No existe la palabra para definir a la mujer que no es madre. Pero sí que existen, en cualquier caso, las no madres. Y cada vez son más.
Según un reciente estudio del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, entre un 25% y un 30% de las mujeres nacidas en la segunda mitad de los 70 no serán madres, indican los investigadores Albert Esteve, Daniel Devolder y Andreu Domingo. Se trata de unas cifras sin precedentes en la historia de España, y que generan muchas lecturas sobre el por qué: a diferencia de lo que muchas reflexiones sociológicas infieren en los medios extranjeros -puesto que se trata de un fenómeno de incidencia global-, en España no se trata de una mera opción vital de los llamados singles. Las mujeres para las que no ser madre es una opción ronda apenas entre el 2% y el 5%. Midiendo exclusivamente las respuestas, queda claro que los niveles de infecundidad están asociados con el retraso de la edad de la maternidad, que hace tiempo alcanzó la treintena.
La espera cada vez mayor para tener hijos incluye diversos factores de índice social, entre ellos la creciente falta de conciliación entre vida laboral y personal, y cómo el peso de esta dificultad recae en las mujeres. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España solo un 2,1% de hombres reduce su jornada laboral frente a un 21,1% de las mujeres para dedicar ese tiempo a los hijos. Y de las familias, el 7,4% de los padres renuncia a su empleo más de un año, frente al 38,2% de las madres.
El otro lado del relato de la NoMo
El otro lado del relato de la NoMoSi para cada curva demográfica existe una nomenclatura, este caso no es una excepción. Los estadounidenses, muy avezados en crear un nicho de mercado para la ocasión, lanzaron a los “quirky singles” (las personas que pasan más tiempo solteras que en pareja, y aún así, no son apestados sociales), los yummies (jóvenes que viven en ciudades y con el estatus suficiente para gastar), y reivindican ahora el concepto de las NoMo (de “no mothers”) es decir, las mujeres que no son o serán madres.
La generación de las NoMo reivindica la visibilidad frente a una sociedad que sigue considerando la maternidad como último fin de la vida de una mujer. Varios libros al respecto -entre ellos Rocking the life unexpected de Jody Day, que plantea cómo ser feliz “encontrando un plan B más allá de la maternidad”, u Otherhood de Melanie Notkin, que analiza la creciente situación de las mujeres sin hijos en Estados Unidos, un país dónde en el que las mujeres en edad fértil sin descendencia han aumentado en los últimos treinta años del 35% al 50%.
España sin madres
España sin madresPero el fenómeno, en este caso, no obtiene la relectura positiva propia de capitalizar la situación. Pese al intento de Day o Notkin de encontrar el espacio de discusión y presencia, el retraso en la maternidad y la frustración resultante ante la dificultad de lograrlo es algo palpable, independientemente del nicho de mercado.
Si se trata de una situación cada vez más común y con visos de sostenerse en el tiempo, ¿tenemos alguna pista de que tenga peso específico en el panorama cultural español? Tras la reivindicación de la solidaridad, las maternidades diferentes y las tribus familiares – como son los casos de libros como ¿Dónde está mi tribu?, de Carolina del Olmo, o Maternidades subversivas, de María Llopis- ¿qué espacio cultural tienen las no madres?
Si en Estados Unidos el documental autobiográfico First comes love trataba el cambio en la concepción de familia a partir de una neoyorquina de 41 años que quiere quedarse embarazada, en España el más reciente estreno Embarazados pone en el punto de mira -eso sí, desde la comedia española de corte familiar- lo que sucede cuando una española de 37 años y un español con “espermatozoides perezosos” buscan tener un hijo. ¿El resultado? Una mujer con tendencia a la obsesión y un hombre con una repentina y estereotipada necesidad de salir corriendo y acostarse con veinteañeras que no hablen de sus óvulos.
Es quizás en lo literario dónde las mujeres están encontrando un espacio para tratar estas nuevas realidades. La escritora Jenn Diaz narra en Diario de una madre sin hijo la historia de Rita Albero, que debe cuidar a ratos de una “criatura” que no es suya, de la que dice: “no pude ponerle un nombre el día de su nacimiento y porque no me pertenece. La maternidad es cosa de posesión.”
En parecida sintonía está la narradora María Fernanda Ampuero, que en Menos tu vientre ataca, ya no el concepto de madrastra sino el estereotipo que hay detrás de la construcción de la mujer treintañera que desea ser madre y no puede. “Si escribes en la barra de Google «embarazo 37 años» el algoritmo del buscador añade por su cuenta las palabras «riesgos» y «probabilidades». Si pinchas en «riesgos» lo primero que verás será un reportaje que se titula «37 años: edad límite para un embarazo sin riesgos»”, comienza. La narración continúa con una protagonista que explicita su deseo, ya no sexual sino maternal. Y de ahí, al dolor de contemplar como se trata un personaje como el suyo en una comedia americana. “Terminas de ver Baby Mama bañada en lágrimas como una verdadera imbécil porque la pobre treintaysieteñera sin hijos Tina Fey descubre al final de la película que sí, que por fin, que qué maravilla, está embarazada. Alternas los sollozos con cucharones de helado. En esto te has convertido: en una caricatura de película gringa.”. Así concluye.