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Filosofía para repensar el viaje y evitar que el turismo y el desarraigo lo desvirtúen

“Viajar es una forma básica de la experiencia humana, muy valiosa porque nos lleva a transitar fuera de lo conocido. Es decir, en cierta manera, fuera de nosotras mismas”. Cristina Basili es una de las profesoras de la Universidad Complutense de Madrid ponente y moderadora del ciclo de conferencias Filosofía y viaje. Reflexiones sobre una aventura; organizado por el centro junto al Círculo de Bellas Artes, que acoge las ponencias. Una actividad que ha tomado la exposición monográfica sobre Hergé—que podrá visitarse hasta el próximo 19 de febrero— como pretexto para reflexionar sobre el trasfondo filosófico de la idea del viaje en la cultura occidental.

“Darte cuenta de que responder a qué es el viaje no es tan sencillo es lo que más está sorprendiendo al público”, comparte con este periódico su compañero Rodrigo Castro, también moderador y conferenciante, “no es algo tan evidente como podría suponerse. No es simplemente desplazarse o moverse de un lugar a otro, hay formas diferentes”.

Esta cuestión fue una de las claves de la segunda de las cuatro ponencias que componen el ciclo, celebrada el pasado lunes 30 de enero, en la que la docente Clara Ramas sostuvo que “para viajar no es necesario moverse. Se puede hacer con la memoria, el recuerdo, la evocación que te produce algo que te lleva a un lugar, y que es más profundo porque tiene que ver contigo mismo”.

Todavía quedan por delante dos charlas. La siguiente será el próximo lunes 6 de febrero, titulada En torno a la cuestión colonial. Simone Weil y el destino de Europa, liderada por Basili. La última la impartirá Castro, una semana después (lunes 13 de febrero), bajo el nombre Filosofar, viajar, pensar. Crítica de la razón turística. Ambas darán comienzo a partir de las 18:30h y su entrada es libre hasta completar aforo.

En la primera, la profesora ahondará en cómo el viaje “no tiene o ha tenido solamente implicaciones lúdicas. La necesidad de expansión y el deseo de conquista han representado históricamente uno de los mayores impulsos a cruzar fronteras”. “El colonialismo expone la otra cara”, indica a elDiario.es, “representa el lado oscuro, el proceso de mundialización, que en el siglo XX era un tema de gran actualidad”.

Basili hablará sobre la postura de la filósofa militante de izquierdas Weil que, según avanza, “entendía el colonialismo como una forma de opresión, por parte del Estado y del capital, sobre los pueblos colonizados”. Además, convirtió este asunto en “la ocasión para reflexionar sobre el drama del 'desarraigo'”. “Para ella una de las necesidades vitales que tenemos los seres humanos es la del 'arraigo', la posibilidad de sentirnos parte de una comunidad, de un lugar, de una determinada cultura”, expresa, “una necesidad que los procesos de centralización propios del Estado-nación, así como del sistema capitalista de producción, han violado sistemáticamente. Basta con pensar en la España vaciada, sin ir más lejos”.

De ahí a que considere como “fundamental recuperar este sentido del 'arraigo'”. “Esta necesidad de una patria. Sin olvidarnos de que nuestra patria, en tanto que seres humanos, es también el mundo entero”. Aplicado a la actualidad, Basili sostiene: “En un momento en el que todos los días asistimos al drama de los refugiados e inmigrantes que intentan cruzar las fronteras de un mundo supuestamente globalizado, de las políticas identitarias y de la vuelta de los nacionalismos; se vuelve todavía más relevante todavía repensar este tipo de cuestiones”.

El turismo desvirtúa el concepto de viaje

Castro celebra la acogida de las dos primeras ponencias del ciclo, en la que ha habido gente que “se ha tenido que sentar en el suelo porque no cabían”. En total, a cada una de las sesiones han acudido más de 100 personas. “La idea clásica del viaje como aprendizaje y formación es cada vez más escasa, tiene que ver con que cada vez más bien lo que hacemos es turismo”, apunta introduciendo la que será la temática de conferencia que cerrará la actividad.

