sus ideas con generosidad hacia múltiples legados, desde la tradición comunitaria y de apoyo mutuo de las comunidades de base hasta las aportaciones intelectuales concretas de pensadoras de la tradición feminista, afroamericana o no, como Audre Lorde, Adrienne Rich o Michele Wallace. Las aportaciones que la autora considera válidas también pueden provenir de pensadores discutidos por sus inercias sexistas, como el teórico de la lucha anticolonial Frantz Fanon o el pedagogo Paulo Freire.

Contra la simplificación

Afán reúne veintitrés textos de hooks. La mayoría de ellos son artículos relativamente largos, al menos en un contexto de revistas no académicas. La autora quiso usar estas tribunas más populares para incidir en los debates públicos sin renunciar a una de sus señas de identidad: la incorporación de la experiencia propia, de la memoria personal (y de la familia, del barrio, de la localidad y del Kentucky segregado...), en una literatura de ideas pero que también resulta evocadora, que no solamente es cerebral y que no gira la espalda (sino todo lo contrario) a la vivencia. Se trata de una subjetividad que se distancia del individualismo y que apela constantemente a grupos más amplios, a vivencias colectivas.

Hooks, además, tiene presente el contexto concreto de las circunstancias materiales. Nos habla de sus pugnas con editores y académicos para encontrar espacios para su obra sin modificarla demasiado. Y es consciente del privilegio personal de que su posición de investigadora y docente asalariada le permita escribir largos artículos sin temer que las publicaciones los rechacen o los publiquen sin remunerarla. Su objetivo principal con estos textos, según ella misma, es emplear la crítica cultural para “contribuir a la labor de terminar con la dominación y la opresión en todas sus formas” y para “llamar la atención sobre los modos alternativos de creación, sobre las nuevas formas de mirar, de pensar y de ser”.

Por el camino, hooks plantea un forcejeo intelectual constante, una lucha contra las lecturas simplistas. Eso no implica que la autora no caiga en alguna generalización tentadora, pero el esfuerzo de profundización es permanente. E implica que la ensayista confronte también actitudes habituales en su propia trinchera. La escritora de Afán considera prioritario dar voz a aquellas personas que sufren una opresión para explicarla con conocimiento de causa, pero se revuelve ante la idea de que solo estas personas la puedan analizar o explicar. Y eso es compatible con mostrar malestar ante lo que la autora considera una apropiación de la otredad afroamericana por parte de ensayistas del feminismo blanco.

Hooks también critica lo que considera una cierta recepción acrítica ante los logros de las personas afroamericanas en el ámbito cultural. El cineasta Spike Lee también debe ser objeto de cuestionamiento, aunque su éxito personal pueda ser inspirador, sus filmes tengan virtudes y su productora genere muchos lugares de trabajo necesarios. ¿Por qué la obra de Lee debe ser menos escrutada que la de Steven Spielberg y su adaptación audiovisual de El color púrpura? ¿Se debe idealizar la aportación del Black Arts Movement? Con hooks, todo (o casi todo) debe ser objeto de análisis y crítica posible.

Sobre el cine y el activismo

Afan trata de la narrativa de escritoras afroamericanas como Toni Morrison (hooks se doctoró con una disertación sobre su obra). También aborda el problemático tema de las masculinidades negras, de los arquetipos racistas que lo identificaban con la violencia o con una especie de sexualidad salvaje, y también de las realidades de sexismo y de tendencia a las adicciones a sustancias dentro de las comunidades afroamericanas. También trata del camino espiritual y político de Malcolm X, de canciones y videoclips de Madonna como Like a prayer, o de la confección de colchas como medio de creación de las mujeres afroamericanas y como espacio de memoria. Todo ello está recorrido por los intentos de detectar persistencias del ideario del supremacismo blanco, inercias de mentalidades colonialistas o paternalistas (o maternalistas), en las sociedades contemporáneas. Y por las advertencias sobre salidas en falso, como considerar que el éxito de individuos concretos constata una supuesta superación del racismo estructural.

Las producciones cinematográficas, junto con las creaciones literarias y teatrales, son tratadas a lo largo de todo el libro. En ocasiones, ejercen básicamente de puntos de partida, de inspiraciones para que la ensayista aporte meditaciones con un cierto componente de manifiesto. No debe resultar sorprendente, dada la reconocida apuesta de hooks por la intervención política con espíritu revelador y transformador, así como su insistencia en difundir el pensamiento crítico en todos los canales y contextos posibles, desde las charlas informales hasta la ensayística más o menos adecuada a las convenciones académicas.

En el último tramo del libro, en cambio, abundan los textos más estrictamente fundamentados en la reflexión sobre una sola obra. Son artículos que conectan más con la noción habitual de crítica cultural. Hooks comenta varias películas como El cielo sobre Berlín, primera parte de un díptico del realizador alemán Wim Wenders sobre ángeles de la guarda, resalta los aspectos patriarcales de la narración y lo que considera una revisión fallidamente crítica del colonialismo. También expone sus dudas sobre la aportación que supone Haz lo que debas, de Spike Lee. Y dimensiona de una manera más positiva los resultados obtenidos con Una árida estación blanca, un drama sobre el apartheid sudafricano, o Buscando a Langston, un mediometraje que retrata al poeta Langston Hughes.

Quizá estas páginas de comentario cultural son las que permiten un acercamiento más accesible, al menos para los más interesados en el séptimo arte, a todo el pensamiento que hooks despliega en sus ensayos. Sirve de presentación de una personalidad incisiva, a menudo tildada como demasiado radical, demasiado confrontativa. Todo ello aunque su obra también tiene un elevado componente de ternura, de belleza que aspira a ser accesible para todo tipo de lectores, y no solo para las élites académicas... y de reivindicación de la posibilidad de la alegría en la lucha, a pesar de las decepciones.