El profesor cita la novela El cielo protector —que fue llevada al cine por Bernardo Bertolucci en 1990—, en la que “hay un personaje que en un momento aclara que él no es turista, sino viajero. Alguien le pregunta cuál es la diferencia. Él dice que el turista siempre está pensando en regresar, mientras que el viajero no teme perderse”.

“La lógica del turismo es siempre la del retorno. Por eso son importantes las fotografías, el selfie, el relato que puedas hacer cuando vuelves, los suvenires. El punto de partida, la identidad, está siempre pensado de manera muy significativa”, argumenta, “en cambio, el viaje es propiamente algo que te modifica, te transforma, te hace convertirte en otro y, por lo tanto, impide que puedas volver al punto de partida. No puedes volver a ser exactamente igual. No puedes volver a lo mismo”.

El viaje es algo que te modifica, te transforma, te hace convertirte en otro y, por lo tanto, impide que puedas volver al punto de partida. No puedes volver a ser exactamente igual

“Si el viaje es una experiencia que nos lleva a salir de nosotras mismas es porque responde a una tensión hacia lo nuevo, lo desconocido, lo inesperado, la aventura, lo imprevisible”, añade Basili, “la riqueza de esta experiencia se ve muy limitada por la lógica del consumo que estructura la experiencia del turismo contemporáneo en las sociedades neoliberales”. Para la profesora, “las dinámicas del turismo global empobrecen la experiencia del viaje en la medida en que empobrecen la variedad cultural. Es como si viajando fuéramos orientados a buscar lo conocido, no lo desconocido. Esto limita los estímulos y entorpece el pensamiento”.

En la misma línea, Castro cita como ejemplo las guías turísticas: “Te dicen qué tienes que visitar, ver y valorar. Te condicionan la mirada porque no hay tiempo y qué hay que apreciar para que puedas entrar rápidamente en el lugar”. En contraposición, defiende que “el viaje requiere un tiempo y una lógica de estar dispuesto a perderse”.

Otro concepto relacionado con este planteamiento es la capacidad de habitar los espacios. “Es muy pertinente saber si efectivamente los habitamos o más bien lo sobrevolamos. Nunca colocamos los pies sobre la tierra ni echamos raíces. Siempre estamos pasando por encima de las cosas.

Las dinámicas del turismo global empobrecen la experiencia del viaje en la medida en que empobrecen la variedad cultural. Es como si viajando fuéramos orientados a buscar lo conocido, no lo desconocido

“Ahí está el problema de pertenencia a algo; por las lógicas mismas del modelo de vida de las sociedades capitalistas que se caracteriza precisamente por eso”, señala Castro, “algunos autores lo han llamado desterritorización, pérdida del territorio, del lugar. Hay un problema de solidez que los sujetos de la sociedad contemporánea vivencian muy claramente. Estamos en una época marcada por la falta de certezas y la sensación permanente de incertidumbre. Pasamos de la gran crisis económica de 2007 y 2008 a la pandemia; de la pandemia a la guerra de Ucrania. La inseguridad por la falta de solidez y de fijarse a un lugar da una especie de crisis del habitar”.

El viaje como interrupción y apertura

“El ciclo en sí representa un viaje, tanto histórico como conceptual, hacia los distintos territorios a los que nos puede llevar una filosofía del viaje o el viaje de la filosofía”, afirma Basili, “nos permite recuperar el valor de una experiencia clave para abrirse en el sentido auténtico de nuestra humanidad. El viaje interrumpe la comunidad, la cotidianidad nos dispone a ser más abiertos, solidarios y receptivos hacia lo otro y lo diferente tanto a nivel como colectivo como a nivel individual. En esto está gran parte de su valor”.

Castro hace una invitación similar: “El viaje funciona como metáfora muy poderosa que tiene que ver con la vida entendida como un viaje, la reflexión, la investigación teórica o científica, entendida también como una aventura. Cuando piensas te estás transformando, extraviando, viajando”.